por C. Fernández Rombi 16 may 2020

 

Soy consciente de que a muchos humanos les pasa exactamente lo mismo que a mí, o peor.  Se les suma el agravante no menor de la imposibilidad de ganarse la vida o no poder procurarse la atención médica que necesitaren, más allá del coronavirus.  Me autodisculpo (“mal de muchos, consuelo de tontos”), pero este encierro que se prolonga me pone fatal; así que pego mi destemplado alarido: ¡la pandemia me tiene harto!

 

La cuarentena me cae mal -dicen que a los gorriones les pasa lo mismo- y más allá de la racionalización de sus beneficios en la salvaguarda de vidas humanas (que comparto, tan tarado no soy, ¿viste?), lo cierto es que: ¡la pandemia me tiene harto!

 

¿Y qué decir de los dichos y actitudes de Donald Trump y Jair Bolsonaro?  Impresentables que montaron un show trágico-humorístico  lamentable.  Del español Pedro Sánchez, que se “durmió” o del inglés Boris Johnson que, de papelón en papelón, consiguió “su broche de oro” contagiándose la peste junto a su ministro de Salud.  Para no extenderme, los dirigentes políticos del mundo libre (que le dicen), sumados los unos a los otros, con un par de honrosas excepciones, han logrado que, de nuevo: ¡la pandemia me tenga harto!

 

Hace unos cuantos años comenzó el desfile de economistas-opinadores en la TV.  En los dos últimos años, en directa relación con nuestras desventuras económicas, esa presencia se acentuó hasta la exageración (es lógico, vamos de malas a peores).  En los dos últimos años, los viejos conocidos de siempre (Nielsen, Melconian, De Pablo, Milei, Redrado y otros) se esforzaron por explicarnos por qué cada vez estamos peor; incluso, algunos nos dieron la tranquilidad de que no tenemos salida alguna.  En el último año pareció que al apetito insaciable de la TV, los cien economistas-opinadores habituales les resultaran pocos, así que sumaron una cantidad de miembros de esta especie cada vez más jóvenes, dando la sensación de que los productores los iban a buscar a las puertas de la Facultad.  En fin, los economistas-opinólogos han conseguido que: ¡la televisión me tenga harto!

 

En esta pandemia, no querida (y tal vez merecida),  los economistas entraron en vías de extinción.  Su reemplazo: los médicos infectólogos, pediatras infectólogos, gerontólogos infectólogos, odontólogos infectólogos, oftalmólogos infectólogos…  Y así, ad  infinitum.  Resumiendo, más allá de sus aportes significativos (quiero creer) a la lucha contra el Covid-19, los infectólogos también han logrado que: ¡la pandemia me tenga harto!

 

Mi aburrimiento quedará por siempre agradecido al coronavirus, a los políticos, a los economistas, a los infectólogos de toda forma y color y a los noticieros de la TV.  ¡He dicho!