Imprimir

Ministerio del Sentido Común

16-09-03

 Se dice que el sentido común es el menos común de los sentidos.  Falencia que puede alcanzarnos a todos en nuestra propia vida, pero que en tal caso sólo implicará un perjuicio para nosotros mismos… salpicando a los que tenemos más cerca.

 ¿Y qué pasa cuando nuestros dirigentes obran sin tenerlo en cuenta?  Lo obvio: tarde o temprano tienen que dar marcha atrás con sus decisiones; o quedan en letra muerta, superadas por la realidad.  (Ejemplos, un montón.  Ahora se me viene a la cabeza aquella que obligaba a los motociclistas de la Provincia a circular con un chaleco “luminoso” con el número de la patente de la moto grabado, al igual que en el casco.  ¿Te acordás?  Vos agregá el que recuerdes.)

Dos botones de muestra.  Uno, a nivel nacional: una tarifa de gas que se va a multiplicar por cinco.  Y que quien lo comunica a todo el país lo dice más o menos en términos de que quien no pueda pagarlo… no lo use (¡¿?!).

 Otro, de índole local: que el puente de una estación de ferrocarril que se viene utilizando desde hace ¡siglo y medio!, ya no podrá atravesarlo quien necesita cruzar de un lado al otro de una localidad bonaerense.  Y si querés cruzar, pagá boleto como si fueras a viajar en tren.  Eso sí, el mínimo…

Cuesta entender ciertos comportamientos.  Porque muy probablemente a los protagonistas de ambas decisiones no les falta formación, inteligencia (por lo menos, tal como la entiende el mundo de la política), capacidad y, casi seguramente, las ventajas de una vida sin penurias económicas.

¿Y entonces?  Entonces que la sabiduría, el sentido de ubicación o como quieras llamarle a esa forma de actuar que hace que por lo menos no tropecemos con las piedras más grandes que se presentan en nuestro camino, parece no ser un atributo muy difundido entre quienes tienen responsabilidades ante el resto de la sociedad.

En tiempos en que a algunos gobernantes se les ha cruzado por la cabeza implementar “Ministerios de la Felicidad” o cosas parecidas, sorprende que a nadie se le haya ocurrido contar con uno que evalúe las decisiones y pueda decir: “Muchachos, esto no va a andar”.

Bueno, ministerio…  En realidad lo que quiero decir es que por lo menos haya alguna persona que, más allá de su erudición y técnica, pueda alertar a los grandes decisores y sea escuchada para evitar los perjuicios de medidas que no pueden instalarse de ninguna manera, salvo con el uso de una fuerza autoritaria que por suerte no nos oprime.

 Si hilamos un poco más fino, así como a quienes buscan ser nuestros representantes en todos los niveles debiéramos pedirles idoneidad para un cargo y honestidad para desenvolverse en él, también deberíamos evaluar si supieron cultivar la virtud de la prudencia, la más importante de las grandes cuatro (las otras: Justicia, Fortaleza y Templanza).

Que ser prudente no significa solamente mirar para los dos lados antes de cruzar la calle u otro tipo de precauciones cotidianas, sino saber discernir lo correcto de lo incorrecto, lo bueno de lo malo, separar la paja del trigo.  Podríamos decir, actuar con sensatez según el momento.  Que de eso se trata en definitiva, del buen juicio.

¿Es mucho pedir?  ¿Es mala la idea?  Voy a ver si encuentro a alguien que me responda… con sentido común.