por Juan Carlos Latrichano – 20 abr 2019

 

Los economistas ortodoxos insisten en señalar reiteradamente, que la causa de nuestro mal es el exceso del gasto público con relación a los ingresos fiscales.  No se puede gastar más de lo que ingresa, dicen.  Lo contrario es endeudar al país y ello tiene consecuencias graves.  Son tan insistentes sus prédicas que incluso forman parte de lo que el Presidente señala en forma reiterada.  Completan diciendo que los países que no tienen inflación cuidan muy bien de no alterar esta idea.

 

¿Es esto último cierto?

Para nada.  Hay muchos países que tienen nuestro nivel de déficit fiscal e incluso algunos tienen valores superiores, y sin embargo todos cierran  con inflación de un dígito.

 

¿Cómo se explica que en esos países el déficit fiscal no tenga consecuencias inflacionarias?

Muy fácil.  La producción, que está constituida por una suma de precios por cantidades, se iguala con la masa monetaria multiplicada por la velocidad de circulación del dinero (hábitos de pago).  Tomando las proporciones, tenemos que si al PBI le damos valor 100, la masa monetaria es 25 y la velocidad 4 (cálculo estimado para nuestro país).  Luego, si tenemos un déficit fiscal del 5% del PBI y el mismo se financia con expansión monetaria, tenemos que la masa monetaria pasa a ser 30 (25 más 5).  Luego, el PBI se eleva a 120, valor que surge de la multiplicación de 30 por 4.  Luego… si la economía crece, la inflación será menor a 20%.  Todo esto es a modo de ejemplo.  Desde luego, si la economía no crece, la inflación es del 20% (valor en que crece el PBI a valores corrientes).  En consecuencia, no queda claro, tras el análisis ortodoxo, por qué en nuestro país la inflación es del 50%.

 

Indudablemente, debemos pensar que la inflación ocurre por fenómenos multicausales.