por C. Fernández Rombi – 02 jun 2019

 

 

A las 3 y 57 del inicio del miércoles 12 de setiembre de 2018, comienzo estas líneas.  Que no tengo idea a donde me llevarán.

 

Hace una hora que abandoné el lecho, mis ojos se negaban a seguir cerrados.  Tomé un bocado acompañado de un fernet con soda, leí el Face, el correo y los diarios...

 

Ignoro si el sueño está volviendo.  ¡Ojalá!  Lo necesito, debo levantarme temprano y no tendré tiempo de “hacer cama” en la mañana.

 

He escrito tantas veces, bajo el influjo de este fiel e indeseado compañero.

 

Sobre esta tortura que es el insomnio: he escrito algunos de mis mejores relatos y gracias a este castigo del insomnio, también un  montón de páginas inservibles, en fin...  Seguramente se equilibran unas y otras.

 

En la tarde siguiente, pasadas las tareas de la mañana, me siento a la PC.  A mi común tarea diaria de escribir, leo las pocas líneas fruto del insomnio de la noche anterior.  No encuentro nada para rescatar... “viajan” al papelero.