por Carlos Fernández Rombi – 03 feb 2021
Me desperté de la siesta de sábado con el grato sabor en los labios de la boca amada de Wanda. Nuestra vida en común está a cumplir los seis meses y… ¡todo bien! Reconozco que ninguno de los dos le tenía fe a esta unión sentimental. Ambos pasamos los cuarenta; ambos, también, venimos de fracasos en el amor; y para colmo, también ambos somos de caracteres fuertes e independientes. Sin embargo, creer o reventar… ¡los milagros existen y esta cosa -”nuestra cosa”, los dos la llamamos así- está funcionado!
─¿Qué planes tenemos para esta noche, Chico?
Wanda es tan argentina como yo, pero de sus quince años de residencia en La Habana, se le han pegado algunas formas de expresión como esté “Chico” que me rompe las… Bien, después de un rato de intercambio de sugerencias, quedamos de acuerdo en ir a cenar a una cantina de La Boca. Paseo que ya realizamos un par de veces.
Wanda es una estupenda hembra en sus cuarenta y yo un reo, en el sentido de gustador de la joda sobre el laburo, a punto de cumplir el medio siglo. Ella es estilista en una peluquería afamada de Barrio Norte y yo me las rebusco con la importación de imitaciones de alhajas y relojes de China, que vendo parte al mayoreo y el resto al chiquitaje. No tenemos problemas ni de familias anteriores ni de dinero.
Entramos a “Il Piccolo Vapore” (previa reserva telefónica) a eso de las 22 horas. El “ambiente” iluminado a giorno, comienza a caldearse. El viejo vino Carlón que sirven a discreción ayuda. Ya la flaca había armado charla con la gente de la mesa cercana (dos parejas de edades similares a las nuestras) y terminamos juntado las mesas. ¡Lo pasamos bárbaro! Al final, cerca de las 5 de la mattina intercambiamos celulares con la idea de volver a reunirnos. De regreso a casa, hicimos el amor como dos pendejos, a pesar de que ya habíamos culeado antes de la siesta. La semana transcurrió sin mayores novedades. Hicimos una única salida de día de semana: teatro (Flavio Mendoza) y a cenar en Pippo de la calle Paraná. ¡Buenos los bifachos y los vermichellis!
El sábado ninguno de los dos labura, estamos remoloneando en la cama meta mate y factura. Wanda me hace cosquillas en la oreja y comenta:
─Chico, realmente soy muy feliz contigo… ¿tú también?
─Y dale que sí… Si te digo la verdad, peleamos y no tengo ganas.
Río como un guaso desaforado.
─¡Sos un hijo de la puñeta, cabrón! En una de esas termino enamorada de vos.
Reímos juntos y el toqueteo se intensifica. Imaginen el resto.
Después:
─Chico, en la semana estuve hablando con las minas que conocimos en la cantina y propusieron repetir la misma salida los seis esta misma noche… ¿te va?
─¡Dale, lo pasamos rebien, me adhiero! Hagan la reserva por las dudas, recordá que el sábado pasado estaba hasta las tetas…
A las 22 horas arribamos a “Il Piccolo Vapore”. Primera sorpresa, el boliche casi en penumbras. El mozo ceremonialmente (?) nos conduce a una mesa armada para seis personas y vacía. Nos sentamos en silencio y nos miramos asombrados; el lugar es un páramo y nuestros amigos no llegaron aún. No entendemos nada. Pasada una hora, ya aburridos y con hambre, pedimos algo para ir picando mientras los esperamos. De pronto, los vemos entrar. Hablan con el mozo y este, siempre inmerso en el clima opaco y silencioso de la cantina de esta noche, los conduce a nuestra mesa.
