por C. Fernández Rombi - 01 dic 2018
En mi maraña irresuelta aparece ahora, la depresión. Esa sombra que nos atrapa cada vez que puede o se lo permitimos. Por suerte, siempre se retorna con algo: una idea, una renovación o un poco de crecimiento.
Mi cuarta novela estaba lista para publicar... terminada y con el moño puesto.
Cerrado el trato con la editorial, ya cumplidos el obligado camino de la corrección, la prueba de galeras y el diseño de tapa. En fin, todo listo y en impresión; el miércoles me entregan y el viernes hago la presentación en un salón de CABA...
De puro aburrido, tengo una brillante idea... ¡Genial! Darle una última leída -la cien-. ¡Buena, un carajo! Todo lo opuesto...
Debo contarlo o reviento. Me parecía -lo creía fervientemente- que era muy superior a las dos ya publicadas: Martina... y los años de Plomo y Asesinato con lápiz (con La Pausa aún en veremos). La primera parte de la lectura iba de acuerdo con lo previsto, cada página me parecía más lograda que la anterior. Es decir, revivía la experiencia literaria hecha noventa y nueve veces.
Ahora que estoy a punto de “ver en papel” el fruto de mi trabajo, que ya lleva tres años en mi ordenador... sería de estricta lógica. ¡Esto es lo mejor que escribí en mi vida!
¡Vamos por la número cien nomás! La introducción, aclaraciones, dedicatoria, etc., todo bien. Ya en el segundo capítulo encuentro una incongruencia -y no menor- entre lo que estoy leyendo y el primer capítulo. ¡Carajo...! Si no fuera mi obra tan querida, decidiría que el autor es un inepto y plantaría ya mismo. Una extraña sensación se instala en la boca de mi estómago; vacilo en avanzar o volver atrás para confirmar y solucionar. Avanzo unas pocas páginas y el desastre aumenta su dimensión. Sin justificación previa, he plasmado una diferencia notoria entre el carácter asignado al protagonista y su desempeño en este pasaje de la novela; y no brindo explicación alguna... ¡Desastre!
Más avanzo y más errores de todo tipo aparecen. Llego al final de un tirón. Ya no analizo nada, todo se me hace un bodrio literario. Voy -trémulo, desfalleciente- a la cocina, me sirvo un más que generoso whisky -hasta el borde mismo del vaso- y vuelvo a la PC. Ya no leo nada; la pantalla es sólo un rectángulo de luz frente a mí... Creo haber estado así un par de horas. Bebiendo de a sorbos sin pensar en nada; mi mente es una nube negra; el whisky se acabó; las ganas de mear, inaguantables. Vuelvo del baño y sé, ya sé, que debo hacer algo.
No vacilo y tomo el inalámbrico debo llamar a la editorial... ¡Estoy loco o pelotudo...! Son las doce de la noche... ¿Llamar a quién? Cuelgo el tubo y apago la PC. No hay remedio para este infierno en el que me metí sin ayuda de nadie. Me tumbo en la cama, ni me desvisto... En la mañana, además de la resaca, siento una especie de desesperanza difícil de mensurar...
Caigo en la cuenta de que a esta hora ya puedo llamar a la editorial... ¿Para qué?
por C. Fernández Rombi - 24 nov 2018
El mundo violento se desgarra. Violento y, finalmente, violado. Enloquecido y sin control.
Gritan desaforados mujeres y niños… Los hombres tiemblan al borde mismo de las lágrimas.
Se desploman las grandes creaciones humanas: edificios, catedrales, ciudades y hospitales. Puentes que acercaban los hombres a los hombres.
Los ríos y mares abandonan sus cauces y se tornan enloquecidos y fieros. Corren tumultuosos y despóticos. Su fuerza liberada arrastra con todo. Y todo lo desgarran a su paso.
La tierra se abre como un campo ante el ataque de labriego… ¡Gigantesco y fantástico! ¡Cruel e inmisericorde!
El planeta todo parece ser arrancado de sus cimientos y sus límites. La vieja y querida Tierra que nos cobijara por años que suman siglos y milenios… ¡ha enloquecido! Gases y nebulosas horribles surgen de sus viejas entrañas. Se envenena todo lo que conocemos, todo lo que queremos… ¡Envenenándonos!
¿Y así acabará todo? ¿Es éste el final último? ¿Finaliza así la vida que conocemos y conocimos?
¿Por qué Dios mío? Dios de mi niñez y de mis niños. Dios mío… ¿Por qué, Señor? ¿Por qué?
