por Agustín Boero - 11 oct 2018
El 9 de octubre de 1967, en La Higuera, Bolivia, era ejecutado Ernesto Guevara más conocido como "Che" Guevara, el destacado y controvertido político, guerrillero y médico que se volvió un personaje clave en el proceso de la lucha revolucionaria de la segunda mitad del siglo XX, dentro del contexto internacional de la guerra fría. Nacido en una familia de buena posición económica, desde joven Guevara se mostró interesado por la vida activa y comprometida políticamente. En 1952, con Alberto Granado su primer viaje por América Latina y regresó a Argentina donde se recibió de medico oficialmente en 1953.
Ese mismo año, Guevara reanudó su segundo viaje por América con su amigo de la infancia Carlos Calica Ferrer. En su estadía por Bolivia, presenció el pleno proceso revolucionario que atravesaba ese país desde 1952 lo que lo impactó sobre la movilización hecha por los sectores mineros de aquel país tan oprimido hasta ese entonces. Tras continuar su viaje, Guevara decidió ir hacia Guatemala para ver la revolución que estaba liderando allí el coronel Jacobo Arbenz. Tras una breve estadía allí (puesto que el gobierno de Arbenz fue derrotado por la CIA luego de tocar los intereses de la United Fruit Company), fue a México donde permaneció por dos años, y allí conoció a los exiliados cubanos liderados por Fidel Castro, quienes planeaban derrocar al dictador Fulgencio Batista.
En noviembre de 1956, Guevara unido a Castro y otros hombres como Raúl Castro marcharon desde el yate “Granma” hacia Cuba para iniciar la revolución. Tras una extensa lucha, Guevara quien impulsará los focos guerrilleros en Sierra Maestra, obtendrá triunfos importantes como segundo hombre de la revolución. Detuvo la gran ofensiva de Batista acompañado de un centenar de guerrilleros frente a los miles de hombres de Batista aunque estos estaban desmotivados por múltiples factores. En diciembre de 1958 lideró la ofensiva de Santa Clara que dio el triunfo final a los revolucionarios, ya que el 1 de enero de 1959, Batista se retiró del poder y triunfo la revolución.
Ya instalado en Cuba, fue presidente del Banco Nacional y Ministro de Industria de aquel país por un considerable tiempo. Tenía la idea de extender la lucha armada por distintos rincones del globo por lo que trasladó esto a distintas áreas con una idea de radicalizar la revolución a su punto máximo lo que a la larga le trajo un pequeño distanciamiento con Fidel Castro. En 1965, por decisión propia abandonó La Habana y partió a África donde lucho en el Congo que atravesaba una guerra contra los belgas, aunque su rol allí de poco sirvió por las diferencias con las tribus que no comprendían el sistema de guerrilla cubano.
Finalmente, convencido de que América Latina era un lugar correcto para la revolución, se instaló en Bolivia, donde combatió al ejército boliviano por varios meses. De esta manera, luego de un operativo secreto del estado boliviano, Guevara fue emboscado y capturado el 8 de octubre, para ser finalmente ejecutado por el ejército boliviano en colaboración con la CIA el 9 de octubre de 1967.
La figura de Guevara sigue siendo controvertida hoy, divide opiniones entre quienes lo consideran un asesino guerrillero y entre quienes lo consideran un mártir en la lucha contra el imperialismo norteamericano.
por Agustín Boero - 27 sep 2018
Se cumplen 71 años de que en septiembre de 1947 se aprobara la ley 13.010, permitiendo la primera participación femenina en las elecciones que se celebrarían en 1951.
El 11 de noviembre de 1951 se realizaron las elecciones presidenciales por las cuales Juan Domingo Perón resultó electo para su segunda presidencia. Ese día miles de mujeres concurrían por primera vez a ejercer su derecho al voto. El 90% del padrón femenino concurrió a sufragar.
La obtención del voto femenino suele asociarse a una conquista del peronismo, con Evita a la cabeza. Lo cierto es que este derecho se conquistó luego de una extensa, y nada fácil, lucha de militantes socialistas y feministas en nuestro país y en el mundo. De hecho, cuarenta años antes, el 26 de noviembre de 1911, Julieta Lanteri, luego de varios intentos previos, logró votar en la ciudad de Buenos Aires, aunque no pudo lograr extender en ese momento ese derecho para todas las mujeres. Luego de esto, se sancionó una ordenanza que prohibía explícitamente el voto femenino, con el argumento de que para empadronarse era necesario el registro del servicio militar.
