por Carlos Fernández Rombi
y Salvador D’Aquila – 25 oct 2020
Ante la sonrisa de aceptación del empresario, la mujer se incorpora y toma de su cartera el escrito cuidadosamente estudiado y redactado, entregándoselo. Él, lee con atención el papel sin ninguna huella personal ni firma, pero con el sello inconfundible de la intervención de un abogado: “MA se hace cargo a través de sus contactos y con las acciones necesarias para con esos interlocutores, de que queden saldadas todas las deudas del multimedio. También de regularizar las de RA Antes, y con las salvaguardas contractuales que los abogados consideren adecuadas, ambas partes se convierten en socios al 50%. La división de trabajo entre los socios deja a cargo de RA los aspectos comerciales, administrativos y legales de la empresa. Y a MA la orientación y la producción total de los contenidos periodísticos y de la programación”.
El hombre ha leído de un tirón. Sin embargo, pareciera leer renglón por reglón, lenta y atentamente. Siempre sin levantar la mirada del escrito, una primero leve y más tarde amplia sonrisa se ha ido dibujando en su rostro. Sin abandonar la cuasi socarrona sonrisa, deja el pliego frente a él y fija su mirada en la de la mujer. Se toma su tiempo, luego con voz calma y pausada dirá:
─Mi querida amiga, tu propuesta es más que interesante pero… excede y en mucho la mía. De financiar un espacio en TV para tu exclusivo lucimiento y promoción, ahora pareciera que vamos a ser socios de todo lo mío y, además, vas a tener tu programa ─ahora la sonrisa de Roberto es amplia, luminosa y divertida, muy divertida─ ¿No será mucho? Digo, no sé…
Me esfuerzo en atenuar mi sonrisa y, sobre todo, en que no parezca burlona. Lo es. Mariela Admerjian, siente que un ligero rubor asume sus mejillas. Nota, sin ningún tipo de dudas, que el hombre se está burlando de ella. Aunque sin rozar la mala educación. ¡Pedazo de pelotuda… me fui de mambo! Me presento como única y gloriosa salvadora donde nadie me llamó. Es el peor papelón de mi vida… Y el puto este mirándome en forma comprensiva… a un paso de la lástima. ¡Cómo salgo de este quilombo sin más penuria! Mariela ignora que el otro sabe palaba por palabra lo que ella está pensando y que no tiene ningún interés No me conviene en ponerla más incómoda de lo que ella misma se puso. El arribo de la secretaria con el servicio de café corta la situación, en el mismo momento en que suena el celular de Roberto. Él, con una mirada se disculpa para atender, consciente de que ella agradece esta pausa inesperada que alivia su mal momento. Mariela, inmersa en su pensamiento, no presta atención a la conversación telefónica, percibe difusamente que se trata de una invitación. Momento en el cual, él apoya la bocina del celular contra su pecho y con una radiante sonrisa le dice como si se tratara de algo habitual y fueran amigos de años.
─Mariela, tengo en el teléfono a un amigazo, Guillermo Moreno. Él y un par de amigos inauguran esta noche lo que ellos llaman “el bar de tragos más lindo y suntuoso de Palermo”. Me está invitando para que vaya, a lo cual le contesté que sólo iría si la mujer más interesante del país, que está conmigo en este momento, me acompaña… ¿Vamos…? ¡Dale…! Me harías el tipo más feliz del mundo… ¿Sí…? Sé buenita, please. Está esperando mi respuesta…
Una Mariela totalmente desconcertada, algo nada común para su personalidad, no sabe qué responder. El modo, la voz y la sonrisa del hombre son, con naturalidad, las propias de un galán de cine en su mejor momento. Algo a lo que no está acostumbrada. Ignora que Roberto Álvarez tiene años de práctica en el fino arte de seducir. Además, recién está saliendo de “su mal momento de la reunión”. Instintivamente, comienza a mover su cabeza en negativa Aunque no quiero demostrar temor alguno visto lo cual, Roberto agrega rápidamente.
─Mariela, me pongo a llorar ahora mismo… ¡Dale…!
Esta mujer tan dueña de sí misma y con una personalidad avasallante, ha perdido por un momento su seguridad. Vacila y, casi sin darse cuenta y sonriendo por primera vez, asiente.
─¡Bien, Guillermo, será un gustazo! ─Roberto retoma la conversación, y… Me disculpo Guillermo si te demoré más de lo prudente, pero mi compañía de esta noche es tan atractiva como difícil de convencer. Nos vemos en un rato… ¡Chau!
En la madrugada, cuando Roberto ya se ha retirado de su piso en Caballito, después de haber pasado una de las mejores noches de su vida, ella recién recordará que al iniciarse la reunión de negocios en el atardecer del día previo ¡Hace apenas once horas, carajo! con ese hombre, ella le había manifestado con total seguridad: “Mi estimado, estoy algo apretada de tiempo, así que, si te parece entremos directamente en tema”. ¡Joderme!
Entretanto, el hombre de tantos romances está algo desconcertado. No recuerda haber vivido una noche de pasión como la que acaba de vivir con Mariela, desde hace más años de los que recuerda. Al inicio, cuando después de besarnos más de una enloquecida hora, cuando ella se desnudó, me desconcerté, nunca había visto busto tan pequeño. Parecía el de una muchacha de 15. Después sabría que era uno de sus grandes complejos. ¡Fue lo de menos! Los brazos de Mariela me transportaron a una dimensión a la que no accedía desde hace una pila de años… ¡Carajo… creo que me enamoré! Sólo cuatro meses después, la pareja anuncia sus esponsales. El unipersonal de Mariela Admerjian en Telefé ya es un éxito. Finalmente, no firmaron un solo papel, solamente un contrato oral que funciona a la perfección.
El doctor Rodolfo R. Rivarola, titular del estudio legal que lleva su nombre y que representa a la familia desde hace años, y que asesorara a Mariela en la proposición que ella le presentara a Roberto en aquella noche tan frustrante al inicio, como inolvidable al final, se comunica con su clienta y solicita una entrevista.
─Mi querida ─lo familiar del trato se debe a conocerla desde que era una niña─, estoy más que contento de tu próximo casamiento. Pero considero una obligación indeclinable hacerte una advertencia. Creo imprescindible, dada la disparidad de fortunas de Roberto y vos, hacer un buen contrato prenupcial y…
Con una amplia sonrisa, Mariela le corta el discurso:
─Estimado don Rodolfo, apenas hablamos de casarnos fue Roberto quien me habló del acuerdo, justamente por el mismo motivo que usted está marcando. Le dije que no, que de ninguna manera. Y ahora le digo lo mismo a usted. Claro que desde ya agradezco su buena intención.
El maduro hombre de leyes, que ha sido testigo de las mayores mezquindades que se puedan imaginar, ha visto la determinación de su clienta. Frunce ligeramente el ceño, se queda charlando unos minutos y se retira. ¡Esto no termina bien!
El doctor Rivarola y señora se están emperifollando a full. En un par de horas es la recepción que ofrece el matrimonio Admerjian-Álvarez con motivo de cumplir los diez años de felices esposos. ¡Caray… que me equivoqué fiero hace diez años! Jamás pensé que esta pareja sería un éxito tal. Tenía razón la muchacha en rechazar mi propuesta de acuerdo prenupcial… ¿Para qué?