- Hijo mío, sufro contigo, pero no fue mi decisión. Un hombre, uno de mis hijos tan queridos… oprimió un botón.
por C. Fernández Rombi - 03 nov 2018
21 de abril
Otro día que se va sin destino… uno más sin sabor y el sin sentido de arrastrarse a través de las horas… Hoy hubiéramos cumplido treinta años de casados con mi dulce Sonia; ya van cinco que partió hacia donde no hay regreso…
Otro día más de penurias en el Banco. Mi jefe, la mitad de mi edad, me retó tres o cuatro veces; la última a viva voz delante de mis compañeros. Apartaban la vista como con vergüenza ajena. En realidad, el pendejo tiene razón, caigo en olvidos frecuentes y no me puedo concentrar en nada de nada. Llamé a Elvi y a Ernesto, mis hijos, varias veces. Deben estar muy ocupados en sus laburos, no devuelven mis llamadas, quería que comiéramos juntos pero eso cada vez es más difícil… Claro, ambos viven en el Centro y yo en el culo del mundo, los fondos de Paso del Rey. Les cuesta costearse a casa y, además, no puedo engañarme, cada vez me evitan más. Elvi ya me habló un par de veces: “Papá, tenés que hacer un esfuerzo y cambiar tu estado de ánimo y tu manera de vivir… Estás todo el tiempo quejoso y con una expresión como si todo el mundo te debiera algo… Ya ni tus nietos tienen ganas de verte…”
Sé que tiene razón, pero no puedo solucionarlo, me siento solo y enfermo. Me duelen las rodillas, la cintura y la espalda… me duele todo. Para colmo, este tic nervioso que me apareció en el ojo derecho, provoca que la gente se incomode al hablar conmigo. Me esfuerzo para comer algo sin demasiada suerte y cada día le pego más al vino.
25 de abril
Diario, cada día tengo menos ganas de escribir… también de vivir. Un día es repetición del otro. Lo único que estoy revalorando son los fines de semana. Bien sabés que los odié desde que murió Sonia, pero ahora, sólo no tener que ir al Banco y ver la cara de mis compañeros que me rehúyen y la de mi jefe de mierda, es un alivio. Me siento en el patio y tomo blanco frío hasta que oscurece. Luego me enchufo con la TV hasta embrutecer… ni sé qué carajo miro. Pero, después viene el lunes y hay que volver a empezar.
2 de mayo
El cabrón de mierda, que pasa a mi lado veinte veces por día, me manda un memo:
“Lamento comunicarle que por razones operativas del Departamento, sus servicios no serán en adelante de nuestra utilidad. Por lo cual se pasa informe a la Sección Personal a fines que disponga de sus servicios. Firma: Raúl Acosta – Jefe Depto. Administrativo, Banco Santander-Río.
No hay duda que mis compañeros ya estaban al tanto del tema: apenas llegué a la oficina aparecían todos muy ocupados mirando a sus papeles de mierda… Esta es, sin duda, la antesala del despido. El trago más amargo será decírselo a mis hijos… ¿Qué será de mi pobre vida?
22 de junio
¡Ya está! Al final, me echaron del Banco del orto. ¡Mejor, mejor y mejor! Ahora me voy a rascar el higo todos los días y lo que es mejor, no tengo que ponerme corbata y hablar con esa manga de hijos de puta… además, el boga me dice que les vamos a sacar un toco de guita.
22 de setiembre
Mis hijos, cada vez menos bola… mi despido lo tomaron como si les hubiese hecho un agravio personal. Me paso el día entero tirado en la cama, suspendí a la señora que venía a limpiar y la casa se cae de mugre.
3 de noviembre
Ya hablo solo, aún con la tele encendida… ¿Me estaré volviendo loco? Este dilema me atormenta más seguido de lo que quisiera… Má,sí… ¡me importa un carajo!
6 de enero
Pasé el fin de año en pedo… ni llamé a los pendejos de mierda, siquiera me enteré si ellos llamaron ya que descolgué el teléfono. Igual ese no va a joder mucho tiempo más, hace dos meses que no pago… ya lo van a cortar esos hijos de puta de la Telefónica.
11 de febrero
¡A la mierda! Amanecí tirado en el patio, la damajuana casi vacía, parece que estoy progresando… Lo bueno es que ya no me importa. Tengo como telarañas en el mate, casi no puedo pensar en nada. Pareciera que una bruma sutil se va apoderando de mi mente… de mi vida completa… Es como una bruma bruma bruma bruma bru…
8 de marzo
Recibí una carta de mis hijos… tan formal y pelotuda que da asco: “Querido Papá, estamos preocupados porque hace tiempo que no sabemos nada de vos y aparentemente no tenés más la línea telefónica. Pareciera que te has olvidado que tus hijos y nietos nos preocupamos por vos… por favor comunicate…” Ni bola que les doy… solo retengo algunos recuerdos de cuando eran chicos y formábamos una familia. ¡Que dolor de cabeza! Parece que se fuese a partir en dos… ¿Será que la bruma está avanzando?
30 de junio
¡Cobré la indemnización! ¡Un toco de guita! Claro, estuve treinta años en el banco puto. Abrí una cuenta en la misma sucursal… me pareció una burla fenomenal. Hoy, no sentí para nada la presencia de la bruma del orto. Mi cabeza está libre y clara.
