por C. Fernández Rombi

Desde siempre he armado mi vida, mis trabajos y aún, mis amores, con meticuloso cuidado. No soy amigo de las complicaciones imprevistas. Que siempre ocurrieron y ocurrirán; las que no tolero son las que pudiendo haberlas previsto, no lo hice. Me enojo mucho conmigo mismo cuando tengo un estorbo que estaba en mí evitar. Con modestia reconozco que no es habitual que esto me suceda... ¡El secreto es la planificación!

Me aferro dentro de mis propias normas, a otra, insoslayable: no mezclar los temas. Con mayor énfasis si en la concreción de un negocio puede involucrarse una mujer. Ellas son en mi concepto de lo más lindo que hay en la vida... siempre que no se mezclen con los negocios. Caso contrario, ¡pérdida segura!

Estoy armando una importación de una buena cantidad de relojes Cartier de gran precio y calidad. Llevo en el tema más de cuatro meses y, si todo sale como debiera, terminada la opereta me va a quedar un millón de lucro neto. ¡No está nada mal! Por suerte, no hay ninguna mujer involucrada. Hoy, mejor que nunca ya que mi nuevo amor, Ivanna (mi hermosa y apasionada Ivy) es mujer celosa y de “pocas pulgas”. Todo listo para la firma de avales y cartas de embarque y recepción, me informan desde París que en lugar del Responsable de Operaciones Exteriores (por razones de salud) vendrá a mi encuentro su esposa. ¡Ya decía yo que andaba todo demasiado bien...!

La voy a buscar al Aeropuerto Internacional, mi chofer lleva un cartelito: Marión Buchard. Cuando la fulana se presenta quedo estupefacto Por supuesto disimulo, pero es una de las mujeres más hermosas y elegantes que he conocido... Además, no creo que pase de los veinte años. (En el acto me imagino al esposo, el señor Responsable de Exteriores como un viejo gordo y aburrido). Creo que gané con el cambio, pero...

En el viaje hacia su hotel, su perfume me produce una sensación de embriaguez; me obligo a pensar en Ivy (sin mucho éxito). Le pregunto cuántos días se va a quedar.

─Bueno, mañana firmamos nuestros papeles ─su castellano es tan malo como mi francés─, me quedaré tres o cuatro días más para conocer vuestra ciudad... de la que me hablan maravillas.

Me muerdo la lengua por no ofrecerme a hacerle de guía turístico... Si se entera “la fulana”, quilombo y grande. Pero, pienso que, mínimamente por educación, debo invitarla a cenar, ésta, su primera noche. Además será un buen momento para afianzar esta relación que puede traerme otros buenos negocios en el futuro. Acepta de buena gana y quedo en pasar a buscarla por el lobby del hotel a eso de las veintiuna.

Bueno, esa primera noche fue una locura; entre Marión y yo saltaron chispas desde el aperitivo inicial. Terminamos la noche en su suite del Hilton. A gatas me hice de un par de minutos para ponerle un mensaje a Ivy macaneando que estaba descompuesto...  El día siguiente fue una continuación de la mejor noche de mi vida. Y volví a mentir, y al otro día, igual. En fin no sé cómo va a terminar esto... por ahora, lo vivo a pleno después veré como lo arreglo... ¡Dios me perdone!

Ivanna, desde el primer mensaje de su hombre, “leyó” la historia completa. Los siguientes, sólo ratificaron lo que ya sabía. Eso y buscar en Internet, de la cual es hábil experta, direcciones de e-mail de Cartier matriz Francia, fueron una sola cosa. Mandó quince correos (tantos como direcciones encontró) del mismo tenor:

“INFORMO A USTED QUE LA SEÑORA ENVÍADA EN CARACTER DE RESPONSABLE COMERCIO EXTERIOR PARA CERRAR NEGOCIO CON ANDRÉS LINARES DE ARGENTINA LLEVA TRES DÍAS ENCERRADA CON ÉSTE EN LA SUITE QUE ELLA OCUPA EN EL HOTEL NUEVO HILTON BUENOS AIRES”

FIRMA: IVANNA DE LINARES

D.N.I. 31876678

Ya Marion ha partido de regreso a Francia y obran en mi poder los papeles que me permitirán cristalizar un negocio redondo; el recuerdo de tres días de sexo y locura más la certeza del dolor de cabeza que me aguarda con Ivy atoran mi mente.

Llego a mi oficina a fin de la terminación del negocio, algo muy simple. En mi cabeza, trato de estimar los daños del “tema Ivy”. Espero que una joya, unas flores y una cena especial, lo arreglen.

Mi secretaria ha dejado sobre el escritorio un telegrama colacionado internacional.  No

sé por qué, experimento un estremecimiento que no puedo explicarme. El remitente es mi nuevo asociado, Cartier Joyas París, la redacción en impecable castellano. Leo:

“INSALVABLES PROBLEMAS DE ETICA COMERCIAL NOS OBLIGAN A DAR POR FINALIZADA TODA TRATATIVA COMERCIAL CON USTED. SE HACE EXTENSIVO A NUESTRAS FILIALES Y SUBSIDIARIAS. A SU DISPOSICIÓN DEPOSITO DE GARANTÍA DE U$S 30.000”.

                                                             FIRMA: MARCEL ROGER DUBOIS

 PRESIDENTE CARTIER Int.

Sin fuerzas, dejo caer el telegrama mientras miro la elegante carpeta que contiene un inútil contrato firmado con una mujer demasiado hermosa.

El autor, una vez concluido su relato, lo relee. Quedará convencido que no ha hecho aporte alguno a la narrativa nacional. Tratando de salvar algo de su estima personal trata de, por lo menos, encontrarle una moraleja. No la encuentra. En fin...

Pero, tal vez (aunque bastante rebuscada) podría decir:

“Si eres meticuloso y estás frente a un buen negocio, protégete si se te cruza una mujer joven y hermosa, en especial si es la esposa de alguien de quien dependa el mismo”