por Juan Carlos Latrichano – 06 dic 2019

 

Si bien se habla de recesión, creo que el tiempo transcurrido con continuas caídas de la actividad económica, ameritan pensar que el país ingresó en una depresión económica.  Ello ocurre con una fenomenal tasa de inflación.

 

La duda central reside en dilucidar cómo se hace para salir de esta situación.  A tales efectos, los economistas ortodoxos sostienen que la solución pasa por la inversión.  La idea, según este punto de vista, es atraer a la inversión extranjera.  Para ello, es necesario ajustar el gasto público.  Sin embargo, este razonamiento pierde de vista que la capacidad ociosa del país es de casi un 50%.  Es decir que de cada dos máquinas, una está parada.  Creo que en consecuencia no faltan inversiones sino que hay carencia de incentivos para que las mismas se pongan en marcha.

 

Si esto es así, cabe preguntarse qué mecanismo resulta idóneo para que ello ocurra.  No cabe duda de que el camino es el aliento al consumo.

 

¿Cómo se logra esto?

Con emisión  monetaria.  Es decir, poniendo dinero en el bolsillo de la gente.  Los ortodoxos no comparten este criterio. Pero no aportan una idea alternativa.  Sólo se limitan a decir que la expansión monetaria es inflacionaria.  Omiten decir que la emisión de los últimos meses fue baja y sin embargo la inflación  fue significativa.  ¿Qué fue lo que produjo la suba de precios entonces?  Indudablemente, la suba incesante del tipo de cambio.  La misma se frenó con el cepo aplicado en estos últimos meses.

 

En consecuencia, la emisión con control de la fuga de divisas no necesariamente  conduce a inflación.  Por lo menos, no a una similar a la del pasado, sino a una más baja.

 

Finalmente, debemos pensar que si llegamos hasta aquí por este camino, nada permite pensar en un resultado distinto sin variar la actual política.