Valientes y pacíficos
por Salvador D’Aquila – 04 oct 2023
Suelo pensar, convencido, que la mayoría de nuestros políticos y dirigentes son gente enferma o en vías de serlo. Rodeados permanentemente de hipocresía, servilismo, especulación y búsqueda de poder a cualquier precio, y siendo ellos mismos motores y víctimas de todos esos vicios y otros, tarde o temprano esas emociones negativas van a tener sus correlato en el cuerpo y en la psiquis. Y tampoco debería sorprendernos que los traicione el subconsciente o que en algún momento busquen inconscientemente escapismos que los delaten.
La mayor parte de ese conjunto de hombres y mujeres no tiene vocación de servicio, sino de poder. Y en esta versión de “plaga descontrolada”, permanentemente un escándalo reemplaza a otro. Somos parte de un círculo vicioso: con ellos a la cabeza, la nuestra es una sociedad enferma porque nosotros, que la constituimos, estamos enfermos; y los elegimos para representarnos. Lamentablemente, son enfermos que nos enferman.
Pienso en el título que encabeza esta nota como una suerte de idea fuerza: ser valientes y pacíficos. Porque, no importa qué espacio político nos gobierne en los próximos años, los argentinos vamos a tener que reflexionar mucho y tomar en el futuro cercano decisiones muy difíciles como comunidad, que necesariamente van a afectarnos en lo personal. No me refiero solo a quiénes votar en las elecciones, sino a otras decisiones muy de peso. La principal, quizás, es decidirnos a enfrentar tantos descalabros que vivimos y vamos a seguir viviendo, y al mismo tiempo estar tranquilos y sin que la violencia, interior y exterior, nos gane.
Ante el estado de situación que vivimos, ¿cómo convencemos a los argentinos pesimistas y no tanto de que el país va a salir adelante de alguna manera? Sus argumentos sobre la realidad son casi irrebatibles porque todo parece desmadrado. Unos pocos ejemplos que mencionamos a continuación lo demuestran: la enorme pobreza e indigencia, con especial énfasis en niños y adolescentes; una economía con un notable desmanejo desde el poder, que está desquiciada para cualquiera que quiera evaluarla con un mínimo de sentido común; cientos de miles de pobres volcados casi diariamente a las calles a partir del interés de punteros políticos inescrupulosos; un sindicalismo convertido en obstáculo para el desarrollo de los propios trabajadores a quienes dice defender y de la sociedad en su conjunto. Y la lista podría continuar. Todos, con un peso enorme como obstáculos para buscar equilibrios y encaminar un futuro de progreso.
Por eso, antes de las elecciones, no seamos indiferentes: reflexionemos mucho y tomemos decisiones, aunque sean difíciles o a contrapelo de lo que siempre sentimos o pensamos, privilegiando la racionalidad y la sensatez. Tengamos conciencia de mayorías, no de masas. Y no olvidemos que una decisión tomada por un funcionario en un momento dado, tiene consecuencias para todos los argentinos durante años. Y después de las elecciones, independientemente de quién nos gobierne, predispongámonos para afrontar lo que viene, que no va a ser fácil ni para el conjunto de la sociedad ni para la cotidianeidad de cada uno de nosotros, no importa el lugar que ocupemos.
Mantengamos la calma, que no significa ser pasivos. Ante las necesidades e incomodidades y determinados chantajes del poder que nos van a tocar vivir, no cedamos y continuemos actuando y reclamando para que se tomen las decisiones correctas, pero sin caer en acciones violentas. Todo un desafío: ser valientes y pacíficos.
Despedida, agradecimiento y renovación
por Salvador D’Aquila – 10 jun 2021
Nuestro sitio Un ratito más dice un cálido hasta luego a varios de sus colaboradores. Algunos de ellos, lo enriquecieron desde sus inicios. Otros, se sumaron con su talento para hacerlo crecer en distintas etapas de estos cinco años de vida. Para todos, nuestras palabras y sentimientos son de agradecimiento y admiración: han puesto sus conocimientos, estudios e investigaciones al servicio de los lectores y también de los integrantes del equipo periodístico. Más allá de sus distintas y variadas especialidades, experiencias y edades, los ha igualado el espíritu de querer compartir sus saberes con aquellos que, atraídos por sus notas, se fueron sumando a nosotros con el transcurrir del tiempo.