Nos incorporamos Wanda y yo, con las caras plenas de sonrisas para darles la bienvenida, pero los rostros de los que llegan muestran un grado de desconocimiento tal que nos desarma y deja en silencio. Ninguno atina a decir nada y de pronto, en simultáneo, una de las mujeres, creo que se llamaba Patricia, dirá:
─Perdonen, pero creo que esta es nuestra mesa…
Y Ricardo, su compañero, agrega con cierta simpatía comprensiva:
─De todos modos, no se hagan problemas gente. El boliche está casí vacío como de costumbre y ustedes ya pidieron. Les dejamos nuestra mesa y ocupamos otra.
Wanda y yo nos volvemos a sentar y continuamos la cena en esa mesa armada con seis cubiertos. Nuestro silencio es total. Asumidos por un extraño desasosiego, ni atinamos siquiera a mirarnos por un momento.
por Carlos Fernández Rombi – 07 ene 2021
A Diego Armando Maradona.
Con mis reservas hacia sus calidades humanas,
pero con admiración sin límites por su capacidad de futbolista del mundo
y una tenaz personalidad que, a modo de un sexto sentido
que solo él tenía, le permitió ser un ídolo universal.
El máximo del fútbol de todos los tiempos. ¡El más grande!
El mayor ídolo del futbol mundial falleció en Buenos Aires el 25 de noviembre de 2020. Su velatorio público, por decisión del gobierno argentino, se realizó en la mismísima Casa de Gobierno. La afluencia masiva de “sus fanáticos” produjo un desmadre descomunal no previsto por las autoridades. Incluyéndose un hecho nuevo en la historia del país: “la toma circunstancial de la Casa Rosada” por los barrabravas de las hinchadas de Boca Juniors, San Miguel, Los Andes, Almirante Brown, la Guardia Imperial de Racing, la de Gimnasia Esgrima de La Plata y la de Argentinos Juniors. También los “fanas” de algunos equipos del ascenso tuvieron participación en las situaciones que se vivieron dentro de la Casa de Gobierno, en el Patio de las Palmeras. ¿Qué tal?
Después, el nombre y el recuerdo del ídolo ocuparon por semanas el aire de los noticieros de la TV. Por supuesto, incluyendo las versiones sobre la muerte “triste y solitaria” del fallecido ilustre. Que presuponían “abandono de persona antes de muerte”, con la consiguiente frenética búsqueda de culpables (prepaga, enfermeras, médicos, psiquiatras, médico personal, amigos, entorno y hasta alguno de los jardineros del country donde habitó sus últimos momentos). En realidad, esa muerte tan temida desplazó de las noticias de diarios, TV y radios al terrible Covid-19 que ese día no parecía tan dramático. Durante ese lapso largo e interminable, la única forma de liberarse de la persecución de las historias e historietas relacionadas con el más grande, era ver la reposición en Warner Channel de “Seinfeld”.
Después de meses de investigaciones, periodísticas y policiales, quedaron más dudas que certezas. ¡Lógico! Pero esta larga introducción, realmente poco hace a la esencia de nuestro relato. Este comienza tímidamente en abril de 2021, en Santiago de Cuba… Un comentario inevitable y nuevamente, me voy por las ramas y no doy inicio a este relato: fortuna e hijos del ídolo. De la primera, todos los entendidos-especialistas, periodistas, analistas políticos y económicos, epidemiólogos, secretarias, remiseros, albañiles y demases, estimaron que era imposible de calcular. A más de que a partir de su muerte había empezado a crecer exponencialmente. De los hijos: tema espinoso, si los hay: el primero, Diego Sinagra nació de un descuido napolitano. Luego vinieron las tres chicas y, hasta ahí ¡todo bárbaro!, salvo el hecho de que al Sinagra, él, tardó nueve años en reconocerlo. Pero empezaron a aparecer otros. Cuatro en Cuba, uno en la Ciudad de La Plata, otro en… Una periodista de un semanario sensacionalista mejicano, de apellido Nogaro, que se decía a sí misma “la mayor experta mundial en la vida del ídolo”, había dedicado los últimos cinco años de su vida a investigar sobre los descendientes del futbolista del mundo. Daba un informe que iba actualizando cada seis meses, situando los nacimientos en sus lugares correspondientes: Dubái, Madrid, Estonia, Mozambique… Su apasionante labor fue interrumpida cuando iba por el hijo número 41, debido al surmenage fulminante que la mandó a velocidad extrema a una prolongada internación en una clínica psiquiátrica.
