Sexo, drogas y rock & roll

por C. Fernández Rombi

27 jul 2018

 

SexoDrogas y Rock And Roll...  En los ‘60 y ‘70 comenzó, de la mano del rock, de sus cultores ─sus peculiares hábitos─ y de su naciente y siempre creciente legión de fanáticos, a hacerse famosa esta frase.  Con los años tomaría una vigencia absorbente que llega a nuestros días. Había nacido  “la santa trinidad”.

Trinomio básico y fundamental de las bienaventuranzas del rock. Y, peor, formando parte de la vida de una enorme cantidad de cultores en los que influiría, muchas veces en forma nociva.

¿Qué duda cabe? La frase y sus concomitancias de vida influyeron en todas las generaciones posteriores a su explosión.

 En realidad, en este mismo momento caigo en la cuenta de que quien haya comenzado a leer estas líneas íntimas, puede caer en un grave error; el de pensar que este es un ensayo o simple artículo de la influencia de “la santa trinidad” en la vida de jóvenes de todo el mundo. Y nunca mejor nombrado nuestro bendito mundo, ya que la “santa” influyó a blancos y negros, amarillos, tostados y albinos y a toda la querida raza humana.  “Esa ilusión deletérea”.

Sin embargo, mi intención al recordar el: “SexoDrogas y Rock And Roll”, es totalmente diferente.  Trato por una última vez de evaluar como marcó mi vida y, también, la destrozó para siempre. Lentamente. Tal como un veneno administrado por años en pequeñísimas dosis. En cuenta  gotas.

En 1990, ya, la santa trinidad era un lema de vida aceptado por la generalidad de sus intérpretes y el 70 u 80% de los jóvenes (y no tan jóvenes) del mundo entero. Yo había terminado mis estudios de abogacía, era un tipo tranquilo y de familia. Mis metas, las clásicas de miles que, como yo, proviniendo de hogares humildes habíamos accedido a los estudios universitarios y veíamos por delante un futuro de familia y realización personal.

Con mis flamantes 22 era un tipo tranquilo y de metas claras. Mi novia desde el secundario, Marga, contribuía con gran entusiasmo; su meta declarada: casarnos y vivir felices para siempre. “Vana ilusión humana”.

De alguna manera, ella, sería el motivo desencadenante de mi metamorfosis. Yo comenzaba a trabajar en un estudio jurídico de la Capital; nuestra vida, muy sencilla: los domingos almorzábamos en su casa, luego dábamos un  par de vueltas y al cine para terminar el día. En la semana, religiosamente nos veíamos día tras día y... ¡todo bien! Luego, lentamente, ante mi desinterés, y con mayor insistencia cada vez, comenzó a quejarse de mi apatía y proponer que asintiéramos a algún festival de rock. (Se estaba haciendo fanática de escucharlo con sus amigos por el estéreo).

─Robert... ¡no seas amargo! Todas mis amigas (como tres) se han hecho fanáticas del rock y yo también.

El mítico “Rock In Río” era leyenda y destino que habían comenzado en 1985. Queen, representaba la “nueva Fe” y Freddie Mercury era el Apóstol Pedro, rodeados por una avalancha de santos de la nueva era luminosa: The Beatles, AC/DC, Aereosmith, The Rolling Stones, The Doors, Guns and Roses, Led Zeppelin,  Nirvana,  Black Sabatt y los Credence Clearwater Revival...  Luego los seguirían los nuestros: Los Redonditos de Ricota, La Renga, Los Piojos, Los Fabulosos Cadillacs, Divididos y Soda Stereo son algunas de las bandas argentinas que siguen convocando y generan esa pasión por esa música... que nos agrede y atrapa, difícil de explicar. En 1985 comenzó a transmitir FM Buenos Aires/Rock & Pop, abrió sus puertas Cemento y se publicó el primer suplemento de un diario dedicado exclusivamente a los jóvenes -el Sí, de Clarín-, bandas como Soda Stereo, Virus y GIT editaron los discos que los catapultaron a la cima...

Reunían en sus actuaciones legiones de fieles, tal como Moisés hiciera, unos añitos antes, con los israelitas en el monte Sinaí.

Me iba “metiendo de a poco”, sin tener la menor idea de donde iría a parar. Esa música íntima y salvaje, posesiva y hostil, había comenzado a coparme. Con Marga pasamos del cine a los recitales de rock. ¡Vamos... empezaba a vivir!

