La Revolución Francesa,

una conquista de todos los hombres

por Agustín Boero

27 nov 2017

 

 

La Revolución Francesa ha sido enseñada y aprehendida en la cultura occidental como uno de los pilares esenciales para explicar la Edad Moderna (junto con la Revolución Industrial, que tendrá su principal referente en la Inglaterra de fines del Siglo XVIII) y la sociedad occidental, por su impacto en la conquista de derechos y libertades para todos los hombres.

 

Es innegable que la Revolución Francesa marcó un quiebre de aguas en la historia de Europa. La sociedad del Antiguo Régimen (una sociedad feudal encasillada en su lógica de don y contra don y en el consumo suntuario) se colapsó a pesar de sus diversos intentos por sobrevivir. Podríamos hacer referencia a las reformas ilustradas que trataron de fortalecer al Estado absolutista a la luz de las nuevas corrientes del pensamiento, pero que resultaron más perjudiciales que la enfermedad que se planteaba atacar.

 

Ahora bien, más allá de los sucesos y etapas de la revolución, ¿es realmente la Revolución Francesa una revolución que dejó un legado para todos los hombres? Para eso, vamos a realizar un breve análisis de los actores del 3º Estado que participaron activamente de la misma y que corrieron suertes dispares.

 

Burgueses

Los cerebros tras la revolución, confluyeron en el movimiento cultural e ideológico-político que representó el Iluminismo para el siglo XVIII. Es importante recalcar que al hablar de burgueses estamos refiriéndonos a la alta burguesía, aquella que había logrado reunir un gran capital en sus manos pero que le era imposible congeniar con el modelo político-económico que imperaba en el Antiguo Régimen. ¿Por qué? Las prácticas económicas, sus objetivos e incluso sus ideales diferían en algunos puntos con respecto a la antigua aristocracia de los Borbones, a pesar de que los burgueses eran el principal actor dinámico y sostén de la economía francesa. Es decir, el espacio económico se hallaba conquistado por la burguesía, pero la esfera jurídico-política era dominada aun por la antigua nobleza con sus ideales nobiliarios, su prestigio y sus ideas “arcaicas”.

 

Mujeres

Aunque participaron activamente de la revolución (llegaron a crear los “Derechos de la Mujer y la Ciudadana”, aunque nunca fueron aprobados por la Asamblea Nacional), una vez logrado el objetivo primordial de la burguesía fueron desplazadas al ámbito privado. Desde la concepción ilustrada, la mujer no podía ocupar la misma posición ni participación pública que el hombre. Es más, hay quienes llegaron a caracterizar a la mujer como un infante que debía estar al cuidado de su marido porque no era capaz de controlar sus pensamientos o formas de obras. Machismo ilustrado en su mayor expresión.

 

Sans-culottes

Pobres, trabajadores, artesanos y pequeños burgueses de la ciudad parisina, que fueron la punta de lanza a la hora de tomar la Bastilla el 14 de julio de 1789. Irrigados con la ideas de libertad, fraternidad e igualdad, las llevaron hasta puntos que no eran imaginados o aceptados por los burgueses idearios de la Revolución. Con prácticas asamblearias, de democracia directa y juicios populares, pronto se convirtieron en un peligro para el ala más conservadora de los revolucionarios. Podríamos decir que su representante más radicalizado fue Robespierre, aunque él mismo haya dejado de lado las formas de democracia directa porque consideraba que eran un peligro para la situación en que se encontraba la revolución.

 

Esclavos

Aquí hayamos otros de los elementos que mayor contraste genera cuando queremos pensar en la revolución de todos los hombres. Los esclavos eran la base sobre la que se construían las explotaciones de latifundios en las colonias francesas en el Caribe. Sin derecho de ningún tipo, condiciones inhumanas de trabajo y vida, los esclavos recibieron esperanzados las noticias de cambio que llegaban de Europa. La desilusión fue enorme cuando los representantes revolucionarios no los reconocieron en igualdad de derecho que los franceses blancos e incluso planteaban mantener la esclavitud. Fue la gota que rebalsó el vaso… En 1791 comenzaría la revolución de Saint-Domingue, que culminaría con la formación de Haití.