Una lucha larga e internacional
La lucha por los derechos civiles de las mujeres y el voto femenino se remonta a muchos años atrás. En Gran Bretaña y Estados Unidos surgieron importantes movimientos sufragistas donde las mujeres se movilizaron exigiendo sus derechos. Esta lucha no estuvo ajena a las cuestiones sociales de la época ni a la lucha por los derechos de los trabajadores. Esto incluso significó divisiones, por ejemplo, al interior del movimiento inglés. Es el caso de Emmeline Pankhurst y su hija. Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, las diferentes posiciones hicieron que Sylvia Pankhurst rompiera con la Unión fundada por su madre, quien llamaba a las mujeres a movilizarse por el derecho al voto pero con un contenido patriótico. Su hija en cambio no estaba de acuerdo en brindar su apoyo al gobierno británico en la guerra mundial.
En la Argentina también desde principios del siglo pasado militantes feministas y socialistas compartieron sus luchas por los derechos civiles y los derechos laborales. Una de las figuras destacadas fue Juieta Lanteri, quien ya mencionamos por haber sido la primera mujer en poder emitir su voto. Junto con la socialista Alicia Moreau funda el Centro Feminista, primera organización que luchó explícitamente por los derechos de las mujeres. Lanteri, lejos de remitir su lucha solamente al voto, tomaba la lucha por las condiciones de trabajo de las mujeres, el derecho al divorcio, luchaba contra proxenetas y contra la intromisión de la Iglesia en la vida de las personas. Comprometida en la lucha de las trabajadoras, en 1912 las lavanderas de La Higiénica la nombran su asesora frente a la patronal.
El peronismo y el voto femenino
Será recién en 1947, con la primera presidencia de Perón, cuando se sancione la ley del voto femenino. Eva Duarte, que hasta ese momento no había tenido la menor preocupación por este tema, fue quien presidió la Comisión Pro Sufragio. El (reciente) interés del peronismo por esta cuestión tenía sus razones. La mujer argentina se había incorporado masivamente al mercado laboral, de ahí que la política de contención de este movimiento no podía seguir excluyendo a millones de mujeres de los derechos civiles. De hecho, el voto femenino le permitió ganar, por ejemplo, en la ciudad de Buenos Aires, un distrito altamente opositor. El 64% del padrón de mujeres votó por la fórmula Perón-Quijano.
Los derechos no se mendigan, se conquistan
Esta pelea por uno de los más elementales derechos cívicos, por el que mujeres de distintos países en el mundo se movilizaron durante años, implicó la cárcel y la represión para muchas. Obtenido ese derecho, sabían que eso no borraba las desigualdades de género. Luego de 67 años de voto femenino, las mujeres todavía tienen muchos derechos por conseguir. Hoy en día, siguen siendo las mujeres las que tienen los trabajos más precarios, siguen cobrando menos que los hombres ante los mismos trabajos, y todavía están peleando por el derecho de decidir sobre su propio cuerpo y por el derecho a estar vivas. Por eso, la historia obliga a seguir el camino de aquellas mujeres que no solo pelearon por el acceso al voto, sino que compartían sus luchas con trabajadoras en la conquista de sus derechos.
William Wallace, el héroe trágico de Escocia
por Agustín Boero
25 ago 2018
"En verdad no es por gloria, ni riqueza, ni honores por lo que luchamos, sino por la libertad; por eso sólo, a lo que ningún hombre honrado renuncia salvo con su vida".
A finales del siglo XIII, Escocia vivió una de las fases más críticas de su historia. En 1286, el rey escocés Alejandro III falleció al precipitarse su caballo por un acantilado, dejando como única heredera del trono de Escocia a su nieta de tres años, Margarita. La nobleza escocesa se apresuró a organizar una regencia que ejerciera el poder en nombre de la nueva soberana y frenara cualquier intento de alzamiento. Los nobles escoceses se reunieron en Scone –la localidad donde, desde los remotos tiempos de los celtas, coronaban a los reyes de Escocia– y eligieron entre ellos a seis Guardianes para ejercer la regencia. Sin embargo, poco después se anunció una nueva desgracia: la reina niña había fallecido en 1290, durante el azaroso viaje por el mar del Norte entre Noruega y Escocia. El rey Eduardo I de Inglaterra aprovechó el suceso para intervenir directamente en los asuntos escoceses. Aprovechando la rivalidad de los nobles competidores por el trono, Eduardo ofreció su mediación para que finalmente se coronara en Scone a uno de ellos, John Balliol, quien de inmediato juró lealtad al soberano inglés.
