Amores difíciles
por C. Fernández Rombi
27 abr 2017
Ya lo años se acumulan en mi vida y la mujer de mis sueños sigue tan distante como siempre… intenté todos los caminos; la simpatía, el regalo, las atenciones, flores… pero siempre recibo esa sonrisa de lejanía. Su mirar sigue rehuyendo el mío, igual que hace veinte años cuando la conocí. Debo reconocer que en ese tiempo era yo demasiado vehemente… quizá, eso provocó su rechazo. Cambié y seguí intentando. Luego ella se casó; me retiré con prudencia y respeto… pero hace cinco que está sola otra vez… igual que yo. Con la diferencia que para mí la soledad es compañera constante y fiel.
Días atrás, en la tardecita, me dejé caer por su casa con una orquídea lila de Colombia y bombones de Maison Lion D’or en un estuche precioso con envoltura en rojo y dorado… creo que de puro compromiso me invitó a tomar el té. Conversamos más de dos horas, es decir, yo me ocupé de mantener viva la charla, caso contrario, si la dejo a su cargo… hubiera languidecido y muerto sin remedio. ¡Claro, se mostró muy agradecida con sus regalos! El tiempo de observación admirada ante la belleza de la flor, de algún modo me justificó. Terminada de beber la infusión, que nunca me gustó, volví a referirme, con la mayor delicadeza, a mis sentimientos por ella… sonrío, casi con dulzura, pero, como de costumbre, ignoró tema y propuesta.
Ha pasado un mes desde nuestro encuentro y no he dejado de pensar en ese par de horas de maravilla y en ella, ni un minuto. Pongo un pequeño mensaje en su celular… y nada. Los días pasan y… ¡nada de nada! Renuncio. Me rebelo, el cansancio de tanto tiempo de amar sin la menor correspondencia, me cansó. ¡Basta! Claro que rebelarse no implica olvido. Florencia es una espada clavada en mí corazón… y el tiempo sigue, despreciativo, su estólido curso.
Un largo año en aislación y sin Florencia… como que empiezo a acostumbrarme… ¡por fin! Recibo una esquela. Leo:
Querido Carlos:
Estoy extrañada del tiempo pasado sin noticias tuyas… cuando empezaba a habituarme a tu presencia desapareces… ¿quizá otro amor? Si es así, me alegro por vos. En cambio, si seguís siendo hombre libre, me encantaría que nos reunamos y reiniciemos nuestra relación. Esperanzada aguardo noticias de tu parte. Un gran beso de:
Florencia
Leo y releo su escritura bendecida, mi corazón a punto de estallar… mi antiguo y constante amor renace con más fuerzas que nunca…
…cuando empezaba a habituarme a tu presencia desapareces…
Empiezo a vestirme a lo loco, me falta el tiempo para ir al encuentro del amor de mi vida, mi nunca correspondida pasión… ¡Ya estoy listo para volar hacia ella!
…me encantaría que nos reunamos y reiniciemos nuestra relación.
¿A cuál relación se refiere? Tal vez… a mi devoción perruna… o mi adoración sin satisfacción alguna… a mi vida, pendiente de la suya, sin esperanza ni descanso…
Vuelvo a leer su esquela, ahora, muy lentamente, casi mordiendo cada palabra… luego, la rompo en pequeños pedazos… que irán a parar al canasto.
Empiezo a desvestirme tranquilo y en paz.
Federico engaña al Diablo
por C. Fernández Rombi
17 abr 2017
Se están a cumplir los diez años del pacto que Federico hiciera con Satanás.
La entrega de su alma al maligno tiene fecha fija, a cambio ha obtenido bienestar y riquezas. Nunca se arrepintió, ni siquiera ahora que sólo falta un día para el plazo. Pero… ha puesto a trabajar su imaginación a marcha forzada.
¡Quiere zafar! El día ha llegado y el Maligno se hace presente de la nada, en su rostro hay como un velo de falsa tristeza; el mismo que usa cada vez que va a cobrar una nueva alma para su colección infinita.
- ¡Hola hijo mío! ¿Estás listo?