 

En síntesis, la revolución que se inició en 1789 se constituyó como base de la sociedad moderna. Pero si realizamos un análisis crítico, veremos que esta revolución para todos los hombres, en realidad, se limita a un segmento de los hombres: hombres blancos, hombres ricos, hombres letrados.

 

Esta será la nueva clase dirigente, la burguesía triunfante. Una burguesía que deberá buscar la hegemonía política para asentarse definitivamente frente al resto de la sociedad que comenzaba a configurarse tras el periodo revolucionario en Europa. Es en esta búsqueda de legitimidad, que se termina construyendo la idea de que la Revolución francesa fue para todos los hombres.

 

17 de octubre,

el origen del “mito” del Estado peronista

por Agustín Boero

09 nov 2017

 

 

¿Qué es un mito? Según la Real Academia Española, al mito se lo puede definir como “Persona o cosa rodeada de extraordinaria admiración y estima” o “Persona o cosa a la que se atribuyen cualidades o excelencias que no tiene”.

 

Las personas necesitan de mitos fundacionales que reúnan características únicas o extraordinarias para constituirse en grupos más complejos de relaciones sociales, así hablemos de clanes o tribus en torno a un antepasado común, ciudades-estado con su padre fundador; o las formas más modernas que son los Estados-nación, en torno a los héroes nacionales.

 

En el caso de este breve artículo vamos a referirnos al peronismo y su “mito fundacional” con respecto a la clase obrera. Aquí no vamos a hacer una reconstrucción hecho por hecho de cómo Perón se vincula con el poder de facto de 1943, pero si vamos a rescatar su función como Secretario de Trabajo y Desarrollo Social durante dicho gobierno.

 

Perón iba a constituir un nuevo tipo de relación institucional con los obreros y especialmente con los sindicatos. En un contexto marcado por una conflictividad social latente y una pugna ideológica mundial (fascismo vs. antifascismo) que repercutía a nivel nacional, Perón representará un elemento discordante entre las fuerzas políticas de la época. Aunque de formación castrense, logró darse cuenta de que para lograr una hegemonía política dentro de la Argentina era necesario incluir a las nuevas masas proletarias dentro del Estado. Proletariado que había comenzado a ganar peso a partir de los primeros años del siglo XX, pero especialmente con la transformación económica que se comienza a aplicar a partir de la crisis mundial de 1929.

 

Perón, desde la Secretaria de Trabajo, llevará adelante una serie de medidas que lo acercarán a la clase obrera. La conquista de nuevos derechos y el saneamiento de antiguos reclamos postergados por las clases dirigentes nacionales.

 

Ahora bien, ¿Perón era un socialista latinoamericano que quería acabar con el capitalismo? Por supuesto que no, no estaba ni cerca de serlo. Perón buscaba armar un amplio campo de apoyo nacional, que tuviera como bases a la Iglesia (aunque más tarde este “enamoramiento adolescente” se va a resentir), las Fuerzas Armadas (no olvidemos que era el General Perón), la burguesía nacional y la clase trabajadora, representada por los sindicatos.

 

Una vez logrado el apoyo de los trabajadores y del evento histórico del 17 de octubre de 1945, que marcó la definitiva “intromisión” de las clases populares en el ámbito político (recordemos que Perón había sido removido de su cargo dentro del gobierno de Ramírez y que esta manifestación popular marcó su retorno al escenario), Perón llegará al máximo cargo político de la Argentina como Presidente de la Nación.

 

Desde allí, se dedicará a consolidar su poder ganando adeptos y enfrentando a sus detractores. Y aquí es interesante que uno de esos detractores será el propio movimiento obrero. Habiendo accedido a la presidencia a través del Partido Laborista (un partido con base sindical de reciente creación), se dedicará a reemplazar sistemáticamente a la cúpula sindical por allegados propios o más proclives a aceptar sus medidas. Esta “peronización” de la clase sindical muestra una de las características, que a mi entender, explica el fenómeno de la relación entre Perón y los obreros.