Ocupación inglesa de Escocia
Eduardo I pensó que Balliol se convertiría en un rey títere a su servicio, pero pronto hubo de desengañarse. Cuando intentó arrastrar a Escocia a sus constantes guerras feudales contra Francia, los barones escoceses lo desafiaron ratificando lo que luego se denominó la Vieja Alianza Franco-Escocesa contra Inglaterra. Eduardo –apodado Zancaslargas, por su talla imponente– respondió con una expedición de castigo contra Escocia en 1296, en la que capturó a Balliol y lo trasladó preso a Londres. Eduardo I mandó a sus tropas ocupar el reino y envió a funcionarios ingleses para gobernar el país.
Fue entonces cuando entró en escena William Wallace, poniéndose al frente de la resistencia contra el dominio extranjero. William Wallace pertenecía a una familia localmente influyente, puesto que su padre era un caballero y pequeño propietario rural y su madre la hija del sheriff del condado de Ayr. Se cree que hacia 1289 pasó un tiempo en el condado de Stirling con un tío suyo clérigo, quizá porque el destino natural de un hijo menor sin tierra y con capacidades intelectuales era la Iglesia. Se atribuye a ese tío capellán que Wallace adquiriera un sentido moral de la libertad mediante la lectura de los autores clásicos latinos, ideal que inspiraría su combate contra el poder inglés.
En 1297, William Wallace asaltó Lanark, al frente de una banda de 30 hombres y dio muerte a su sheriff en el castillo de la ciudad. A continuación, Wallace organizó un ejército campesino que obtuvo varios éxitos notables en su lucha contra las autoridades inglesas. Los demás nobles escoceses intentaron sumar sus fuerzas para combatir al ejército de ocupación, pero pronto se vieron forzados a rendirse. El único otro líder escocés que hizo avances en la resistencia fue Andrew de Moray.
El Guardián de Escocia
Wallace y Moray unieron sus tropas cerca de Stirling para vencer al grueso del ejército invasor, sorprendiéndolo cuando atravesaba un estrecho puente de madera sobre el río Forth. De la animadversión entre ambas naciones da idea lo sucedido al tesorero Hugo de Cressingham, un "hombre de la iglesia gordo y frívolo" que había guiado a los ingleses en su avance. Cuando intentaba huir, Hugo cayó del caballo, fue capturado y los escoceses le arrancaron la piel a tiras y se las repartieron. Tras dirigir una campaña de saqueo por el norte de Inglaterra, Wallace retornó para ser armado caballero y único Guardián de Escocia, un puesto insólito para alguien no perteneciente a la nobleza. Wallace llegó a gobernar una extensa parte de Escocia reconquistada a los ingleses.
Sin embargo, su buena estrella no duraría mucho. En 1298, Wallace se apostó con sus hombres cerca de Falkirk, para esperar al ejército inglés comandado por el propio Eduardo. Los escoceses se situaron frente a un terreno cenagoso y con un bosque detrás. Pero había cometido el error de ceder la iniciativa al enemigo. La caballería inglesa atacó por los flancos, evitando la ciénaga. Entonces empezaron a llover las flechas de los arcos largos galeses que Eduardo había incorporado a su ejército y los lanceros fueron cayendo en el sitio, hasta que los pocos que quedaban, incluyendo a Wallace, optaron por huir.
Traición y liberación
Después de la batalla de Falkirk, uno tras otro los nobles escoceses hicieron la paz con Eduardo, mientras Wallace se daba a la fuga. El cargo de Guardián de Escocia recayó en los dos nobles más influyentes, Robert Bruce y John Comyn. Tras obtener algún éxito contra las tropas inglesas, en 1304 el pequeño grupo de Wallace fue aniquilado y él se quedó solo, reducido a la condición de fugitivo. Al año siguiente, un caballero escocés al servicio de Eduardo lo delató cuando iba a entrevistarse con Bruce, quien a la sazón también estaba del lado de Eduardo para contrarrestar las ambiciones de Comyn, su rival por el trono escocés.