Decía. Este relato comienza tímidamente en abril de 2021, en Santiago de Cuba…
Un comerciante argentino, Rodolfo Giménez, de 67 años, que asistía a La Séptima Exposición Panamericana de Insumos de Computación que se realizaba en ese país, informó a uno de los periodistas acreditados que en uno de los barcitos, lo había visto a él, a un metro y medio de distancia tomando un café; azorado, agregaba que lo haba visto en aparente excelente estado de salud. “Incluso me dedicó una de sus inefables sonrisas y un guiño, cuando se dio cuenta que yo lo había reconocido”. El periodista publicó los dichos del comerciante a modo de curiosidad en la página 29 de su periódico. Baby Echecopar, que leyó el suelto periodístico, lo comentó días después en su programa de TV “Basta Baby”, agregando a modo de chiste que no se debían servir bebidas alcohólicas en eventos de ese tipo. ¡Baby, en esos barcitos no se sirve alcohol! Meses más tarde, una familia italiana de paseo por Nueva York declaraba de vuelta en su Nápoles natal que “Lo habían visto a no más de tres metros y que al observar su estupor, él, les había dedicado una de sus sonrisas inolvidables”. El matrimonio, dueño de un hotel 4 estrellas en el centro de la ciudad de Nápoles, no se privó de comentar con amigos, conocidos y clientes, el increíble encuentro: esta vez, la noticia llegó hasta algunos periódicos de la Argentina. El 25-11-2024, el matrimonio del Arq. Alberto Fernández y su esposa, la neurocirujana Dra. Julia Echandiz, ambos de sólida reputación en sus respectivas profesiones, festejaban sus Bodas de Plata en la localidad cordobesa de La Falda. Por supuesto, uno de sus objetivos era hacer una de las visitas guiadas al famoso Hotel Edén. Según sus dichos, luego de realizar la visita, se detuvieron en la Exposición Permanente de Degustación y Venta de Quesos y Vinos Regionales que funcionaba dentro del perímetro del hotel. En el momento de retirar un par de productos que habían adquirido, se cruzan con el ídolo fallecido. El matrimonio expresa sin ningún tipo de dudas que en ese momento él les sonrío e hizo un guiño cómplice. La Dra. Echandíz agregaba, además, que lo había visto en el mejor de los estados físicos, tal cual sus mejores tiempos, y de excelente humor.
Nota: “El Hotel Edén había cesado sus actividades en 1965. En sus habitaciones se alojaron alguna vez celebridades de la talla de Albert Einstein, Rubén Darío, el Príncipe de Gales, el Duque de Saboya y el presidente Julio Argentino Roca. Incluso, existe la leyenda de que allí se refugió Adolf Hitler tras el final de la Segunda Guerra Mundial, luego de haber simulado su suicidio en aquel búnker de Berlín asediado por el ejército soviético. Harto de esperar por una redención que nunca llegará, su espectro podría ser otro de esos tantos que vagan por los rincones del hotel” (Fuente: Google).
Ahora sí. Este notición fue tapa de los medios televisivos y periódicos de una gran cantidad de países. Estos recopilaban una cincuentena de noticias similares provenientes del mundo entero. Ergo, miles de periodistas de los medios de todo el mundo se avocaban a la “caza” de Diego Armando Maradona. Ellos ya no tenían dudas: ¡él está vivo!
por Carlos Fernández Rombi – 19 dic 2020
Los hechos
Karen Alejandra Salinas Rodríguez (16), desapareció en enero de 2014 en el municipio de San Fernando, Tamaulipas, México. Después de cobrar varios rescates a cambio de su libertad, sus secuestradores la asesinaron. (QEPD Karen).
