por Juan Carlos Latrichano - 03 dic 2018
Existe un consenso total entre los analistas económicos acerca de que estamos atravesando una recesión. Al mismo tiempo, prácticamente todos los indicadores de actividad dan cuenta de una caída de la actividad económica. Quizás el más alarmante de todos concierne a la evolución de la recaudación, dado que creció un 33,7% contra una inflación anualizada de alrededor del 47%. Esto estaría indicando una caída de dos dígitos.
Esta enorme recesión está aquietando los precios. En efecto, la inflación de noviembre rondaría un 3%, resultando muy inferior a la de octubre.
¿Hasta cuando se extenderá esta situación?
Por lo menos hasta junio del año próximo. Salvo que se frene el apretón fiscal y monetario.
¿Luego de ese plazo, encontraremos una mejora definitiva?
Estimo que no. Quizás el aliento venga de la mano de la contienda electoral. Luego, si continúa la estrategia actual el único modo posible de alcanzar saldos positivos de la balanza comercial es con recesión.
¿Por qué es necesaria una balanza positiva?
Para afrontar los compromisos externos. La plata dulce se acaba a fines de 2019.
El año no cierra bien. Y el siguiente arranca peor.