Tras ser arrestado, Wallace fue trasladado a Londres para rendir cuentas al rey inglés. El tribunal incriminó a Wallace por bandidaje y traición. Durante el proceso no le permitían hablar, si bien cuando pronunciaban la palabra "traidor" les replicaba que él siempre había sido un súbdito del rey escocés John Balliol (exiliado en Francia desde 1299), nunca de Eduardo. Como no podía ser de otra forma, William Wallace fue condenado a muerte. La ejecución se diseñó con sumo cuidado. Primero lo ahorcaron como asesino y ladrón, cortando la cuerda antes de que muriera. Luego lo mutilaron y le sacaron las tripas, por traidor a Inglaterra. Echaron al fuego su corazón, hígado, pulmones e intestinos, en castigo por los sacrilegios que había cometido al saquear bienes eclesiásticos ingleses, y por fin lo decapitaron. Su cabeza quedó ensartada en un poste en el puente de Londres y el resto de su cuerpo fue descuartizado.
Sin duda, la trágica muerte de William Wallace impresionó a sus compatriotas, aunque inicialmente no se produjo ninguna reacción. Para la aristocracia escocesa, la ejecución de Wallace –y algún otro compañero suyo– era un preliminar al acuerdo de paz y perdón que les ofrecía Eduardo. No se produjo tampoco ninguna protesta popular, quizá porque los escoceses se sentían derrotados, amedrentados y agotados por la larga guerra.
Sin embargo, en 1306 Robert Bruce volvió a cambiar de bando y reclamó para sí el trono escocés iniciando una nueva rebelión. Eduardo I murió al año siguiente, mientras se dirigía a sofocar el nuevo levantamiento, y Bruce aseguró la independencia de Escocia, con su victoria frente a Eduardo II. En 1320 los líderes de la nobleza y la iglesia de Escocia redactaron una carta al papa pidiendo el reconocimiento para su rey Roberto I. En las vibrantes palabras de la hoy conocida como Declaración de Arbroath, se reconoce el espíritu de Wallace, mucho más que el de Bruce y sus descendientes, los reyes Estuardo, ya que sitúa la voluntad y la libertad de la nación por encima del rey.
por Agustín Boero - 12 sep 2018
Todo el mundo conoce la historia de Robin Hood, el arquero inglés que con un grupo de fieles se refugió en los bosques de Sherwood para luchar contra la tiranía del príncipe Juan sin Tierra y del malvado sheriff de Nottingham, que aprovechan la ausencia del rey Ricardo Corazón de León para tratar de usurpar el trono. Esta imagen de Robin Hood, como el ladrón que roba a los ricos para ayudar a los pobres y el luchador de los derechos de los oprimidos súbditos contra la tiranía, nos ha llegado especialmente a través de la famosa novela de Walter Scott Ivanhoe, escrita en el siglo XIX.
Pero la popularidad de Robin Hood en Inglaterra es muy anterior a esa fecha y la imagen idealizada del arquero de Sherwood y sus alegres compañeros ya se cantaba en las tabernas inglesas en los siglos XIII y XIV. Pero, ¿existió realmente Robin Hood? y si lo hizo, ¿fue realmente el protagonista de todos los hechos que se le atribuyen? La respuesta es que, si bien no existió una persona real llamada Robin Hood que se dedicara desde los bosques de Sherwood a atacar a Juan sin Tierra y al sheriff de Nottingham, sí que existieron algunos personajes de diferentes épocas, con diferentes nombres y protagonistas de diferentes hechos que poco a poco fueron creando en el imaginario inglés la figura del ladrón bueno que se oponía a las injusticias que sufrían los siervos ingleses y al que pusieron por nombre Robin Hood.
Decíamos que algunas de las hazañas relacionadas tradicionalmente con Robin Hood proceden de personajes reales. Un ejemplo es lo relativo a la lucha de los sajones contra la dominación normanda. Esta parte de la leyenda parece venir directamente de un sajón llamado Hereward El Proscrito. En 1066, tras la derrota del rey sajón Harold Godwinson en la batalla de Hastings a manos del duque de Normandía Guillermo el Conquistador, se produjo la conquista normanda de Inglaterra. Los habitantes sajones del país trataron de oponerse a la misma y fueron brutalmente sometidos por el ejército normando, pero algunos de ellos siguieron resistiendo. Hereward lideró uno de estos grupos que (como Robin Hood y sus compañeros) se opusieron a los ocupantes normandos, y que (también como Robin y compañía) se refugiaron en un lugar boscoso y pantanoso, cercano a Ely, desde el que se dedicaban a atacar a las patrullas normandas y fueron conocidos como “hombres de los bosques”. Una de sus principales hazañas fue el asalto al monasterio de Peterborough para apoderarse de sus riquezas, pero no para venderlas ni hacerse ricos con ellas, sino para protegerlas de la rapiña de los invasores normandos.
