El reggaetón no se mancha

MENAi

17 oct 2017

 

 

De los creadores de “Menos mal que no escuchás reggaetón”, llega el éxito imperdible: “¿Quién es Messi? No estoy enterado de eso que llaman fútbol”. Más de cien mil intelectualoides ya la recomendaron.

 

¿Quién no ha escuchado alguna vez la primera frase? Ni hablar de la siguiente, que en los últimos días fue publicado y dicho hasta el hartazgo en redes sociales y en persona. Estos comentarios muchas veces se desprenden de apreciaciones completamente sinceras, pero no por ello dejan de hacerme ruido.

 

Cada vez que me presento o me preguntan qué música escucho, me resumo en la frase “Soy fanática de Pimpinela”. La sorpresa de los demás ya no es una sorpresa para mí. Me han respondido de todo: Que es grasa, mersa, cursi, bizarro, chapado a la antigua. Es probable que haya una cuota de razón en esto, pero hubo alguien original que me dijo “Por lo menos no escuchás reggaetón”.

 

Viajé en el tiempo y caí en una clase de portugués. La profesora nos interpelaba justamente sobre este tema. Salvando las distancias con los ejemplares musicales que son machistas y denigrantes, ella relataba los inicios del tango y de la cumbia villera, y sus temáticas controversiales para cada época. Afirmaba que, al igual que a estos géneros, había que darle al reggaetón tiempo suficiente para que fuera madurando tanto en su composición musical como lírica.

 

Dicho y hecho. Aunque en la actualidad continuamos teniendo lamentables versiones que minimizan y cosifican a la mujer, también son más los exponentes que dan cuenta de historias de amor correspondidas o fallidas, de hechos variados de la vida que merecen ser contados, en especial las problemáticas sociales. Sin embargo, a pesar de que estos temas son una expresión cultural de muchos sectores latinoamericanos, abundan los sobreanálisis sobre este género -que no por “sobre”, son profundos- por parte de los amantes de la “buena” música que, completos hacedores de la verdad, aseguran que el reggaetón directamente ni siquiera merece alistarse en la columna de la música porque no lo es.

 

No es casual que sean estas mismas personas quienes hayan hecho un derrotero descalificador de quienes son apasionados por el fútbol, como si en vez de un cerebro para interpretar tanto una estrategia de once como la manipulación de una noticia tuvieran en la cabeza una tarjeta roja nunca dispuesta a cobrarle una falta a la realidad. En medio de un sinfín de controversias que son, por supuesto, discutibles (y debatibles), la selección logró clasificar al Mundial que se jugará en Rusia.

 

Es comprensible que, dada la realidad socioeconómica que atraviesa nuestro país, no seamos pocos los que desconfiamos del uso político que se le otorgará a esta competencia que tanto entusiasma a la población y creo que es válido poner esta carta sobre la mesa. Pero permítanme dudar de aquellos que aseguran no saber, no enterarse, no estar al tanto de nada, pero siempre aprovechan la ocasión (¡qué oportuna coincidencia!) para expresar este supuesto desconocimiento. Metros de cancha de falsa modestia, quizás, o de soslayada superioridad que acaso entra a escondidas en el entretiempo y se quiere robar la pelota, que sólo es un poco de alegría en estos tiempos preocupantes que corren y corren, aunque nos llenen el pecho de frío.

 

Quien aquí les escribe es una abstemia futbolística y una limitada oyente del reggaetón que hace sólo de vez en cuando alguna excepción a su propia regla. Dándome igual la clasificación, pero al tanto de la misma, no me pongo contenta, pero respeto que otro pueda sentirse satisfecho con el revés del marcador y me permito ser feliz con “Desencuentro” de Residente, poesía desprendida del reggaetón. Qué tanto.