por Candela Saldaña - 05 ago 2019
Entre 1814 y 1824 se desarrolló la segunda etapa de la lucha por la independencia de la América española. San Martín y Bolívar dirigieron acciones militares coordinadas que permitieron poner fin al dominio español en América del Sur. El primero emprendería sus campañas militares desde las Provincias Unidas al sur; y Bolívar, desde Venezuela al norte. Ambas fuerzas debían converger en el principal bastión realista, el Perú. Para llevar a cabo este plan continental tuvieron que organizar ejércitos más disciplinados y coordinar sus acciones.
Ante los sucesivos fracasos de las campañas al Alto Perú, San Martin concibió el plan de derrotar a los españoles primero en Chile y luego, por medio de una expedición marítima, en el Perú. Así se lograría aislarlos en el Alto Perú, región que quedaría como el último lugar a liberar en América del Sur. Para formar el ejército que cruzaría la cordillera de los Andes hacia Chile, asumió como gobernador de Cuyo en 1814. Desde 1816, el nuevo director supremo, Juan Martin de Pueyrredón, colaboró activamente, enviando dinero y recursos materiales para equipar a las tropas.
En el campamento de El Plumerillo, en Mendoza, fray Luis Beltrán dirigió un taller en el que hacían y reparaban armas. Se reunieron provisiones para alrededor de un mes: ganado en pie, galletas, harinas de maíz tostada, charqui (carne saldada), queso, vino, yerba mate, azúcar y ají picante. Para el mareo que provoca la altura llevaban ajos y cebollas. Se prepararon mantas y ponchos para abrigar a hombres y animales. Como el cruce debía ser hecho a lomo de mula, se alistaron 7.359 mulas de silla, además de las 1.922 para carga; y para cuando hubiera que pelear, 1.600 caballos. Atento a la salud de sus hombres, San Martín llevo 47 médicos de campaña. El Ejército de los Andes llegó a reunir más de 5.000 hombres.
A mediados de enero de 1817, el Ejército de los Andes comenzó el cruce de la cordillera por seis pasos diferentes. Dos columnas principales atravesaron por los pasos de Uspallata, al mando de Gregorio de Las Heras, y de Los Patos, bajo las órdenes de San Martin y del militar Bernardo de O’Higgins. Por los otros pasos –dos al norte y dos al sur de los principales- marcharon pequeños grupos de cien y doscientos hombres. A principios de febrero, las tropas llegaron a tierra chilena. Con el fin de confundir a los españoles de Chile, San Martin preparó un sistema de espionaje, al que denominó “guerra de zapa”.
Cuando faltaba poco para el cruce, dio información falsa sobre la cantidad de soldados y las rutas que seguirían a los pehuenches, los indígenas que controlaban los pasos al sur de los Andes. Tal como esperaba, estos vendieron esta información a los españoles. También envió al ingeniero Álvarez Condarco a Santiago de Chile para que averiguara datos sobre las fuerzas enemigas y reconociera los pasos cordilleranos.
El 12 de febrero de 1817, el Ejercito de los Andes derrotó a los españoles en la batalla Chacabuco. San Martin distribuyó su ejército en dos divisiones: la que debía avanzar por la derecha, la confió a Soler; y la de la izquierda, a O’Higgins. Ambas debían efectuar un ataque simultáneo y convergente sobre las posiciones enemigas. O’Higgins avanzó sin dificultad y olvidando la consigna, atacó de inmediato a las tropas realistas, pero fue rechazado. Advertido San Martín de que el combate se había iniciado antes de tiempo, ordenó a Soler que apurase su avance y luego embistió personalmente al enemigo con sus granaderos. En esas circunstancias, la división de Soler atacó el flanco izquierdo y los soldados enemigos buscaron su salvación en la huida.
Los españoles tuvieron 500 muertos, 600 soldados cayeron prisioneros y dejaron en el campo de batalla gran cantidad de armas, municiones, varias banderas y estandartes. Las pérdidas de los patriotas fueron escasas: 12 muertos y 120 heridos. En la mañana del 14 de febrero, San Martin entró con su ejército en la ciudad de Santiago, entre las aclamaciones de la multitud, aunque con su acostumbrada modestia eludió todos los homenajes. Igual actitud asumió cuando un Cabildo Abierto le quiso entregar el gobierno: entonces fue designado Director Supremo del Estado de Chile el general O’Higgins, quien declaró de inmediato la independencia chilena. Después de la derrota de Chacabuco, los realistas se agruparon al sur del territorio chileno. En marzo tomaron el campamento patriota de Cancha Rayada. A pesar de los esfuerzos de Mariano Osorio al frente de una flota con tropas de refuerzo y el ejército argentino-chileno comandado por San Martin la derrota fue inevitable. Sería la única batalla perdida del Ejército de los Andes.
Sobre la base de la división que había salvado de Las Heras, el general San Martin reorganizó su ejército y a mediados de abril contaba con 5.500 hombres, agrupados en nueve batallones: cinco chilenos y cuatro argentinos. La batalla de Maipú se libró el 5 de abril de 1818. San Martín dividió su ejército en tres cuerpos. La derecha, a las órdenes de Las Heras; la izquierda, al mando de Alvarado; y la reserva, dirigida por el general Hilarión de la Quintana. El triunfo del ejército unido aseguró la libertad de Chile y consolidó al mismo tiempo la independencia de la Argentina, amenazada por los realistas a través de los Andes. Permitió contar con una base segura para la expedición al Perú y sembró el desconcierto entre quienes apoyaban aún la causa del rey en tierras americanas.
Batalla de Maipú
En 1820, una flota al mando del irlandés Thomas Cochrane partió de Valparaíso rumbo al Perú, donde se libró la guerra contra los realistas por mar y por tierra. El dominio de las aguas era indispensable para llevar la guerra al Perú, el fuerte baluarte realista en América del Sur; y de acuerdo con un plan concebido por San Martin, se fue materializando en Chile la formación de una escuadra. Finalmente, logaron equiparse ocho naves de guerra y dieciséis transportes con 1600 tripulantes a las órdenes del almirante Cochrane. En ellas embarcaron 4300 soldados, de los cuales 2.300 eran argentinos del Ejército de los Andes y 1.800 pertenecieron al ejército de Chile. Mandaba con carácter de jefe supremo la expedición el general San Martin y lo acompañaban como integrantes del Estado Mayor los generales Las Heras y Antonio Álvarez de Arenales y el ex gobernador de Cuyo, Toribio Luzuriaga.
En 1821, San Martin logro apoderarse de Lima. El 28 de julio declaró la independencia peruana y fue nombrado Protector del Perú. En ese cargo, tomó medidas liberales como la abolición de la esclavitud y del tributo indígena y la difusión de la educación pública.
A más de 200 años de la mayor operación político-militar efectuada en el marco del proceso revolucionario y las guerras por la Independencia americana en el siglo XIX, nos encontramos con un personaje que se inmortalizó con un coraje que supo plasmar en el sentir de sus tropas y canalizó en vastos territorios americanos los ideales de la libertad. Dejando ver que hace más ruido un hombre gritando que cien mil que están callados.