por Candela Saldaña – 09 feb 2020

 

Hace 90 años nacía en un suburbio de Buenos Aires nuestra más querida amiga.  Esa que nos contaba acerca de una tortuga que se fue a una tintorería de Paris, de un brujito que no paraba de hacer desastres con sus travesuras o nos invitaba a tomar té con tetera de porcelana.  Esta cantante, actriz, escritora, fue para muchos de nosotros una maestra con voz alegre, una heroína; un recuerdo dulce que intentamos transmitirle a las siguientes generaciones.

 

María Elena Walsh no solo escribía versos, obras de teatro y guiones para niños.  Sino que detrás de esto se destacaba un trasfondo ideológico y crítico.  Huía de los estereotipos y de las palabras edulcoradas para ser portadora de la temible verdad y mano tendida.  Trataba infinidad de temas sociales y criticaba aspectos del mundo, tanto intelectual como social, que la rodeaba.  Desde muy chica tuvo facilidad para las artes como la música, pintura y escritura.  Siendo la combinación de las letras y la música su marca registrada.

 

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Cuando tenía 17 años, frente a la muerte de su padre, decide invertir sus ahorros en la impresión de su libro “Otoño imperdonable”, el cual se destacó por la madurez literaria de sus poemas y le valió la atención del mundo literario hispanoamericano.  Le siguieron varias publicaciones de ensayos, poemarios, artículos que gozaron de buena crítica y recepción del público.  Sin embargo, decidió abrirse a nuevas experiencias: junto con Leda Valladares, viajaron en 1951 a Europa para ampliar el horizonte del folclore del noroeste argentino.  Se asentaron en Paris, presentándose en cafés, boîtes, cabarets etc., relacionándose con otros artistas latinoamericanos y estadounidenses.  Grabaron juntas 10 albúmenes tanto en Europa como en Argentina; realizaron extensas giras por todas partes de Europa, Latinoamérica y Argentina.  A comienzos de los 60 decidieron separarse.  Leda reivindicaba el puro valor del folclore, mientras que María Elena buscaba la creación de nuevas expresiones.

 

Al simultáneo de las giras y grabaciones, publico libros, escribió ensayos y gesto una idea, la de formar un cabaret para niños o un varieté infantil que revolucionaría el mundo del espectáculo.  El éxito extraordinario de los espectáculos, que pronto empezaron a llevar a escena infinidad de compañías en distintos países, supuso para María Elena Walsh la consagración y la consolidación de su proyecto.  Las grandes compañías grabadoras la llamaron para grabar sus primeros discos como solista: Canciones para mirar, Canciones para mí, El país del Nomeacuerdo y Villancicos, que desde entonces tienen su lugar en casi toda casa con niños.

 

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En 1965 publicó Hecho a mano, un libro de poemas que se convirtió en un boom por la actualidad de su problemática y por su calidad poética.  En 1968, Walsh estrenó su primer espectáculo de canciones para adultos -Juguemos en el mundo. Recital para ejecutivos- en el Teatro Regina, con enorme repercusión y éxito de público y crítica.  Como Chico Buarque en Brasil, Joan Manuel Serrat en España o Víctor Jara en Chile, María Elena Walsh fue labrando un repertorio imbuido del aire contestatario de los tiempos –pacifismo, feminismo, “protesta” contra la injusticia social– pero mostrando un talento poético único y, sobre todo, una temática absolutamente personal y desconcertante.  Le siguieron más de treinta años de éxitos, shows, grabaciones y carcajadas infantiles.

 

Hasta que, lamentablemente, en 1981 fue diagnosticada de cáncer de hueso.  Pero hacia 1983, tras un penoso y prolongado período de tratamiento, cuando retornó la democracia ya estaba curada y dispuesta a encarar un largo proceso de rehabilitación y una nueva fase en su trabajo.  Comprometida con la restauración de la democracia en los ámbitos más diversos, participó más o menos directamente en proyectos políticos, para recalar finalmente en la transformación de su gremio, la Sociedad Argentina de Autores y Compositores, SADAIC, donde su aporte en el Departamento Cultural fue decisivo.  Más allá de un sinfín de textos escritos para televisión o por encargo de compositores, no dejó de engrosar la lista con obras literarias tan importantes como Novios de antaño (1991), una novela autobiográfica sobre la niñez en tiempos de la “década infame”.  Siguió escribiendo para chicos, publicó poemarios y autobiografías.  Falleció el 10 de enero del 2011, a los 80 años.

 

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Un poquito caminando y otro poquitito a pie, se fue convirtiendo en adoración de chicos y grandes.  Piso el suelo de centenares de escenarios, canales de televisión, radios, estudios y auditorios.  Realmente hizo y dejó un legado para jamás olvidarla; le contó historias a los chicos e hizo tararear a grandes.  En las épocas más duras de nuestra historia dio esperanza con la mejor de todas las armas: las palabras.  Escribió, escribió y escribió dejando a su paso un camino de borrones y garabatos con un dulce aroma a infancia.