por C. Fernández Rombi – 22 abr 2019

 

Esto se pone cada vez más denso.  Nuestra pareja va de malas a peores…  La Beba está inaguantable y se queja de todo y por todo.  Que si estoy en casa y molesto, que si no estoy y no sabe dónde ando, que si tomo un vino y me pongo fiestero o que soy un amargado que no le presto atención y se va a buscar otro tipo…  Me tiene harto.  Ya llevamos doce años juntos.  Los primeros… fueron como uva madura.  Después… esto de ahora… ¡insoportable!

 

Pienso, aunque nunca lo hablamos, que el no haber podido tener pibes le hizo el coco… pero de eso, no tengo culpa alguna.  Hace tres que conseguí esta portería en un edificio de Belgrano que está repiola; nuestro depto es grandecito, de dos ambientes, cocina separada y baño completo…  Nada parecido a la cueva que teníamos en el de Caballito.

 

En fin, ya no sé qué hacer; las peleas nunca me gustaron y ahora… es una tras otra.  A veces me engancho hablando boludeces con cualquier copropietario en el hall del edificio, con tal de no subir y enfrentar reproche tras reproche.  Mi mujer, para pelearme, parece no encontrar el final.  En un verdadero intento de volver a la paz y a la normalidad, le ofrecí, dado que la semana que viene son los carnavales, pedir al suplente e irnos cuatro días a Mar del Plata…

-¡Para aburrirme me quedo en casa!  Yo voy a festejar carnaval a mi manera y, por una vez, me voy a divertir… vamos a ir a bailar con Analía y Gloria… ¡lo vamos a pasar de diez!

-Pero Beba, a mí me encantaría que fuéramos a bailar los dos juntos como hacíamos en otros tiempos, al Lucense o al Salón Rodríguez Peña, no hay drama…  ¿Qué papel van a hacer tres mujeres casadas y solas?  Van a parecer tres locas sueltas.

-Ves que es como yo digo, ¡vos vivís en el limbo!  La Analía está separada desde hace dos años; y casi uno la Gloria.  Nos vamos a divertir como cuando éramos tres pendejas.

 

Por no darle una piña, le grité que no me rompiera las pelotas y me fui a barrer la vereda…  Nunca me había pasado por la mente ponerle una mano encima a mujer alguna…  Y, menos aún, a mi Beba.

 

Sábado

Los sábados laburo hasta las dos, luego subo a comer.  Hoy, ni pensarlo: aproveché y me hice un par de changas pendientes en una de las unidades, el 7º ‘A’.  A las siete, subí esperando otra pelea; pero no.  El bulo parecía un salón de belleza; la Beba, medio en bolas y con brutos ruleros, la cara enchastrada de crema y pintándose las uñas de los pies.  Ni pelota.  Mejor.  Sobre las diez, me hice un bife en la plancha y un tomate cortado al medio.  Cuando sonó el portero eléctrico, me dijo: ¡Chau! Y se las tomó… estaba muy linda.  Parecía un gato de Constitución.

 

Domingo

Me desperté a las diez.  La tipa, despatarrada en la cama y con la pintura de la jeta toda corrida.  Ni idea de la hora en que llegó… había ido al baño a las cinco y ni noticias de mi media naranja.  Bue… paciencia.  Durmió todo el día; al caer la tarde, despertó fresca como una lechuga, se bañó y recomenzó las tareas del camuflaje nocturnal.  ¡Hola…!  Fue todo su saludo y comentario, mientras alistaba su arsenal privado.

-Hola Beba.  ¿Hoy salís otra vez?

-¡Claro que sí!  Ayer la pasé bomba…  Y siguió haciendo la suya.

 

Lunes

A las seis y treinta ya estaba arriba, el basurero pasa a eso de las ocho y los finde se junta mucha mugre.  De Beba… sin novedades… bien gracias… y qué sé yo.  Pero, digo, a los casi cuarenta, un tipo casado no debiera pasar por esta humillación o, quizá, desafío.  Apareció cerca del mediodía, ni la miré, ella hizo lo mismo conmigo, pero el paso errático y el olor a chupi, no dejaban dudas.  A la una, me fui al bar de la esquina a comer algo… me encontré con Marcial; carreras en Palermo, allá fuimos y después a La Farola a bajarnos una pizza.  Por supu, a las doce cuando subí al depto, vacío y desordenado, maquillajes, restos de tintura y de todas las boludeces que usan las mujeres para parecer más lindas.

 

Martes

¡Gracias a Dios hoy termina el carnaval!  Mis nervios están como cuerdas de violín, no aguanto más.  A las ocho, cuando me tocaba bajar para la recorrida diaria… la tipa no había llegado.  Estuve toda la mañana pendiente de la puerta del hall para ver en qué estado llegaba.  Pero no la vi entrar.  Subí a la una para lastrar algo: ¡ausente sin aviso!  Luego de comer un cacho de queso y un par de vinos, me tomé un valium y me acosté a dormir un par de horas.  Al despertar, su lado del lecho sigue vacío.

 

Puteada tras puteada me vienen a la cabeza, sin descanso.  Voy al baño a mear para después bajar al hall, así me olvido un rato de tanta hijoputez.  Gran sorpresa gran.  La tipa está en bolas en la bañera, roncando como caballo viejo.  Toco el agua, apenas tibia, ya casi fría… hará como una hora que quiso tomar un baño y se quedó dormida.  Saco el tapón de la bañera y la miro.  La miro con detenimiento: la jeta un desastre, el maquillaje como lamido por un gato… la boca abierta igual que un buzón, parece una vieja de setenta… pero, sigue teniendo un lindo cuerpo.  El mismo que me diera tantas noches de amor y placer.

 

Una mancha violácea en el cuello me llama la atención.  Acerco mi vista a unos centímetros… un chupón.  Un poco más abajo, sobre una teta hay otro y en el muslo, casi al lado de la concha, otro más… que ya se está poniendo negro… ¡éste fue con todo!  No sé cuánto tiempo me quedo mirando a esa mujer despatarrada que duerme como si fuera la última vez.

 

No pienso en nada, mi mente está ausente.  Como autómata me dirijo al botiquín, tomo la botella de alcohol y se la vacío encima… íntegra, prendo el Zipo y lo dejó caer sobre la tipa.  Salgo del baño, las llamas quedan a mi espalda, cierro la puerta, tomo el ascensor y salgo… camino unas cuadras hacia las Barrancas, al llegar me recuesto en el césped.  Estoy muy caído, como sin fuerzas y me invade un sueño poderoso.  Antes de quedarme dormido, mirando los chiquillos disfrazados, recuerdo algunos carnavales que disfrutamos con la Beba… nos divertíamos como chicos en esa época dorada.

 

Este carnaval fue muy distinto, que lástima