por Candela Saldaña - 15 sep 2019

 

Ramona Victoria Epifanía Rufina Ocampo, hermana mayor de Silvina Ocampo (importante escritora de nuestro país), nació en Buenos Aires, en una familia de la alta sociedad argentina, el 7 de abril de 1890.  Junto con sus padres, realizó a los seis años el primero de sus numerosos viajes a Europa.  De sus estudios en la universidad parisina de la Sorbona surgió su respeto por la cultura europea y su obsesión por introducirla a nuestro país.

 

El contacto con intelectuales y artistas de su época fue algo que caracterizó la vida de Victoria.  En 1916 conoció a José Ortega y Gasset, en una visita del intelectual español a Buenos Aires.  También se codeó con Hermann Keyserling, Pierre Drieu La Rochelle, Eduardo Mallea y Waldo Frank, entre otros.

 

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1960

 

La publicación en 1924 de su opera prima (De Francesa a Beatrice) impulsó a Victoria a continuar su obra literaria.  Pero quizás la obra que más la caracterizaría sería la fundación, en 1931, de la revista Sur, que en sus inicios financió con su fortuna.  En ella escribieron muchos de los escritores más importantes del siglo XX, como Octavio Paz, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Thomas Mann y Henry Miller.  El objetivo de Sur fue divulgar la mejor literatura de la época y, a su vez, tender un puente cultural entre los intelectuales argentinos y la vida literaria de Europa y los Estados Unidos.  Dos años más tarde, también fundó la editorial del mismo nombre.

 

Los ’30 fueron una década bisagra para Victoria.  En 1936, junto con María Rosa Oliver y Susana Larguía, participó de la fundación de la Unión Argentina de Mujeres (UAM), la primera agrupación feminista del país, cuyo objetivo era luchar por los derechos civiles de las mujeres.  Expresando Victoria que “Lo que los hombres, fuera de una minoría que bendigo, no parecen comprender, es que no nos interesa en absoluto ocupar su puesto sino ocupar por entero el nuestro”.  En su ensayo titulado “La mujer y su expresión”, la escritora reflexionó acerca de la marginación de las mujeres en el contexto patriarcal y sobre su dificultosa relación con la cultura moderna, aspectos que de algún modo sintetizaban el problema de la búsqueda de una expresión femenina autónoma.  La UAM comenzó a expandirse y se formaron subcomisiones y filiales en ciudades del interior, a la vez que se ofrecían conferencias, reuniones públicas y se repartían panfletos donde se divulgaba la necesidad de obtener: Los derechos civiles y políticos de la mujer, el incremento de leyes protectoras de mujeres en la industria, la agricultura o el servicio doméstico; amparo a la maternidad, protección del menor, desarrollo cultural y espiritual de la mujer, la paz mundial y la disminución y prevención de la prostitución.

 

Durante la Segunda Guerra Mundial, Victoria se identificó con la militancia dentro del campo antifascista.  De hecho, al finalizar el conflicto fue una de las asistentes a varias de las sesiones del Juicio de Núremberg, convirtiéndose en la única latinoamericana en estar presente ese día.  Por eso, la llegada al gobierno de Juan Domingo Perón despertó en ella un fuerte sentimiento opositor.  Su fuerte militancia dentro del campo antiperonista llevó, incluso, a ser arrestada y allanada durante una estadía en Mar del Plata por cinco oficiales de policía y un comisario, y posteriormente remitida a Buenos Aires como presa política a la cárcel femenina de El Buen Pastor, en San Telmo.  Ahí convivió con prostitutas y demás criminales femeninas recluidas, procesadas o condenadas por delitos comunes.​

 

Ocampo, en referencia a ese episodio, comentó que “…en la cárcel uno tenía la sensación de que tocaba fondo, vivía en la realidad”.  ​Dos días después de su arresto, su amiga Susana Larguía, compañera fundadora de la UAM, fue encarcelada; y con anterioridad, Norah Borges y su madre, Leonor Acevedo, de entonces 77 años, habían sido arrestadas acusadas de escándalo en la vía pública.

 

La noticia de su arresto llegó al extranjero y Aldous Huxley en conjunto con Waldo Frank, encabezaron el Comité Internacional para la Liberación de los Intelectuales Argentinos; mientras que The New York Times publicó una nota de protesta exigiendo la libertad no solo de Ocampo sino también de muchos autores como Francisco Romero, Adolfo Lanús y Roberto Giusti.  El primer ministro de la India, Jawaharlal Nehru, insistió en la liberación de la escritora y Gabriela Mistral le envió un telegrama a Perón el 27 de mayo con el mismo fin.  Finalmente, Ocampo fue liberada en la noche del 2 de junio luego de 26 días de arresto.

 

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Victoria Ocampo

 

La caída del peronismo en 1955 fue vivida por Ocampo y por los intelectuales de Sur como un momento de liberación.  En el famoso Nº 237 de la revista, con el lema “Por la reconstrucción nacional”, un conjunto de hombres de la cultura dio su interpretación sobre el régimen recientemente derrocado, considerándolo fascista y totalitario.

 

Hasta su muerte, ocurrida en 1979 a causa de un cáncer bucal, Victoria Ocampo siguió preocupada por la cultura nacional y por el futuro del país.  “En un país y en una época en que las mujeres eran genéricas, tuvo el valor de ser un individuo… dedicó su fortuna, que era considerable, a la educación de su país y de su continente… personalmente le debo mucho a Victoria, pero le debo más como argentino”.  Palabras de Jorge Luis Borges, luego de la muerte de Victoria Ocampo.