por Juan Carlos Latrichano - 28 oct 2018

 

 

El año va cerrando observándose un panorama recesivo que indudablemente se extenderá, por lo menos, hasta mediados del año próximo. Casi todas las variables que deben subir bajan y las que deben bajar suben.

 

Al mismo tiempo, a la caída del PBI se le añade la baja de la participación del ingreso de los trabajadores como porcentaje del ingreso. Ingreso que a su vez disminuye si calculamos el ingreso nacional atento a que la renta de los extranjeros aumenta, especialmente por el aumento de la renta financiera que se gira al exterior.

 

La deuda pública crecerá este año más de un 30% del Producto Bruto Interno. La devaluación de nuestro peso aportó la mayor parte de este pésimo desempeño. Desde luego, esto impactará en el crecimiento de los intereses que el país pagará.

 

El panorama fiscal, si bien muestra una mejora en el desempeño del resultado primario, presenta las siguientes observaciones:

 

a) El gasto creció un 10% menos que la recaudación, principalmente por el atraso salarial y el de los haberes jubilatorios.

b) La mejora de este resultado se empaña por el crecimiento de los intereses. Con esto, el resultado financiero luce rígido.

 

Del mismo modo, en el plano externo vemos que si bien la balanza comercial mejora su desempeño, no es menos cierto que este resultado se obtiene por la baja de importaciones (especialmente las importaciones de bienes de capital, que cayeron un 40% en septiembre con respecto a igual mes del año pasado). Cabe agregar que la recesión contribuye y mucho con esto. Las exportaciones pese a la devaluación cayeron.

 

Espero que si algo sale bien no sea por error.