Se llevará una sorpresa; un Federico exultante y alegre le brinda un gran abrazo y lo palmea vigorosamente. Queda perplejo y confundido… Desde el mismo inicio de los tiempos ningún mortal lo ha abrazado y, menos aún, recibido con alegría cuando se aparece a cobrar una deuda de importancia capital para la vida del deudor.
- Hijo mío… ¿no estarás cayendo en algún tipo de locura?
- ¡En absoluto mí Señor! Es que estoy contento, dediqué este último año a corromper almas para tu fines y debo comunicarte que tengo un listado de veinte sujetos listos a celebrar un pacto con el mismísimo Diablo… con perdón por la palabra.
Satanás, pensativo, se halla frente a una situación desconocida.
- ¿Y que se supone que debo darte a cambio de tu lista?
- Sólo un año más Amo… ¡creo que es un trato justo!
El Demonio asume una expresión de mal disimulado disgusto al contestar:
- Mis pactos con humanos son improrrogables. ¡Eres un desfachatado! Has tenido diez años de placeres capaces de hacerme ruborizar a mí mismo… ¡A mí, que es mucho decir! Pero, aceptaré tu propuesta y tu lista. A veces se deben transitar nuevos caminos… aunque a mí me va muy bien con los ya conocidos. Dentro de un año exacto te vendré a buscar, por ahora seguirás disfrutando de tu estatus actual.
Sin mediar palabra, tal como había llegado, desaparece.
Visitará luego, con igual propósito, a otro cliente al que se le cumple el plazo. Pero no logra apartar de su cabeza una idea perturbadora; es la primera vez que alguien lo burla y no paga en término. Decide estudiar a lo largo del nuevo año los pasos del descarado burlador... Los que no dejan de resultarle más que graciosos. Este Federico, no tiene vida ni goza de nada de lo que le pidiera, dedicando todo su tiempo a corromper sujetos de todo sexo y condición usando una variedad de recursos que despiertan, ¿por qué no?, su admiración.
¡Este tipo es incansable! Casi ni come ni duerme en su afán de juntarme candidatos para una nueva negociación.
Ya se decidió. Y es tiempo, porque se cumple el nuevo plazo.
- ¡Hola Federico! Vengo a llevarte.
En escena reiterada, Federico, con visos de gran alegría, se aproxima para abrazar a su dueño. Éste lo detiene con su mano extendida y gesto adusto. No obstante, sin arrugar un solo centímetro, Federico, hecho unas pascuas, dirá:
- No entiendes Señor de las Tinieblas, tengo enlistados a casi cuarenta candidatos confirmados. Creo que debieras pensarlo un poco.
- Ya lo he pensado Federico y no habrá un nuevo trato. Pero… te llevaré conmigo en carácter de mí Primer Oficial Adjunto; cargo que he creado especialmente para ti. En adelante y por los siglos de los siglos trabajarás conmigo y, como el mejor de los inicios de tu labor a mi lado, usaremos tu lista.
- ¡Bien Señor, de acuerdo y gracias! -contestará el otro, mientras piensa que la nueva situación puede resultarle más que halagüeña-. ¿Qué pasará con mi mansión, los vehículos, el yate y los demás bienes?
- Nada hijo… ya tienen nuevo dueño, no te preocupes. Allá abajo, en las tinieblas a donde vamos no necesitarás de nada, ni siquiera comer. No hay paga alguna, sólo trabajo sin descanso ni final, trabajo para el cual has demostrado excelentes condiciones. ¡Te felicito!
Esa vieja y mala consejera
…ese monstruo verde de brillantes ojos rojos.
por C. Fernández Rombi
26 mar 2017
Hoy tuve una gran alegría: caminando por la peatonal Florida me encontré, después de diez años, con el Pocho López.