A partir de ese momento, su mamá Miriam Rodríguez, asumió como único propósito de vida hallar a los culpables y entregarlos a la Justicia. Se cortó el pelo, le hizo tintura, se hizo pasar por encuestadora, trabajadora de salud y funcionaria electoral para conseguir los nombres y direcciones de amigos y familiares de los asesinos. Inventó excusas para conocer a sus abuelas y primos y amigos que, sin saber, le daban los más mínimos detalles. Los registraba en un cuaderno que guardaba en el maletín negro de su laptop, con el que hizo la investigación y los rastreó uno por uno.
En tres años, Miriam Rodríguez capturó a casi todos los secuestradores de su hija. Una galería de criminales que intentaban rehacer sus vidas con diversas ocupaciones: uno había renacido como cristiano, otra era taxista, otro se dedicaba a la venta de coches y una era niñera.
El florista fue el último. Fue conociendo sus hábitos, sus amigos, su lugar de origen, su niñez. Sabía que antes de unirse al cártel de los Zetas (*) e involucrarse en el secuestro de su hija, el muchacho había vendido flores en la calle. Ahora que estaba huyendo, volvió al oficio que conocía y vendía rosas para llegar a fin de mes. Armada con una pistola que viajaba en forma permanente en su bolso, al lado de la laptop y una variedad de identificaciones falsas, lo había asediado durante un año, acechándolo en línea, interrogando a los delincuentes con los que trabajaba e incluso trabando amistad con parientes que no sospechaban que lo que Miriam Rodríguez buscaba era saber su paradero. Ahora por fin tenía una pista: una mujer la había llamado para decirle que vendía flores en la frontera. Cuando por fin lo halló se emocionó demasiado y se acercó en forma imprudente. Él la reconoció y corrió. Con la esperanza de escapar, emprendió una carrera a lo largo del paso peatonal. Miriam Rodríguez, de 56 años en ese entonces, lo atrapó de la camisa y forcejeó con él poniéndolo contra el barandal. Apretó su pistola contra su espalda. “Si te mueves te disparo”, le dijo. Lo mantuvo ahí casi una hora, esperando que la policía llegara y lo detuviera.
En total atrapó a diez personas en una desesperada búsqueda de justicia que la volvió famosa pero vulnerable. Nadie desafiaba al crimen organizado y ni hablar de encarcelar a sus integrantes. Le solicitó al gobierno algún tipo de protección con escoltas armados, temiendo que el cártel finalmente se hubiese hartado de sus actividades.
Semanas después de haber perseguido al último de sus objetivos, el 10 de mayo de 2017, Día de las Madres, la mataron a tiros frente a su casa.
La balada:
Hija mía, pocos años tus dieciséis,
Para tantas lágrimas…
Hija mía, tantos ayes y tanto dolor,
Día tras día que suman años.
Hija mía, pocos años tus dieciséis.
Pronto nos hemos de reunir,
Ellos, los mismos, me van matar.
(*) Los Zetas o Cártel de Los Zetas fue un cartel mexicano cuyas actividades delictivas iban desde el narcotráfico, terrorismo, transporte de drogas, extorsión, secuestro, homicidios, tráfico de personas, hurto de combustible, robo a bancos, camiones de valores y lavado de dinero hasta delitos informáticos.
por Carlos Fernández Rombi – 26 dic 2020
Ya lo años se acumulan en mi vida y la mujer de mis sueños sigue tan distante como siempre… Intenté todos los caminos: la simpatía, el regalo, las atenciones, las flores… Pero siempre recibo esa misma sonrisa de lejanía. Su mirar sigue rehuyendo el mío, igual que hace veinte años cuando la conocí. Debo reconocer que, en aquel tiempo, yo era demasiado vehemente… Quizá eso provocó su rechazo. Cambié y seguí intentando. Luego ella se casó. Me retiré con prudencia y respeto… pero hace cinco que está sola otra vez, igual que yo. Con la gran diferencia de que para mí la soledad es compañera constante y fiel.
