por Juan Carlos Latrichano – 27 mar 2019
El balance de pagos del año pasado cerró con un déficit de la cuenta corriente de 28.003 millones de dólares. A su vez, las reservas crecieron en 11.277 millones de dólares. ¿Cómo puede suceder esto? Endeudándonos. En efecto, la deuda externa bruta, tanto pública como privada, creció en 42.395 millones de dólares. Estos son los grandes números del 2018.
A su vez, la balanza comercial de febrero de 2019 arrojó un superávit de 460 millones de dólares, revirtiendo un déficit de 892 millones ocurrido en igual mes del año pasado. Ello, a consecuencia de una suba de las exportaciones del 3,7%; y, fundamentalmente, por una caída de las importaciones del 22,9%. Como vemos, la recesión explica casi todo el éxito de la balanza.
Cuando analizamos el comportamiento de cada uno de los rubros de la exportación, vemos que en su mayoría cayeron; a excepción, entre otros, de los siguientes rubros:
1. Carne, que subió un 18%
2. Leche, que subió un 14%
3. Aceite, que subió un 39%
Desde luego, esto impacta en los precios de la canasta alimentaria debido a que la exportación resta oferta de bienes en el mercado interno.
¿Qué produjo este resultado?
La eliminación de las retenciones a la exportación, hecha por decreto 133 de 2015; y la reimplantación de un valor fijo de 4 pesos por dólar, de acuerdo con el decreto 793 de 2018.
En resumen, tenemos un saldo positivo de la balanza conseguido esencialmente con baja de importaciones debido a la recesión. Saldo que ayuda poco a reducir el enorme déficit de la cuenta corriente del balance de pagos. Consecuencia: el endeudamiento sigue acrecentándose.