por Patricia Grau-Dieckmann - 25 dic 2022

“Porque ese cielo azul que todos vemos

ni es cielo ni es azul: ¡Lástima grande

que no sea verdad tanta belleza!”

Soneto I – Bartolomé L. de Argensola (1562-1631)

 

Diego Velázquez fue pintor en la corte de Felipe IV y retrató al monarca numerosas veces. El más temprano retrato que se conoce del rey lo muestra, según el uso español de la corte, vestido de negro y con el ancho cuello llamado golilla. El escritorio de trabajo, junto con el papel que sostiene en la mano derecha, aluden a su actividad de gobernante. Se ubica en un espacio neutro y las sombras del piso marcan su punto de apoyo en el suelo, apenas diferenciado en su color del fondo. Se documenta la existencia de esta obra en el Palacio del Buen Retiro en 1700 y se encuentra en el Museo del Prado desde 1828.

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Velázquez, Felipe IV, 1624, 198 x 101.5 cm, El Prado

 

Existen otros dos retratos de Felipe IV pintados por Velázquez, casi idénticos al del Prado, y fechados por la misma época. Uno está en el Museo de Arte de Boston y el otro en el Metropolitano. Si bien hubo muchas dudas sobre la autoría, hoy en día está demostrado que fueron ejecutados por Velázquez. Los tres son prácticamente iguales entre sí, salvo que en los últimos dos el rey lleva una cadena dorada con el colgante del emblema de la Orden del Toisón de Oro.

 

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Izq.: Velázquez, Felipe IV, 1624, Museo de Arte de Boston; Der: Velázquez, Felipe IV, 1624, Metropolitan Museum, New York

 

Sin embargo, existía el registro de un primer retrato que no era ninguno de estos tres. El hombre fuerte de España, el conde-duque de Olivares, refiriéndose a una pintura anterior, había declarado públicamente que nunca nadie había realmente pintado al rey antes que Velázquez, palabras que le valieron al artista ser contratado inmediatamente como pintor real. Pero este primer retrato desapareció ya en tiempos de Velázquez y se ignoraba su paradero.

 

En 1960 el Prado somete el retrato del rey datado en 1624 a rayos X, y se descubren vestigios de esta primera obra perdida: Velázquez había sobrepintado la tela para mejorar la imagen de Felipe. A simple vista pueden observarse algunos rastros de la primitiva obra: un resabio de la pierna izquierda en la posición que utilizará para las pinturas del Metropolitan y del Museo de Boston, y otros detalles que se traslucen levemente.

 

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Fotografía de lo que muestran los Rayos X y el retrato sobrepintado encima

 

Se arguye que Velázquez quiso mejorar la imagen del rey: corrigió la posición de los pies y la caída de la capa para dotar a la imagen de una mayor esbeltez. Cambió el cabello, modificó la frente y la nariz, y delineó la boca. Dio brillo y textura a su tez, como si estuviera iluminado desde adentro; modeló su barbilla, naturalmente sin forma. Mantuvo el uso de la golilla, adminículo más austero que la gorguera usada en el resto de Europa, y extendió el largo del cuello al separarlo de la golilla, con lo que mejoró el poco garbo que Felipe había heredado de sus antepasados.

 

A medida que fue pintando más y más retratos del rey, logró optimizar su imagen hasta convertirlo en un hombre con más gracia, como en retrato alojado en la National Gallery de Londres, pintado en 1632: el Felipe Plateado.

 

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Velázquez, Silver Philip, 1632, National Gallery, Londres

 

Con el cabello más largo y lustroso, sus bigotes en punta y la barba conocida vulgarmente como “mosca”, podría decirse que había mejorado su estética. El traje es suntuoso, con hilos de plata entretejidos pero ni aún con tanta pompa y lujo abandona la golilla, coherente con el uso obligatorio que el propio rey había implantado durante su reinado debido a las exigencias económicas de ahorro, lo cual en la segunda parte explicaremos.

 

Velázquez se especializó en mostrar un perfil lo más atractivo posible para sus posantes. No mostraba la realidad cruda, sino que sus cuadros trataban de presentar el costado más atractivo de sus retratados, conllevando un mensaje de sobriedad y dignidad.

(Continuará)