Días atrás, en la tardecita, me dejé caer por su casa con una orquídea lila de Colombia y bombones de Maison Lion D’or, en un estuche precioso con envoltura en celofanes rojos y dorados… Creo que de puro compromiso me invitó a tomar el té. Conversamos más de dos horas. Es decir, yo me ocupé de mantener viva la charla; caso contrario, si la dejaba a su cargo, hubiera languidecido y muerto sin remedio. ¡Claro, se mostró muy agradecida con mis regalos! El tiempo de su observación admirada ante la belleza de la flor, de algún modo me justificó. Terminada de beber esa infusión (que nunca me gustó), volví a referirme, con la mayor delicadeza, a mis sentimientos por ella… Sonrió, casi con dulzura, pero, como de costumbre, ignoró el tema y la propuesta implícita.
Ha pasado un mes desde nuestro encuentro y no he dejado de pensar en ese par de horas de maravilla y en ella, ni un minuto. Pongo un pequeño mensaje en su celular… y nada. Los días pasan y… ¡nada de nada! Renuncio. Me rebelo, el cansancio de tanto tiempo de amar sin la menor correspondencia, me cansó. ¡Basta! Claro que rebelarse no implica olvido. Florencia es una torva espada clavada en mí corazón… y el tiempo sigue, despreciativo, su estólido curso.
Un largo año en aislación y sin Florencia… como que empiezo a acostumbrarme. Inesperadamente, recibo una esquela. Leo:
Querido Carlos:
Estoy extrañada del tiempo pasado sin noticias de vos… Cuando empezaba a habituarme a tu presencia, desaparecés… ¿Quizá otro amor? Si es así, me alegro por vos. En cambio, si seguís siendo hombre libre, me encantaría que nos reunamos y reiniciemos nuestra relación. Esperanzada, aguardo noticias de tu parte. Un gran beso de:
Florencia
Leo y releo su escritura bendecida, mi corazón a punto de estallar… Mi antiguo y constante amor renace con más fuerzas que nunca. ”Cuando empezaba a habituarme a tu presencia, desaparecés…”. Empiezo a vestirme a lo loco, me falta el tiempo para ir al encuentro del amor de mi vida, mi nunca correspondida pasión… ¡Ya estoy listo para volar hacia ella! ”Me encantaría que nos reunamos y reiniciemos nuestra relación”.
¿A cuál relación se refiere? Tal vez… a la de mi devoción perruna… O esa adoración reiterada sin satisfacción alguna… O a mi vida, pendiente de la suya, sin esperanza ni descanso…
Vuelvo a leer su esquela. Ahora, muy lentamente, casi mordiendo cada palabra… Luego, la rompo en pequeños pedazos… que van a parar al canasto. Comienzo a desvestirme tranquilo y en paz.
por Carlos Fernández Rombi – 14 dic 2020
A mí querida sobrina y lectora benévola,
Marcela Barraza.
Los Laboratorios Medicinales & Equipamientos Médicos del León tienen su Casa Matriz en España, con filiales en Budapest, Lisboa, Amberes, Buenos Aires y Caracas. Establecidos hace veinte años, han mantenido un ritmo de crecimiento sostenido. Ahora, cumplidos tres meses de la pandemia mundial del Covid-19, sus números mejoran por encima de lo habitual, debido a la producción de insumos médicos (guantes quirúrgicos, barbijos, batas, delantales, etc.). La excepción es la filial Buenos Aires, cuyos rindes están en descenso. El Directorio de Casa Matriz ha decidido intervenir.