Un cronista del siglo XV identifica a Robin Hood con un personaje real que se unió a la rebelión liderada en 1263 por Simon de Montfort contra el rey Enrique III (hijo de Juan sin Tierra). Este forajido, de nombre Roger Godberg, buscó refugio en el bosque de Sherwood desde donde lanzaba ataques contra las patrullas reales. Lo cierto es que cuando la rebelión fracasó y de Montfort fue ejecutado en 1265, muchos de sus seguidores fueron desposeídos de sus tierras y sus bienes y tuvieron que huir a los bosques desde los que atacaban a los viajeros de los caminos para poder subsistir.
Respecto del nombre de Robin Hood existen diversos registros en los que aparece dicho nombre o alguno parecido, aunque ello no quiere decir que todos formaran parte de la leyenda que dio origen al personaje. Así, en 1216 un hombre con ese nombre, sirviente del abad de Cirencester, fue detenido acusado de asesinato. En 1225 un tal Robert Hood fue desposeído de todos sus bienes por el sheriff de Yorkshire en pago de las fuertes deudas que había contraído. Años después, ese mismo sheriff, que antes había desempeñado el mismo cargo en Nottingham, fue encargado de perseguir a un notorio forajido de nombre Robert de Wetherby al que terminó deteniendo y colgando, aunque no existe constancia de que fuera el mismo que Robert Hood. Desde finales del siglo XIII empezó a aparecer en diversos registros judiciales el nombre Robehod o Robinhod como un nombre genérico de los forajidos perseguidos por la justicia.
Sea como fuere, poco a poco se fueron generalizando los cuentos sobre Robin Hood, como el símbolo del valiente inglés de a pie que lucha con sus medios contra la opresión de las autoridades reales. Sin entrar en muchos detalles, durante los siglos XII, XIV y XV, existieron numerosas fricciones entre los reyes ingleses de la dinastía Plantagenet que se referían entre otras cuestiones a algunas recurrentes en la leyenda de Robin Hood: las abusivas recaudaciones de impuestos que los oficiales llevaban a cabo en los condados ingleses para financiar sus guerras en Francia y Escocia y la prohibición de cazar, pescar o cortar leña en los bosques reales, regulada en una normativa denominada Forest Charter, cuya extensión y limitaciones de uso ocasionaron más de una rebelión contra el rey y los oficiales de turno. Una de ellas, conocida como Revuelta de los campesinos, tuvo lugar en 1381 (justo en el momento en que se generalizaban las baladas sobre Robin Hood) y tuvo como destinatarios a los funcionarios reales que recaudaban los impuestos para el joven rey Ricardo II (también descendiente de Juan sin Tierra).
Y así, a partir del siglo XV se comenzó a representar a los personajes de Robin Hood, Little John, Lady Marian y Fray Tuck en los llamados May Day Games, una celebración de la primavera de origen pagano que, fue adoptada por los cristianos. En todas las tabernas del país se cantaban las baladas de Robin Hood como un hombre del pueblo cuyos enemigos eran los grandes nobles, sheriffs, obispos y arzobispos y que luchaba contra la opresión sin atacar a los pequeños caballeros ni a los sacerdotes de los pueblos y condados.
En resumen, el origen de la leyenda de Robin Hood parece que procede de la suma de diferentes personajes que se identifican con alguna de las hazañas que conocemos de él, con su nombre o con los lugares donde se desarrollaron sus aventuras. Un lugar especialmente identificado con Robin Hood es el castillo de Nottingham, en el que incluso existe una estatua representándolo con su inseparable arco.
La Gran Hambruna de 1845
Causa del nacionalismo y del sentimiento anti-inglés del pueblo irlandés
por Agustín Boero
7 ago 2018
Si un día tenés la oportunidad de dar un paseo por la bellísima ciudad de Dublín, capital irlandesa, no tardarás en toparte con varios monumentos, estatuas o placas que hacen una reminiscencia a una gran hambruna ocurrida en la década de 1840. Desde la ignorancia parece una hambruna más en la historia, aunque ocurre que, para la mentalidad irlandesa, fue un hecho disruptivo en el despertar nacionalista y el sentimiento anti-inglés.
La Gran Hambruna Irlandesa fue una tragedia demográfica y social producida entre 1845 y 1849, años donde, producto de la escasez de papas (alimento básico en la dieta irlandesa de entonces) y varios brotes de tifus, cólera y viruela perderían la vida casi un millón de irlandeses, mientras otro millón abandonarían Irlanda partiendo a nuevas tierras (Estados Unidos, Argentina, Australia, etc.).
