por Salvador D’Aquila – 01 abr 2023

 

Esta vez vamos a generalizar, para que los detalles no nos corran el foco. Sin nombres propios, para asumir en forma colectiva la solución de los temas que nos acucian. Y también tomar distancia de la urgencia diaria y fijar los problemas, como un modo de aguijonearnos para encararlos a fondo y sin postergaciones.

 

¿Cuáles son esos temas y cuál el orden de prioridades?

Es más o menos sencillo enumerarlos. Pero tal vez no tanto establecer un orden para enfrentarlos. Porque todos son graves. Y hay que hacerlo al mismo tiempo. No obstante, como propuesta, vamos a utilizar como analogía pensar en las acechanzas que tiene nuestro país como si este fuera la casa en que vivimos y el hogar que habita en ella, literalmente. Así, aunque haya diferencias de opinión, va a surgir un orden. Creo, y te invito a que lo evalúes vos también, que…

-Si se está incendiando el vecindario y ya hay algunos fuegos rodeando nuestra casa, la prioridad sería comenzar a dominar esa situación.

-Si ladrones están amenazando nuestra puerta, poniendo en riesgo nuestra vida y la de nuestra familia, deberíamos defenderla a como dé lugar.

-Mientras tanto, hay que asegurarnos continuar con vida: comer y curarnos se hace indispensable.

-Si lográramos controlar lo ya enumerado o estuviéramos en vías de lograrlo, deberíamos seguir aprendiendo. Y sobre todo enseñando a quienes nos continúan para que puedan desarrollarse y sobrevivir en el futuro.

-Al mismo tiempo y de alguna manera, todos necesitamos un techo donde cobijarnos y condiciones de vida dignas.

-Y si todo lo anterior estuviera encaminado, tendríamos que buscar y encontrar el modo de incluirnos a todos.  Ya que no se puede ser feliz (meta superior y podríamos decir única de cualquier ser humano) rodeados de personas que no lo son.

 

Se podrá intercambiar algún ítem, pero seguramente coincidiremos en que es menester lograr frenar el cambio climático, enfrentar y vencer al narcotráfico y la corrupción, darnos una correcta alimentación y cuidar nuestra salud.  Como igual de imprescindible es fortalecer y hacer crecer la educación y cultura de todos, y que todos tengamos una vivienda y condiciones de vida lejos del alcance de la pobreza y fuera de las garras de la indigencia. Sin enfrentamientos estériles que nos conviertan en personas realmente solidarias más allá de las contingencias, y en una sociedad que no deje afuera a nadie.

 

¿Más Estado o más libertad?

Algunos piensan que se puede lograr concretar estas metas por distintas vías, aunque podemos sintetizarlas en dos: privilegiar el esfuerzo individual y colectivo de la sociedad o a través de la “protección y el cuidado” del Estado.

 

Para la persona humana, la libertad es inherente a su propia condición y por ende su bien más preciado. Y cederla a cambio de comodidad nos denigra como tales. Es menester no perderla y acrecentarla. Por tanto, debemos no solo rechazar apoyarnos en el asistencialismo permanente (que es muy distinto a saber pedir y aceptar una ayuda cuando la necesitamos), sino también procurarnos que nuestros logros se concreten a través del resultado de nuestro trabajo. Si algo debemos exigirles a nuestros dirigentes es que respeten nuestra libertad y que encaminen sus estrategias para que todos tengamos un trabajo con el cual sustentarnos.

 

Mientras que el Estado debe ocuparse de que los marcos en los cuales se desarrollan nuestras tareas sean cada vez más propicios al desarrollo personal y empresarial, respetando el principio de subsidiariedad. Y también de mantener la equidad para que todos tengamos las mismas oportunidades en educación y salud, protegiéndonos con la seguridad que confiamos a sus manos. Sin dejar de afirmar que debe tener el control de las cuestiones que hagan a nuestra soberanía territorial y de todo orden.

 

¿Cuáles son los caminos de solución?

Los argentinos hemos hecho perder el buen horizonte para nuestro país hace muchos años. Es imposible o de una necedad insostenible no ver la decadencia e involución en la que estamos inmersos y para peor, en el mismo rumbo que nos ha llevado a este estado de cosas. Nuestros peores demonios se han enseñoreado y por lo tanto los cambios tienen que comenzar por nosotros mismos.  Los caminos de solución son principalmente morales. Nuestra dirigencia, la que elegimos para que nos represente, parece haber sido copada por los peores y los menos aptos. Y los líderes de nuestra sociedad se han encerrado en su propio egoísmo, convirtiéndose en líderes negativos que no aportan a la sociedad que les permitió llegar a esa posición. Por lo tanto, es necesario:

-Involucrarse. Si en el poder predominan dirigentes corruptos e ineptos, es porque los honestos y mejores no se involucran.

-Dar el ejemplo. Cada uno de nosotros debe ser un ejemplo en lo sea que haga en su vida. Única manera de que exijamos la virtud en quienes nos gobiernen.

-Ser responsables. No actuar con ligereza en lo personal ni como ciudadanos.

Las soluciones deben comenzar en nosotros mismos. Más allá de la realidad compleja que nos invade, debemos buscar y encontrar los caminos virtuosos que, con fundamentos y hechos concretos, nos permitan renovar la esperanza de todos.