(…)
Álvaro se ve obligado a hacer silencio. El fuerte murmullo, como reacción a sus dichos al principio y luego las frases de incredulidad y enojo y opiniones manifestadas en voz alta, todo al mismo tiempo, producen una pequeña batahola que le impiden proseguir. Ayer, en el momento en que le dábamos forma definitiva a la presentación de hoy, le advertí que esto podía pasar. Algunos de los ejecutivos involucrados tienen relación de amistad de años con los presentes. Es más, incluso uno de los acusados es consuegro de uno de los presentes. En fin… ¡un verdadero bolonqui! Veo que Álvaro toma aire como para pedir silencio y retomar su exposición, pero el CEO de Matriz, venido especialmente, le gana de mano.
─¡Señores, señores, amigos míos… un poco de silencio por favor! Entendemos perfectamente la conmoción que están experimentando, estamos hablando de compañeros y amigos de muchos años; pero la comisión del delito ha sido acreditada ante mí por el Dr. César Díaz sin duda oponibles. Pero este no es el momento ni de decisiones ni de comentarios. Una vez que don Álvaro concluya su informe y se retire junto a su ayudante, veremos nosotros las vías a tomar. El auditorio guarda silencio y noto que el amor de mi vida no está para nada a gusto. Tenso, prosigue.
─Lamento sobremanera que mis dichos los afecten de manera tal, pero no es mi culpa sino el genuino fruto de una seria investigación. De todas maneras, ya concluyo. Como dije, toda la documentación probatoria queda a vuestra disposición y solo me resta agradecer al Directorio de Casa Matriz, representada en este acto por el Lic. Arciniega, la confianza puesta en mi persona. Los saludo a todos, y reitero mi desagrado por ser portador de noticias tan malas. ¡Buenas noches a todos!
Despedida, desesperanza
Rato más tarde, entregada la documentación citada y realizados los saludos de rigor, nos retiramos juntos. (Fue el momento en que recibimos nuestros cheques. Traté de “espiar” la cifra en el de él y no pude… pero me pareció ver unos cuantos ceros). Nos recibió un anochecer frío y con lloviznas, propio de los finales del otoño de Buenos Aires. Caminábamos hacia el estacionamiento donde Álvaro había dejado su auto más de cuatro hora antes. Silencio total. Yo ni siquiera sabía por qué caminaba con él. Lo lógico habría sido despedirnos e ir cada uno hacia su vehículo, pero su tensión era tal que no me atrevía a abrir la boca. Simplemente lo seguía. En el acceso a la playa, reaccionó, sacudió la cabeza, me miró como si fuera la primera vez y su sonrisa iluminó y entibió la noche.
─¡Hola Yuli, volví… perdón! Algunos de los personajes presentes en esa reunión me sacaron de línea… Aunque los entiendo, no es para menos. Pero no es tu culpa. Bueno, a lo nuestro. Esta tarea ha sido cumplida, y tu ayuda, imponderable. No tuve tiempo de comentarte que conseguí un vuelo a Madrid para las 9 horas de mañana… ¡Extraño mucho a mi niña! He visto que a unos metros tenemos un restó que parece bastante decente… ¿Qué te parece si nos despedimos cenando juntos?
Por supuesto, acepté. Prácticamente, no habló una palabra de la tarea en común que acababa de finalizar y fue el vehículo para conocernos. Estaba… ¿nostálgico, triste o sensibilizado por su partida? No lo pude determinar. Me habló mucho de su infancia en Galicia, de su abuelo, figura determinante de su personalidad; algo, muy poco, de su fallecida esposa; y mucho también de su pequeña Noelia de nueve añitos. Absorbía, no sus palabras que me aparecían bastante alejadas de mí, sino la tonalidad de su voz que me calaba muy hondo y que ya empezaba a añorar. La promesa de “intercambiar cada tanto” algún e-mail, un par de besos (uno por mejilla) y adiós. Se marchó.