En el final de esta etapa, nuestra inmensa gratitud para Juan Carlos Latrichano, Osvaldo Pimpignano, Nacho D’Aquila, Loli Báez, Candela Saldaña y Darío Domínguez por su dedicación y capacidad volcados en nuestras páginas. Y además, para nuestro amigo de tantos años, C. Fernández Rombi, nuestro recuerdo para siempre.
Un ratito más se renueva: vendrán nuevos temas, nuevas columnas, nuevos redactores. Desde este presente que nos interpela constantemente, miramos hacia el futuro y lo plasmamos con información, cuestionamientos y propuestas que nos hagan sentir parte de esa construcción.
Siempre al servicio de quienes nos siguen, permaneceremos en la tarea de mantener su fidelidad, pensando juntos lo mejor para el desarrollo y crecimiento de nuestra sociedad.
Cien años de la Radiofonía Argentina
por Salvador D’Aquila – 27 ago 2020
Cien años de la primera emisión radial en la Argentina. “Locos” fueron llamados aquellos jóvenes que la lograron… para que unos pocos escuchasen esa primera señal que transportaba música de ópera. Pioneros de una Argentina que tenía en esos muchachos y sus ideas, apenas un ejemplo más de expectativas de enorme crecimiento. Expectativas que, por lo menos, la radiofonía argentina no defraudó. Y entonces, aquella primera música escuchada por unos poquísimos privilegiados, se transformó en el fenómeno que aún hoy nos acompaña, potencia y multiplicado por el desarrollo tecnológico.
Esta historia tiene un primer momento trascendente, cuando aquellos costosos artefactos iniciales incorporan parlantes y transforman a la radio en un aparato que se puede escuchar… de a varios. Al mismo tiempo, comienza a ponerse al alcance del bolsillo del hombre común, del trabajador, asegurando de esa manera su masividad: en cada casa o lugar donde uno iba, seguramente había una radio encendida.
De la mano de nombres fundacionales, como Radio Cultura, Excelsior, Splendid y otros, comienza la multiplicación en todos los órdenes: en el número de emisoras, que comienzan a desplegarse a lo largo del dial. En la potencia de las plantas transmisoras, que permite que la radio se escuche cada vez mejor y llegue cada vez más lejos. En los contenidos de las programaciones; y en la creatividad para producirlos. Y por supuesto, en la cantidad de oyentes.
Entonces, ya no solo se escuchó la música clásica del primer día, sino también la música popular, la información, programas deportivos, de entretenimiento, infantiles, educativos… El radioteatro marcaba época. Y la radio también fue clave para seguir las alternativas del acontecer político de nuestro país… ya fueran transmitidas desde una orilla u otra del Río de la Plata. La radio se convirtió en un fenómeno colectivo que alcanzaba a los hogares, los lugares de trabajo, los cafés, los clubes de barrio. Apoyada cada vez más por una publicidad creciente, que encontró en este excepcional medio de difusión la mejor manera de dar a conocer productos y servicios.
Las voces y sonido de los trabajadores de la radio, hicieron crecer a límites insospechados la imaginación, la fantasía y la adhesión de los radioescuchas. Convirtiendo en imprescindible a ese aparato que congregaba cada vez a más fieles, subyugados por el acompañamiento de voces inolvidables que forjaron estilos. Conductores, con saber y buen decir: Jorge Fontana, Betty Elizalde, Juan Alberto Badía, Héctor Larrea… Locutores, con un profesionalismo tal que lograban que se escucharan con igual atención programas y tandas publicitarias: Ignacio de Soroa, Marcos Mundstock, Estela Montes, María Esther Sánchez... Entrevistadores, con la formación para hacer inolvidables los dichos de sus entrevistado: Antonio Carrizo (memorables conversaciones con Jorge Luis Borges y Tita Merello, por ejemplo), Hugo Guerrero Marthineitz y sus silencios, que no eran baches, sino que invitaban a la reflexión; y tantos otros.
Musicales que hicieron historia: El Glostora Tango Club, La Escala Musical… Noticieros que acompañaron a la historia argentina. Programas para las grandes aficiones argentinas: el fútbol… Fioravanti, Enzo Ardigó, el Gordo Muñoz; el automovilismo y las voces de Carburando; el boxeo y las grandes veladas del Luna Park. El entretenimiento y la diversión: Delfor y La Revista Dislocada… Los radioteatros, que traspasaron los umbrales de las casas e hicieron que las familias compartieran y vivieran como propias, alegrías y tristezas, amores y desamores de sus protagonistas, junto con sus aventuras: Los Pérez García, Poncho Negro…
La enumeración de los hechos y protagonistas de la riquísima e inabarcable historia de la radiofonía argentina podría continuar sin encontrar un final. Pero en este brevísimo recorrido, no podemos dejar de destacar el rol de la radio como servicio. Siempre necesaria en esa función, que además supo ser en pueblos y regiones el medio de comunicación privilegiado entre sus habitantes para salvar las grandes distancias. Y para que todos, supieran de todos. Así, la radio también hizo Patria.
