por Patricia Grau-Dieckmann - 19 mar 2024
Los kuroi representaban a jóvenes desnudos en posición rígida, con la vista al frente y el peso repartido entre ambas piernas, con un pie adelantado y ambos brazos cayendo a los costados del cuerpo, con los puños cerrados. Intenta dar la sensación de avance, con el pie separado, pero su rigidez hace que quede sólo en la idea, no se transmite la sensación de movimiento, sino la de estatismo. Durante mucho tiempo se mantuvieron prácticamente iguales pues el éxito de un escultor consistía en la repetición exacta de una pose segura. El kouros descubierto en 1936 en Anavyssos, Ática, datado por el Museo Arqueológico de Atenas como proveniente de 520 a.C., presenta detalles que serán característicos de la escultura griega, cuyo interés primordial era representar la belleza ideal más absoluta.
Kouros de Anavyssos, 520 a.C.,1,94 m., Museo Arqueológico de Atenas.
Kouros de Anavyssos, vista posterior, 520 a.C.,1,94 m., Museo Arqueológico de Atenas.
A diferencia de los kuroi anteriores, que presentaban una anatomía levemente insinuada mediante líneas grabadas en la superficie, el joven de Anavyssos exhibe una talla de aspecto tridimensional, lo que lo aleja del hieratismo. Sus brazos están levemente doblados y los puños apenas separados del cuerpo, posee la cara redondeada y los ojos almendrados, animados y atentos: la estatua destila vivacidad. El artista no ha innovado en la pose pero sí en la apariencia. Aparentemente proviene de la tumba de un joven guerrero llamado Kroisos, ya que en la base se lee el conmovedor epigrama: “Detente viajero y laméntate junto a la tumba del difunto Kroisos, a quien el furioso Ares mató mientras luchaba entre los primeros”.
El kouros de Anavyssos presenta rastros de pintura de color rojo en los ojos y en el cabello. Hoy en día resulta difícil imaginar a las estatuas cubiertas de colores pero originariamente estaban pintadas. El paso del tiempo y el largo enterramiento al que fueron sometidas borraron los pigmentos y nuestros ojos se acostumbraron a apreciar la belleza pura del blanco mármol. Kroisos marca el momento en que las estatuas griegas comienzan la búsqueda de su camino, alejándose de la rigidez y buscando jugar con las formas y significados propios.
(Continuará)