por Salvador D’Aquila – 09 jul 2023
Hoy se conmemora un nuevo aniversario de la Declaración de la Independencia: 207 años de aquel Congreso, cuyas varias semanas de discusiones y polémicas se sintetizan en la imagen de la “Casita de Tucumán”. Pero que de infantil no tuvo nada y por el contrario, puso a prueba el coraje de aquellos hombres para que, aún apremiados en los campos de batalla, tomaran la decisión de dar el paso para emancipar a las Provincias Unidas del Río de la Plata del domino español y luego, “de toda dominación extranjera”. También para establecer una forma de gobierno.
¿Y quiénes eran esos hombres? Si ahora hiciéramos una pequeña encuesta entre algunas decenas de personas de distintas edades y ámbitos, muy probablemente no recordarían más que a uno o dos de ellos. Tal vez el más citado sería Narciso Laprida, que quedó más en la memora colectiva por presidir circunstancialmente al Congreso en aquel día. Pero la mayoría seguramente no los relacionarían ni siquiera con los nombres de las calles por las que circulan a diario. Solo por citar algunas de mi pueblo chico, Lomas de Zamora, y en orden: Colombres, Loria, Gorriti, Laprida, Boedo...
Elegidos entre los más respetables y los de mejor preparación intelectual de cada provincia, los había comerciantes, sacerdotes, militares y de otros oficios. Los enfrentaban distintas ideas y pensamientos y hasta muchos políticos de ese momento los saboteaban, pero los unía y guiaba el ansia de libertad. “Desde afuera” del Congreso, los apoyaban, incitaban e influenciaban los que se la jugaban por la Patria poniendo el cuerpo para frenar las avanzadas realistas: San Martín, Belgrano y Güemes, por citar a algunos, y tantísimos otros hombres y mujeres comunes que no quedaron registrados en los libros de historia.
Mi sentimiento ante aquella epopeya y la pobreza de esta realidad que nos toca vivir es de vergüenza. Porque creo que no estamos a la altura de aquella decisión ni de aquellos hombres y mujeres, que no eran bronces, sino que como nosotros eran de carne y hueso, y que habrán experimentado miedos y enfrentado sus propias contradicciones. Y convengamos que, por lo menos en este tiempo que nos toca transitar, no estamos acrecentando ni haciendo honor a aquel legado.
Más allá de los festejos y los locros domingueros de ayer, la pregunta que debemos hacernos es: ¿qué tan independientes somos? O mejor, que tan dependientes somos aún de los de afuera que nos codician y pretenden condicionarnos a su favor, y de los de adentro que nos someten.
Propongo que cada uno busque y encuentre su respuesta. Para celebrar con los derechos que nos caben, pero sobre todo, con las responsabilidades y obligaciones que deben convocarnos como ciudadanos. Y entonces sí, poder gritar con la convicción y la certeza de que estamos haciendo nuestro mejor esfuerzo en su favor, ¡viva la Patria!