En esta, nuestra época, donde las posibilidades y las formas de comunicación se multiplican todo el tiempo, la radio, como en aquellos inicios, sabe encontrar el modo y los caminos para superarse, adaptarse y seguir presente junto a nosotros.
Por último, un condimento muy especial: la radio fue, es y seguramente será, generadora de vocaciones. ¡Cuántos soñamos con “hacer radio”, a partir del embelesamiento que provoca ese mundo que nos llega a través de los oídos! A quien lea esto, les digo: nunca es tarde y vale la pena intentarlo. En lo personal, tengo la satisfacción de poder ser parte de este medio como conductor y productor de un par de espacios. Un trabajo que, sin duda, se disfruta más y logra mejores resultados realizándolo en equipo. Por eso, agradezco a mis compañeros del medio que me inspiran y ayudan a que nuestra comunicación con el oyente sea la mejor posible.
Celebremos estos cien años. Y brindemos por muchos años más de nuestra compañía de todos los días… ¡la Radio!
Si ahora, querés escucharlo:
https://www.facebook.com/1796376683922206/posts/3050309691862226/
Oktoberfest
por Salvador D’Aquila
Veinte o treinta años atrás, tal vez podían caber dudas. Transcurrida casi una quinta parte del siglo XXI, con una película que lleva casi siete décadas o, si preferís, que ya vimos varias veces, no deberían tenerlas quienes analicen la realidad con raciocinio y buena fe.
No es la única historia que puede servir como ejemplo: si por razones y/o ideales, la Revolución cubana recibió en sus comienzos la confianza y el apoyo de tantos, sesenta años después no debería defenderse con imprescindible necedad aquello que fracasó y terminó siendo una traición para el pueblo cubano. Podríamos citar también el fracaso trágico del Nazismo, que subyugó en su aparición a gran parte de la sociedad alemana. O el del Fascismo. O del Comunismo. (Los historiadores podrán complementar esta sucinta lista de la Historia reciente. Que para muchos, también ha sido contemporánea).
Refiriéndonos a nuestro autóctono movimiento de masas, lo que no debería cambiar nunca son los valores e ideales que millones enarbolaron como banderas para darle justificación histórica. A fin de cuentas, es de bien nacidos defender la igualdad de oportunidades, privilegiar a la infancia, cuidar y proteger a los ancianos, promover el desarrollo industrial, la movilidad social ascendente, etc. etc. ¡Cómo no desear y querer que nuestro país alcance la soberanía política, la independencia económica y la justicia social! (A los creyentes que se paran en la vereda de enfrente, les recuerdo que ese ideario del Justicialismo coincide prácticamente en su totalidad con la Doctrina Social de la Iglesia Católica).
Pero una cosa es luchar para acercarse cada vez más a ese horizonte, aunque pueda parecer utópico. Y otra, valerse de la buena fe de las mayorías para justificar el ansia de poder a cualquier precio; o todo tipo de delito amparado por el "sentimiento".
Y distingo claramente al Justicialismo, que representa ideales que casi podría justificar aquello de que "todos somos justicialistas"; del peronismo, que es falsario. Y como los frutos nunca caen demasiado lejos del árbol, todos aquellos que quisieron colgarse y cobijarse debajo del paraguas "de la mayoría peronista", fueron cada vez más podridos y corruptos. O sea, una mentira total. O una "posverdad", dicho en términos de mentira institucionalizada.
Quiero creer que alguna vez llegaremos a ser el país prometido y soñado. Pero para que eso suceda, deberemos continuar atravesando por mucho tiempo esta suerte de desierto bíblico. Y tendrán que desaparecer generaciones de nosotros, que lamentablemente crecimos entre disvalores y deformaciones, para que alguna vez podamos estar más cerca de alcanzar aquello tan anhelado.
Mientras tanto, el mundo avanza. Y aunque nuestro tiempo se termina, tenemos a quienes nos continúan. Por ellos, deberíamos hacer más y mejor. Y también por nosotros.