por Diego Kochmann – 15 jul 2022
–A mí me mandó a la guerra, e hizo que me dispararan dos tiros en las piernas, uno en cada una, así quedaba bien jodido.
–Yo peor, porque se le ocurrió hacerme desaparecer en la selva, y estuve casi un mes sin comer nada, con un calor insoportable, las tormentas que parecía que se venía el mundo abajo, los bichos que no me dejaban en paz…
–A ustedes les lastimó el cuerpo, sin embargo a mí me hirió el corazón. Porque enlazó a mi Anita con mi jefe y encima, para colmo, me hizo abrir la puerta de su oficina justo cuando estaban a los besos limpios.
–Es realmente malvado –dijo otro–, esto no puede seguir así.
Y enseguida decidieron entrar en huelga. ¡A partir de ese momento, ya ninguno lo obedecería más! Fue así como, a la mañana siguiente, el escritor quiso continuar su novela de aventuras pero no pudo. Intentó una y otra vez, pero las teclas de la computadora parecían no responder, la pantalla seguía en blanco.
Frustrado tras varios días procurando en vano seguir con la historia, se rindió. De todas maneras no fue tan grave para él, porque al poco tiempo consiguió trabajo en una funeraria. Y eso también le gustaba bastante.