8 de julio
Ayer fui al banco a sacar unos pesos. La cajera, conocida de años de cruzarnos en los pasillos, me atendió con gran amabilidad… Como no recordaba su nombre miré con disimulo su placa: Martha Reguera. Nos tratamos como viejos amigos, es evidente que conoce mi historia. Me parece que voy a probar suerte… aunque… después de tantos años acumulando óxido… un romance parece harto difícil.
11 de julio
Anoche me puse hecho una pinturita, bien bañadito y afeitado, con mi mejor pilcha, pedí un remís y fui a cenar solito con mi alma en paz a un restó de la Plaza Dorrego en San Telmo. Un mundo de gente: turistas, artesanos, caricaturistas, bailarines de tango y boliches de antigüedades. Cené como duque… ¡lo pasé bárbaro! Parecía un turista más. De los dolores y la bruma: ¡ni recuerdos!
13 de julio
Querido diario, ayer me encontré con Martha a la salida del banco. Fuimos a la mejor confitería de Paso del Rey y charlamos más de dos horas y luego la acompañé hasta su casa. Ella es divorciada y sin hijos, me contó que el marido se escapó con su hermana menor hace unos años… ¡flor de hijo de puta, el maridito! Yo le comenté que su ex era una especie de Woody Allen del subdesarrollo… Se río hasta las lágrimas. ¡Mejor…! Evidencia que ya se olvidó del fulano. Martha, tiene doce años menos que yo, es una mujer madura y atractiva y, lo más importante, tiene una calidez que me conmueve y me provoca volver a vivir. Es fácil darse cuenta que ambos sufrimos del mismo mal: soledad.
Ya veremos, si entre los dos, le ponemos solución. Ojalá Dios nos ayude… ¡Vamos todavía!
14 de agosto
Hice pintar toda la casa, hacer una cochera pegada a la medianera y arreglar el jardín. La casa, para que esté lista en unos días para recibir a su nueva ocupante, mi compañera y mi amor, Martha; y la cochera, para el Gol nuevito que me entregan a fin de mes… ¡Que tal!
Sin fecha. Aparentemente unos días después del 14 de agosto.
Última anotación en el diario. Nota del editor
Querido diario:
Estuve releyendo las notas que te confié en los dos años últimos y me parece mentira… es como un viaje sin etapas desde el mismísimo fondo del infierno hasta la gloria del paraíso… Desde las tinieblas hacia la paz. Les escribí una larga carta a mis hijos… después los llamé. El sábado nos reunimos todos a comer en casa: Martha, ellos y yo. Creo que todo va a funcionar bien… ¡mejor que bien!
¡Chau!
por C. Fernández Rombi - 10 nov 2018
k estas marica… t vamos a romper el culo putazo mañana tene el culito bien lavado q t toca. a la vaca de t vieja también le vamos a dar hoy t salvo el profe marica p mañana sos boleta t gusta chuparla Samuelito
El muchacho mira sus mensajes, reiterados una y otra vez, machaconamente. Algunas veces, suelen variar un poco pero siempre dentro de la misma tónica. Está desesperado este Samuel Mindel de catorce años que frecuenta una buena escuela de la zona norte de Buenos Aires y hace apenas un mes que comenzó el ciclo lectivo de su segundo año. Un grupito de sus compañeros lo acosa a diario, casi a cada momento, en el colegio y en su celular. Y no son sólo los mensajes, también ha comenzado la agresión física; el lunes de esta semana desapareció su carpeta de clases; hoy, en su banco, había un preservativo usado…
mañana veni c l conchita lavada q t damos verga t estamos juntando lechita en cantidad putazo samuelito saludos d Adolfo y los chicos te vamo a hacer jabon puto
La tensión es excesiva para el tímido muchacho, dulce y tranquilo. La noche avanza, sus padres lo saludan y se retiran a su dormitorio. A su padre no le pasa por la mente verificar si el revólver que guarda en la mesita de noche sigue en su lugar.
El arma, cargada, ya no está.
por C. Fernández Rombi - 23 oct 2018
Escribo como Borges. Igual que él: cuentos y novelas, algún poema. Igual que él: libero mis ocultos monstruos…
Ahora, hace un tiempo vengo teniendo un sueño. Que se reitera semana a semana. Me provoca despertar yerto de puro frío interior:
Voy conduciendo de vuelta a casa, ya llegando, empiezan a debilitarse las luces del auto, la de los edificios y las de la plaza… Toda la luz habitual de la noche de mi barrio. Finalmente, la oscuridad más negra me rodea. Abro fuerte mis ojos… muy fuerte, el máximo que puedo.
Pero no tiene caso, no veo. Estaciono de mala manera contra un cordón. Bajo y trato de llegar a casa caminando. Es inútil no veo, negrura total es la que me envuelve… nada. Ni la más tenue luz de luna. ¡Nada…! ¡Sólo hay negro y nada más!
Me he puesto a pensar… ¿Se estará reencarnando el viejo Borges?