 

El peronismo se basó no en los obreros sino en un movimiento nacional, donde los obreros jugaban una parte importante pero no exclusiva del armado de poder. Los líderes sindicales ganaron en poder económico e interno en su nueva relación con el Estado, pero a costa de sacrificar su independencia política.

 

Esta es, en última instancia, la verdad que aflora del 17 de octubre, el día de la Lealtad peronista. El sacrificio de la clase obrera como actor político independiente de una clase dirigente ajena a la clase popular, pero que valiéndose de diversos medios logró establecer una relación favorable para sus intereses y para el mantenimiento del status quo del capitalismo nacional.

 


HACIENDO HISTORIA

 

¿Por qué estudiar Historia?

Breve reflexión de un estudiante

por Agustín Boero

30 oct 2017

 

 

Uy… Historia; debés de leer mucho”. “A mí siempre me resulto pesado o aburrido, pero si a vos te gusta”. “Seguro que tenés que memorizar un montón de fechas”.

 

Estas tres frases y algunas más pasan por mi mente a la hora de pensar el porqué de estudiar Historia. Hagamos una primera aclaración: “historia” es el conjuntode fenómenos sociales que ocurren en el tiempo y modifican a las sociedades humanas . Y “Historia” es la disciplina científica que analiza y estudia los fenómenos sociales que transcurren a lo largo del tiempo.

 

La confusión y la simplificación de la Historia como una disciplina que se centra en la mera memorización de fechas y la repetición sistemática, es algo que nos acompaña a los estudiantes universitarios/terciarios, así como a los prestigiosos profesionales que han hecho significativos aportes al campo académico. La Historia va más allá de eso, implica un análisis de muchos factores (sociales, culturales, económicos, religiosos naturales, etc.) que nos permiten explicar por qué los diferentes sucesos históricos ocurrieron de tal o cual forma.

 

Existe en el “sentido común” una ambigua relación con la historia y los historiadores, que podríamos sintetizar en una idea que nos va a acompañar en lo que resta del texto: la historia es de todos.

 

O Ahora bien, ninguno de nosotros sabe con exactitud todo el proceso previo por el cual los rayos se generan, caen a tierra, y su energía se dispersa. La mayoría de la gente no se atrevería a cuestionar la opinión de meteorólogo en torno a un tema como este. Pero… ¿por qué no ocurre lo mismo con la Historia? Creo yo, que la Historia (así como el resto de las ciencias sociales) forma parte del entramado cultural de toda sociedad y por ende siempre está en la mesa de debate. La historia es pasado y presente, y hoy en día más presente que nunca cuando surgen términos como “El relato” o la “Posverdad” para explicar las construcciones o relecturas periodísticas e históricas que se hacen.

 

¿Esto quiere decir que cualquier opinión es válida? Claro que no, pero sí debe ser tenida en cuenta para la construcción de la memoria colectiva de los hechos, es decir “la visión que tenemos sobre aquello que pasó”. De hecho, la memoria colectiva constituye uno de los pilares que se analiza dentro de la historia para comprender el pensamiento de una época.

 

La Historia como disciplina, y los historiadores como principales actores, deben ser capaces de construir una mirada objetiva de la realidad pasada, realizando una tarea responsable en la construcción de nuevo conocimiento. Esto no desconoce las cargas valorativas o ideológicas que todo ser humano acarrea por su vida personal o comunitaria, sino más bien que enriquece su construcción del conocimiento histórico.

 

Prometo no ser tan pesado en las próximas columnas (ya hablaremos de martillazos, de “sincalzas” y otras cosas más), pero creía necesario realizar una breve reflexión de por qué estudiar Historia y las diferentes historias. Cuanto más comprendamos las historias de los hombres, más tolerantes nos volveremos y más capaces de apreciar el desarrollo de nuestro tiempo sobre la faz de la Tierra.