Nuestro noviazgo empezaba otra historia. La meta declarada de Marga había cambiado su idea fija, el casamiento, por la de asistir juntos a la reedición del  primer “Rock In Río” a realizarse en 1991. La seguí. Nos parecía vital participar en la segunda edición de "El festival-espectáculo más grande del mundo".  Sería en el Maracaná y duraría nueve días.

Luego de “escarbar” bolsillos propios y ajenos llegamos a la conclusión de que la guita sólo nos daría para el viaje y unos cuatro o cinco días en una pensión atorranta a 6 km. del estadio. Aquello fue alucinante.

En lo personal tenía una casi nula experiencia con la falopa, algún que otro porro a mis 16 y poco más. En el 91, en Río, la droga, el alcohol y el Rock eran el maná de cada día. Me transformé en pocas horas, las primeras en la Cidade Maravilhosa, de sobrio a hedonista; de racional a delirante. Marga también  enloqueció... Ya en el crepúsculo del primer día empezó a exhibir sus tetas, vociferar obscenidades y sacudirse como  posesa. No me quedé atrás.

El cuarto días nos quedamos sin un mango pero convencidos de que nos quedábamos hasta el último minuto. En la bruma mental en la que pasábamos las horas, creo recordar que ella se prostituía con los viejos “de afuera” y yo ayudaba con raterías de toda índole, a personas y negocios. Volvimos cambiados. Mucho.

Falopa, alcohol y sexo indiscriminado; todo eso enmarcado por la atrapante magia del Rock. De casamiento no se habló más, ya éramos hermanos devotos de la santa trinidad.

Y pasaron 10 años, cumplía los 32.  Con Marga nos dejamos de ver, me habían echado del único trabajo fijo y me había convertido en un crápula vividor y chorro ocasional. Mi medio de vida más frecuente eran las veteranas con plata que suelen deambular su soledad en las confiterías de lujo: mi favorita “Las Violetas” de Medrano y Rivadavia.

Estábamos a las puertas de la Reedición 2010 del Rock In Río en dos sedes: Lisboa y Madrid (en esta con Bon Jovi).  ¡Imperdible! Decidí que tenía que “estar”... pero, no era moco de pavo el viajecito a Europa siendo un seco. Sólo, en mi nebulosa actual recuerdo que engañe a destajo y me robé todo lo que pude, hasta unos ahorros que tenía mi vieja ya viuda (¡Dios me perdone!)

A lo grande: los gallegos se jugaron.  La Ciudad del Rock se empezó a construir en 2007 para albergar el macro festival de música Rock In Rio, que celebró tres ediciones en España en los años 2008, 2010 y 2012.  Fue el alcalde, Ginés López, quien apostó por esta enorme infraestructura que se extiende en unos 200.000 metros cuadrados (casi 350.000, incluyendo la zona de aparcamiento anexa) junto a la confluencia de la autovía A-3 con la N-III.

Fueron cinco días de delirio en estado puro. Desgraciadamente, solamente asistí a dos y medio, el resto lo pasé alojado por los guardias civiles que me levantaron “bolsillando” en una parada del metro (¡me dieron lindo!).  Fue mi despedida involuntaria: para las ediciones siguiente ya no tenia de donde “rascar” y mi cuerpo había perdido aguante.

Se me fueron desde Madrid 10 años más. Ahora soy un anciano de 42, sin hogar ni familia.  Me conozco todos los comedores populares de la City, los mejores reparos  para pasar la noche. (El invierno... ¡es un hijo de puta!).  Flaco y sucio (generalmente), barbado, con un poco de cirrosis y, si mi amigo no se equivoca, el huésped despreciable, el HIV, ha tenido la gentileza de visitarme. Unos de estos días voy al hospital y veo.

De la santa trinidad, SexoDrogas y Rock And Roll no me queda mucho: el sexo no me mueve un pelo. El Rock (me parece increíble) tampoco. Pero Ella, mi amiga, mi compañía diaria, ¡Ella lo compensa todo!

Miro hacia atrás, hacia mis 20, y aunque la maraña mental que ocasiona la “frula” no me ayuda. Comparo...  y no tengo dudas:

¡No me arrepiento un carajo!