A 100 años de la Revolución rusa,

el día que el capitalismo tembló (Segunda parte)

por Agustín Boero

27 dic 2017

 

 

En esta segunda parte, hablaremos acerca de la guerra civil rusa y del proceso que se abre tras su finalización en 1923 con la muerte de Lenin y el ascenso meteórico de Stalin como líder indiscutido de la URSS.

 

En poco tiempo, el nuevo régimen establecido en las jornadas de Octubre por los bolcheviques debió hacer frente a los contrarrevolucionarios y las potencias extranjeras que querían acabarlo. Para hacer frente a la resistencia armada, los bolcheviques debieron poner en pie un nuevo ejército que fuera competente a pesar de las penosas condiciones económicas. El encargado de la tremenda tarea fue León Trotsky, quien en uno de los afiches de 1918 aparece matando, cual santo bíblico, a un dragón contrarrevolucionario.

 

La guerra se desarrolló en condiciones penosas, donde el tifus era un enemigo más mortal que las balas que recorrían los diversos frentes abiertos por los zaristas y los socialistas desplazados por los bolcheviques. A pesar de hallarse rodeadas de enemigos, poco a poco, las fuerzas del Ejército Rojo se fueron imponiendo y derrotando, sucesivamente, a los “blancos”. La clave de tal triunfo residió en que los enemigos actuaban de forma autónoma y descoordinada, por lo que no pudieron aprovechar su superioridad numérica contra un enemigo mucho mejor organizado. Pero los costos, en términos de ruina económica, muertes en la guerra y hambrunas, migración y agotamiento físico y moral de las bases comunistas, resultan incalculables y dejaron numerosas secuelas.

 

El “comunismo de guerra”, establecido por los bolcheviques durante los cruentos años de guerra, había minado su legitimidad frente a los obreros, quienes perdieron paulatinamente el control de las fábricas a manos de los funcionarios designados por el nuevo régimen; y frente a los campesinos, que sufrieron las constantes requisas de alimentos para mantener firme al Ejército Rojo. La economía se encontraba en una situación calamitosa… era hora de una Nueva Política Económica (NPE).

 

Esta NPE tenía como principal objetivo restablecer los valores de producción/económicos previos al inicio de la Primera Guerra Mundial y, eventualmente, lograr superar a los países capitalistas. Para ello, era necesario tomar una serie de medidas que relajaran el control y la intervención estatal, estableciendo un régimen económico mixto (una economía estatizada en sus sectores más estratégicos combinada con espacios de mercado) donde el campo jugó un papel protagónico. Pero esta NPE debía superar los cuestionamientos dentro del propio partido bolchevique, en el que abundaban las suspicacias sobre la efectividad de las nuevas medidas sostenidas por Lenin, Trotsky y Bujarin.

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En 1923, Lenin muere… La revolución había avanzado en torno a los experimentos políticos, económicos y sociales como respuestas a los cambios circunstanciales del contexto nacional e internacional. Quizás estos cambios también respondan, no solo al seguimiento de una ideología, sino también a una mirada pragmática y crítica de la realidad. En otras palabras, la supervivencia del proceso revolucionario y la carrera hacia la instauración de un comunismo real podía estar marcado por desvíos y retrocesos, pero sin perder nunca la meta final.

 

Con la muerte de Lenin, la figura de Stalin marcará un nuevo periodo donde los espacios de expresión, de experimentación y la disidencia serán eliminados. Stalin llevaría adelante una brutal colectivización del campo, un proceso de industrialización pesada acelerada y la centralización económica mediante la destrucción de los mercados surgidos de la NPE. Complementariamente, avanzó hacia un Estado totalitario a través de un régimen de terror donde las purgas de los referentes de la revolución de 1917 y del Ejército Rojo se saldaban con el trabajo forzado en los gulag o el fusilamiento. Irónicamente, el stalinismo retomará muchos valores propios del zarismo con respecto al orden y la disciplina, aunque llevará a una etapa dorada el crecimiento cuantitativo de la producción y de la economía soviética.

 

En fin, el periodo de convulsiones internas que se desencadenó en la Rusia zarista de 1905, dio paso a unos de los procesos históricos más significativos y entrañables del siglo XX. La puesta en marcha de una revolución socialista triunfante, con amplias y variadas experiencias que trajo aparejadas consecuencias insospechadas, es quizás el hito más redundante del siglo XX, al demostrar que el progreso de la humanidad no es necesariamente guiado por el capitalismo: la alternativa siempre está presente. Quizás no sea el socialismo leninista; o el stalinismo, que demostró sus rasgos más monstruosos, pero quizás…

 

La alternativa está planteada, quizás sea solo cuestión de pensarla.