por ND’ - 04 noviembre 2019
Es muy difícil hablar en serio…
…sobre el fútbol argentino. Es casi imposible centrarse en los elementos del juego, en la calidad de los jugadores, en las estrategias de los técnicos, en la mala preparación de los árbitros o en cualquier otra cosa, cuando la realidad, cruda e insoslayable, se presenta a cada paso: el negocio ha quedado en manos de profesionales impotentes, delincuentes temibles, oportunistas inescrupulosos y rehenes sin escapatoria. Es casi desgastante.
La barra brava de San Lorenzo se presenta en una práctica. Hay una sola lectura de este hecho. Un jugador sale a declarar y dice que fue algo similar a un “banderazo”. Misma situación sucede en Rosario Central. Otro jugador declara que fue “en un buenos términos, sólo con palabras de aliento”. ¿Qué deberían decir? ¿Qué se espera que hagan? ¿Lo que no hacen dirigentes, fiscales o jueces?
En el fútbol argentino la barra brava es una asociación ilícita que utiliza la vidriera proporcionada por un club de fútbol –cualquiera, acá no hay preferencia de colores- para demostrar poder y así poder acceder a todo tipo de negocios. ¿Por qué nadie acciona contra esto? Porque los que deberían, en general, están involucrados. O tienen jefes que lo están.
¿Cómo podemos hablar de un marcador de punta que llega a posición de ataque y saca un centro espantoso sin considerar el hecho de que en la semana un delincuente le mostró una foto de su hijo yendo al colegio? Es inaudito. La única forma que encontramos hinchas, periodistas o trabajadores del fútbol es haciéndonos los tontos. Si no, no hay manera.
Hoy me resulta imposible hablar de los milagros que Maradona no puede realizar, de cuando un técnico saca a un jugador que recién había ingresado, de las impericias constantes de Echenique o Pitana, o de cualquier otra cosa relacionada con el juego. Simplemente hoy no tengo las ganas o la convicción suficiente para hacerme el tonto.