por Candela Saldaña - 24 nov 2019
Una mujer preguntaba a los hombres de la Revolución Francesa: “¿Sois capaces de ser justos? ¿Quién os ha dado el poder de oprimir al otro sexo que tiene las mismas capacidades que vosotros?”. La que preguntaba se hacía llamar Olimpia de Gouges y luchaba contra “la ignorancia, el olvido y el desprecio de los derechos de la mujer”. Fue una precursora de propuestas de asistencia social y de movimientos como el feminismo.
Hija de un carnicero y de una lavandera, Olimpia de Gouges nació con el nombre de Marie Gouze en Montauban, al sudoeste de Francia, en 1748. Se casó y enviudo, y en 1788 se trasladó a París. Aunque recibió una educación limitada, consiguió vivir en esa ciudad de la venta de novelas y obras de teatro que ella misma escribía. Como otros escritores de la época, cambió su nombre por uno aparentemente aristocrático, y se hizo llamar “Olimpia de Gouges”. Esto no le impidió criticar la organización social del Antiguo Régimen, así como la entrada forzada de mujeres en los conventos, la desigualdad fiscal, la explotación colonial y la esclavitud.
Cuando estallo la Revolución Francesa, comenzó a redactar escritos polémicos: panfletos, discursos, artículos periodísticos y ensayos. Dirigió el periódico El Impaciente y creo la Sociedad Popular de Mujeres, cuyos clubes políticos fueron cerrados por la Convención (institución principal de la Primera República Francesa, de carácter constituyente, que concentró los poderes ejecutivos).
Reclamó para la mujer derechos políticos (votar y ejercer cargos públicos) y derechos civiles (educarse, poseer y administrar propiedades, etc.). Defendió el de las mujeres a hacer política públicamente y afirmó: “Las mujeres tenemos el derecho de subir a la tribuna, si lo tenemos a subir a la horca”. Partidaria del divorcio, consideró que el Estado debía proteger a las madres y a sus hijos, así como a los desocupados y a los mendigos. Propuso crear una guardia armada femenina, al estilo de la Guardia Nacional.
Elaboró una “Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana” (1791), convencida de que los derechos ganados durante la revolución debían ser para todos. Era firmemente precursora de la división de poderes y de una monarquía moderada. Por eso, se opuso a la condena a muerte del rey Luis XVI y de su esposa e hijos, porque creía que incrementaría la violencia. Siendo partidaria de los girondinos, advirtió sobre los riesgos de la dictadura criticando duramente la política de Robespierre y Marat. Ese partidismo, después de que estos fueran eliminados de la escena política en junio de 1793, causó su detención en agosto de ese año bajo la acusación de ser la autora de un cartel a favor de ellos. En prisión fue herida y padeció serias infecciones que lograron su traslado; y para que su detención le fuera más soportable, empeñó sus joyas.
Declaration
En prisión reclamó sin descanso ser juzgada para poder defenderse de las acusaciones y evitar al Tribunal Revolucionario. Su arma eran los panfletos y a ellos acudió por su causa. Olimpia fue llevada ante el Tribunal Revolucionario sin poder disponer de abogado. Se defendió con valor e inteligencia en un juicio sumario que la condenó a muerte por haber defendido un estado federado. La consideraron realista y traidora a la revolución, por lo que fue condenada a morir en la guillotina en noviembre de 1793.
Pero durante las revoluciones de 1848, las mujeres de Europa recogieron su testimonio para reclamar el sufragio femenino, demostrando que su obra y el sacrificio de su propia vida no habían sido en balde. Logrando después, que muchas mujeres alrededor del mundo ejercieran ese derecho de plena libertad de nuestras facultades.
Aun hoy, después de 226 años de su muerte, esta pionera de los derechos femeninos que acabó en la guillotina por sus verdades, deja a los cientos de generaciones de mujeres que le siguieron, el preciso testimonio de sus escritos. Y que con ¡Despierta, mujer! frase con la que empieza el epílogo de su famosa Declaración de Derechos de las Mujeres y Ciudadanas, nos sigue alentado a romper las cadenas y luchar por nuestros derechos. Logrando que nuestras hijas y sus hijas puedan gritar agradecidas lo que tanto nos ha costado conseguir.