Fue el gran amigo de mi niñez y juventud; cuando salíamos de la escuela se venía a casa y merendábamos juntos, luego hacíamos los deberes y jugábamos hasta la hora de la cena; vivía a dos cuadras de mi casa. El Pocho era buenísimo, ni cinco de envidia por la diferencia de casas. Su papá trabajaba en una tornería y el mío era gerente de un banco. Hicimos juntos parte de la secundaria, él largó en tercer año. Pero nos seguíamos viendo de continuo, incluso salíamos de boliche juntos, aunque, claro, normalmente pagaba yo. No me importaba porque Pocho era mi confidente y compinche para todo. Jamás discutíamos por nada. Cuando mi viejo hizo la pileta en el chalet y ya andábamos por los veinte, empezó a venir casi todas las tardes de verano. Mi vieja lo adoraba por buenazo y servicial, más de una vez estando yo tirado panza arriba al lado de la pile, él se ponía a cortar el pasto o sacar el yuyerío del jardín y del parque del fondo. Pasaba el barre fondo y mantenía la pileta hecha una pinturita.
Cuando empecé la facultad y me puse de novio dejamos de vernos tan seguido. Luego me casé y me mudé. Y pasaron estos diez años sin contacto. Solía llamarme para las fiestas charlábamos un rato y siempre nos proponíamos vernos, pero…
Hasta el encuentro de hoy, nada. Nos fuimos a tomar un café a Bonafide y nos pusimos al día con nuestras vidas. Él también se casó y tiene, igual que yo, un pibe; me dijo que vive en una casita muy linda en La Paternal ─lejos, yo vivo en San Isidro─, lo invité a almorzar un sábado para que se conocieran nuestras familias; pero el Pocho se empeñó en que fuera en su casa.
─Rodolfo, demasiados años fui tu invitado, ahora dejame que te invite yo.
Sábado al mediodía; vamos en el Mini Cooper con Mariela y Fabiancito hacia La Paternal. Aunque el Pocho me encareció que no llevara nada, compré un kilo de masas finas y dos botellas de buen vino. Un chalecito modesto pero lindo, en la cochera un viejo Taunus 72 o 73 bien cuidado.
Lo pasamos bárbaro, los chicos y las mujeres se entendieron lo más bien, la charla fue fluida y, por supuesto, el Pocho y yo nos pasamos la sobremesa hablando de nuestras andanzas de pibes y adolescentes. Silvia, su esposa, se pasó con la comida. Además es una mujer muy hermosa y de trato refinado, sin afectaciones. Al separarnos, convinimos en almorzar el sábado próximo en casa. Les dije que se trajeran las mallas y pasábamos la tarde en la pileta. Aceptaron muy contentos.
No soy ciego, le sigo ganando en todo al Pocho, pero… en la mujer, pierdo. Volvemos en el auto para San Isidro; Mariela y el pendejito están enredados en una ruidosa discusión sobre un programa de la TV, parecen dos criaturas caprichosas; no les doy pelota. Estoy contento por este reencuentro con mi amigo de toda la vida… No sé… hay algo que me está molestando…
Mariela parece insignificante al lado de Silvia, incluso tosca, con esa pésima costumbre ─fuente de continuas discusiones─ de reírse a carcajadas por cualquier boludez. Además de un hecho incontrastable: la esposa del Pocho es más hermosa, más fina, más, y mucho, llamativa que la mía. Su trato hacia él y a su pequeño hijo es de una dulzura a la que yo no estoy acostumbrado.
En la noche tarde, su mujer ya se ha dormido y Rodolfo no puede, dando vueltas y más vueltas en la cama. Algo lo perturba en forma creciente. A las dos de la mañana va la cocina en busca de algo fresco. Con la bebida a mano y sus codos apoyados en la mesa, decide determinar qué es lo que lo molesta tanto. Aunque el pensamiento insidioso ya ha empezado a manifestarse en su mente y, finalmente, tomará su forma definitiva.
Envidia de su amigo la mujer.
Enloquece, se sirve un gran vaso de whisky y enciende un cigarrillo, a pesar de que hace un mes que no fuma. Aspira con fruición y comienza a odiarse a sí mismo. No puede entender que él envidie algo de Pocho López. Al final, con brusco movimiento termina la bebida de un solo trago y decide acostarse a dormir. Dibujará, finalmente, la frase-decisión en su mente:
Mañana mismo anulo la invitación para el sábado… ¡Al carajo el Pocho de mierda!