Me dormí amaneciendo el día. Las lágrimas habían viajado por mi cara hasta la saturación. Todo el día siguiente y unos cuantos de los que lo sucedieron, traté de racionalizar qué me afectaba tanto. Álvaro no me había hecho promesa alguna, es más, ni siquiera un simple flirteo; no más que un ligero apretón en el brazo o un roce de manos en la tarea en común. Pero siempre supe que era solo cuestión de aceptación y afecto. Nada más. Un mes después de su partida, retomo mi labor en forma presencial en Laboratorios del Sol. Me alegro enormemente, la cuarentena interminable me estaba enloqueciendo. Sobre todo, después de la partida de Míster Holmes (así lo llaman a Álvaro mis compañeros desde que se enteraron de su misión en nuestra empresa). Un efecto colateral más que agradable fue mi ascenso y el renovado respeto que me tienen los chicos. Aunque yo nunca comenté una palabra, el rumor se había esparcido. Me gusta. Álvaro, Álvaro… ¡Te extraño cada día más!
Un correo electrónico especial
A pesar de su promesa de mantener contacto a través de la Internet, el madrileño solo le envió un correo al día siguiente de su llegada a España. Le informaba que había llegado sin contratiempos y que su niña estaba más linda que nunca. Me apresuré a contestarle manifestando mi alegría de recibir sus buenas noticias; y en un gesto de audacia impropio de mí, agregué en la última línea: “Álvaro, deseo de todo corazón que ambos tengamos las ganas de mantener esta amistad incipiente sin los desmayos propios de los seres humanos. Besos de Yuli”.
Y nada más. Ya se cumplieron dos meses de la partida del Viajero y este cesó toda comunicación. Yuliana Barraza ha perdido cualquier atisbo de esperanza. Cuando… Ese jueves regresa del Laboratorio más tarde de lo habitual, cansada. Ha sido un largo día, su nuevo puesto exige mayor dedicación pero le gusta. Contra su habitual costumbre de los últimos tiempos, no acude de inmediato a la PC a ver si hay un correo del Viajero. Con una cierta autopermitida morosidad, toma un largo baño. Luego, no tengo ganas de cocinar. Se prepara un pebete de crudo, tomate y mayonesa, y una coca. ¡Y listo el pollo! Luego de su infaltable café batido y el último rubio mentolado del día, solo me permito cuatro, abre su laptop. Por inercia, primero verá el correo. Quedará alelada por un minuto. Se destaca como un rayo de luz frente a sus ojos un remitente: alcesardiaz-99. Me fuerzo a no abrirlo en el instante, respiro hondo, me violento a mí misma e incorporándome, voy en busca de mi quinto –no permitido- faso de este día. Fumo con fruición desusada queriendo estar esperanzada, mientras que mi ánimo tiende a lo contrario… ¡Basta, lee de una vez!
“Mi querida Yuli, estoy en falta y lo sé. En mi aparente mala educación de no escribirte, estaba oculta la duda que debía solucionar antes de comunicarme con motivos pueriles. Creo que en nuestra primera entrevista empecé a enamorarme de ti, en la tercera ya lo estaba, y como dicen ustedes: ¡al mango! Te amo como nunca lo hice. ¡Sí! Me esforcé, y mucho, para no cortejarte. Tres temas hacían fuerza en mi conciencia: la diferencia de edades, el ser habitantes de dos continentes distintos y el tener una hija. Casi nada, ¿no os parece, Yuli? Ya lo resolví hace tiempo. Me demoré sondeando a mi pequeña Noelia. Que ya está lista para conocer a una mamá tan buena como la que tuvo y a la que poco recuerda (era muy pequeña). Tienes que pensarlo con detenimiento. El cambio va a ser grande para ambos, pero sobremanera para ti. Sé que te han ascendido en Laboratorios del León y que tienes una prometedora carrera. (No quise hacerlo yo –no corresponde-, pero de interesarte ‘mi propuesta’, se puede dar que te trasladen a Madrid si lo solicitáis). ¿Cuál es esa propuesta…? ¿Te casarías conmigo mi querida Yuli?”
No vacilo medio segundo, hago clic en Responder: “Mi muy querido Álvaro…”.