por Alejandro Muñoz – 05 sep 2023

 

Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Fútbol, le da un beso a Jenni Hermoso, futbolista, en plena entrega de medallas (y en plena euforia) tras la obtención del mundial femenino. Ese beso, que en las imágenes parece forzado por el propio Rubiales, está mal. Ir contra la voluntad de alguien está mal.

 

A los pocos segundos, el video de ese momento se viralizó junto a otras muestras de excesivo cariño del titular del organismo para con las jugadoras. Las críticas se multiplicaron. La propia Jenni Hermoso declaró un par de días después haberse sentido "utilizada y desprotegida" en ese momento. Y más de 80 colegas de ella renunciando a la Selección a la espera de medidas contra Rubiales. Hasta ahí, lo normal en materia de reacciones a una actitud repudiable.

 

Pero, en época de tecnología y de pantallas que graban todo, la historia tuvo un giro increíble: después de ese beso, en el vestuario de las chicas, el propio Rubiales y la propia Hermoso simularon una boda, con todas las compañeras entonando a coro una especie de marcha nupcial, gritando al unísono que todas fuesen invitadas a una ficticia luna de miel en Ibiza, y el posterior video de la reacción de muchas de ellas en el micro al ver el video del beso, riéndose de la situación.

 

¿Qué clase de presión recibieron para mostrarse injuriadas en bloque, renunciar a la Selección, exigir una dimisión y demás? ¿Por qué a algunas personas les cuesta hacerse cargo de sus actos si no siguen "la moda"?

 

Lo que hizo Rubiales, insistimos, estuvo pésimo y merece sanciones. ¿Y lo que hicieron las futbolistas?