La conversación
por C. Fernández Rombi
5 abr 2017
Tres días antes de mí cumpleaños setenta y cuatro, a solas con mi nieto Ezequiel, de quince, mantenemos una animada conversación. Sus inquietudes de muchacho inteligente y con ganas de madurar lo más rápido que le sea posible, han permitido que en el último año mantengamos largas conversaciones en las que me interroga acerca de todo lo que se le ocurre. Toda una alegría para mí, porque noto que me escucha con interés.
Esta mañana de sábado, me llama por teléfono para preguntarme si me molesta que se venga caminado hasta mi casa (unos tres kilómetros). Le contesto que por el contrario y que yo salgo caminando hacia él; quedamos de acuerdo en caminar por la calle Boedo. Así es que nos encontramos a medio camino, me acompaña a la feria de los sábados y luego a casa. Nos hace compañía la música de la FM y sólo nos separan unos buenos vasos de jugo de naranja. Todo bien, todo lindo para ambos y, de pronto, me dispara la pregunta que me hace vacilar y, de momento, me deja sin respuesta.
─Abuelo… ¿vos que esperás para el futuro?
No sé cómo salgo del paso. Seguramente diciendo alguna generalidad; como escritor no son las palabras lo que me faltan. Pero la pregunta me quedó picando… ¡y picando mal!
¿Cómo explicarle a mi nieto que el futuro para un joven y para un viejo representa dos cosas distintas? Sé bien que la respuesta que acudió de inmediato a mi boca fue: nada.
(Salvo que esperar una muerte digna, que no se enferme mi mujer, que mis hijos y sus hijos se realicen en plenitud… fuera una respuesta. Pero no creo que hablarle de la muerte fuera lo mejor para Ezequiel).
Reflexión acerca del paso del tiempo:
Dios es el piadoso por excelencia. El hombre, a veces, tiene piedad. El mismo Diablo, a veces, tiene piedad. El Tiempo es inexorable, nunca tiene piedad.
Una larga discusión
por C. Fernández Rombi
16 mar 2017
Llevamos una larga semana metidos en un tema sin salida… por ahora, ya que la seguimos.
Juan Manuel es un intelectual; licenciado en letras que asume la lectura como una pasión irrefrenable. En ese sentido no le llego a la altura de los zapatos. Pero tengo lo mío. Con menos estudios y sin carrera universitaria, soy un tipo culto. A los treinta y dos, seguimos solteros y vivimos en Palermo; nomás a tres cuadras de distancia; nos conocimos en la primaria y somos amigos desde siempre. Es común que nos veamos dos o tres veces a la semana, incluso que salgamos (como pendejos de joda) algunos sábados.
Pero, desde que se instaló el bendito tema, llevamos siete noches consecutivas metidos en esta discusión en la que ninguno cede y en la que ambos queremos convencer al otro. Como si nos fuera la vida… o la amistad en ello.
Nos reunimos en la noche de hoy, un hermoso sábado de verano, en mi modesto depto de dos ambientes. Ninguno habla de salir, como si supiéramos que es la noche decisiva de nuestro debate y que no hay nada más importante que definirlo de una vez por todas. Compré unos triples de miga, y una par de botellas de vino blanco del bueno. Él trajo un imperial ruso (es nuestro postre preferido). Ni hablar de salir de boliches, es como si tácitamente hubiéramos decidido que hoy se termina el tema.
¡Sí o sí! Hay una tensión desconocida entre nosotros; hablamos un par de boludeces como para entrar en calor y luego, irremediablemente, nos metemos en El tema.
La falta de sonrisas cómplices, habituales en ambos y los dientes apretados, parecieran indicar que hoy uno de los dos va a convencer al otro… o doblegarlo. Para el caso, será lo mismo. Sobre las seis de la mañana, estamos agotados. Hemos comido unos pocos triples y apenas, el postre. El vino se murió hace rato.
Es él, el vino, el combustible imprescindible de una discusión filosófica entre amigos.
Ha traído a colación opiniones de filósofos de toda laya… ¡hasta los griegos llegó el muy desgraciado! Me he defendido con honor y contraataque con bravura. No hay caso. No llegamos a puerto alguno. Todo sigue igual.
Otros deberán dilucidar si es más ventajoso pescar con carnada viva o artificial.