La crisis se produjo a partir de una plaga de tizón tardío que afectó las cosechas de papas que se realizaban anualmente. Se estima que en Irlanda el 80% de la población aún vivía en zonas rurales y se dedicaba a tareas ligadas a la producción primaria, siendo la cosecha de papas, la tarea más resonada. En el campo, los campesinos irlandeses trabajaban para hacendados y terratenientes de origen inglés (puesto que desde el siglo XVII, las tierras irlandesas estaban en manos de propietarios ingleses gracias a varias leyes dictadas por Oliver Cromwell). Las tierras no estaban siquiera en manos de los propios campesinos, sino que vivían en una especie de subordinación constante a las directivas de la clase política inglesa.
Cuando las cosechas empezaron a sufrir las consecuencias de la plaga, algunos representantes irlandeses solicitaron ayuda crediticia y envío de comida para ayudar al campesinado que estaba siendo golpeado por la crisis. Es allí donde los políticos ingleses mostraron su rostro más inhumano: el por aquel entonces tesorero del Imperio Británico, sir Charles Trevelyan, propuso que el Estado británico nada tenía que hacer para socorrer a los campesinos irlandeses y que la situación humanitaria podría saldarse mediante la iniciativa privada (sosteniendo los principios del libre mercado total de Adam Smith, sin injerencia estatal en ningún campo). Y es que también por aquel momento, una teoría tan dañina como la teoría de Malthus, sostenía que ante el temor de una sobrepoblación mundial era conveniente dejar actuar a los "reguladores naturales" de la población (hablamos de sequías, hambrunas, epidemias, etc.). Si unimos el maltusianismo con el libre mercado total sin injerencia estatal hasta en tiempos de catástrofe humanitaria, tenemos como consecuencia el accionar de la clase política inglesa en 1845 frente a la hambruna.
Ante esta negativa inglesa a socorrer al campesinado irlandés, las malas cosechas trajeron consigo hambre. Y el hambre, más una precaria higiene, volvieron realidad un viejo temor: las epidemias. Brotes de tifus, viruela y cólera explotaron en toda la gran isla irlandesa. Las personas en su desesperación huyeron del campo hacia las ciudades buscando comida, médicos o alguna ayuda. Lejos de eso, el problema llegó a las ciudades irlandesas, y a la complicación del hambre se sumó una isla plagada de epidemias que estaban causando estragos.
Está situación desesperante no duró unas semanas, tampoco unos meses, sino años, cuatro para ser precisos. El punto crítico fue en 1847 cuando la isla completa fue declarada en una especie de cuarentena, y la Royal Navy que tanto custodiaba los mares del mundo, hizo de cordón sanitario para que la gran isla británica (compuesta por Escocia, Inglaterra y Gales) no recibiera infectados ni hambreados procedentes de Irlanda. De ahí, que los barcos irlandeses cargados de familias desamparadas partían casi siempre al continente americano.
Mientras la crisis golpeaba brutalmente al campesinado, los terratenientes ingleses seguían queriendo cobrar sus impuestos sobre la tierra y realizaban las requisas correspondientes llevándose lo poco que las familias golpeadas por el hambre podían recolectar. En medio de ese panorama desolador, el campesinado irlandés se resignó a rezar -por su fuerte creencia católica- y esperar que la situación en algún momento mejorara, lo que ocurrió recién a finales de 1848, y a duras penas.
Al acabar aquella gran hambruna y los principales brotes infecciosos para el verano de 1849, se empezó a hacer un balance demográfico de lo ocurrido. Se estima que hasta 1845, Irlanda poseía casi 8 millones y medio de habitantes... Luego de la gran hambruna, la población había bajado a 6 millones y medio, por lo que se calcula que más de 900.000 mil personas murieron por hambre o producto las enfermedades, mientras un millón de personas abandonaron la isla hacia diferentes rincones del mundo huyendo de la situación.
La Gran Hambruna Irlandesa funcionó desde entonces como el gran aglutinador del nacionalismo irlandés, que renacería con fuerza hacia fines del siglo XIX sostenido en dos principios: el republicanismo y el sentimiento anti-inglés. Al día de hoy, en Irlanda permanece el recuerdo intacto de un pueblo que ha perdonado, pero no olvida aquellos hechos trágicos del pasado.