por Patricia Grau-Dieckmann - 11 jul 2023
Alessandro di Mariano Filipepi (1445-1510) pasó a la historia como Sandro Botticelli. Está considerado entre los más grandes artistas del Renacimiento y de la historia del arte. Fue criado por su hermano mayor Juan, a quien le decían Boticello. No se sabe si el apodo se debía a que era un gran bebedor, a que fabricaba botijos de cuero o a que era bajito y gordo como un botijo. El pequeño, a quien Juan le llevaba 25 años, recibió el diminutivo de Sandro y el apodo de Botticelli.
Vivió siempre en su nativa Florencia, salvo por un corto período en el que fue a pintar a la Capilla Sixtina, en Roma. Su dibujo es neto y ligero, sin interés en representar paisajes. Sus desnudos son “virginales” y castos, absolutamente carentes de cualquier referencia al sexo. Creó un tipo de mujer florentina rubia extraordinariamente bella y lánguida. Se cree que se inspiró en la mujer que logró cautivar a toda Florencia con su hermosura, discreción y encanto: Simonetta Vespucci, muerta de tuberculosis a los 23 años, sumiendo a toda la ciudad en una desoladora tristeza. Sus obras son pletóricas de claridad y paz, equilibrio y perfección.
El Nacimiento de Venus es considerada una de sus obras cumbre. Representa a la Venus Urania nacida de la fecundación de la espuma del mar por el miembro castrado de Urano. Empujada hacia la costa de Chipre por el soplo del viento Céfiro -quien sostiene a la ninfa Chloris-, es recibida y envuelta con un manto por la Hora de la Primavera. Su mirada está ausente y su pose es la de la Venus Púdica, en la que se tapa los pechos y el pubis.
Sandro Botticelli, El nacimiento de Venus, 1484, 278,5 x 172,5, Temple s/lienzo, Galería de los Uffizi, Florencia.
Venus Capitolina o Púdica, copia romana s. II d.C. de un original griego, Museos Capitolinos, Roma.
Es considerada la más hermosa de las mujeres pintadas por Botticelli. Aunque sus proporciones no son del todo naturales y, al admirar su belleza, no nos damos cuenta del tamaño desproporcionado de su cuello, de la pronunciada caída de sus hombros y del extraño modo en que cuelga del torso el brazo izquierdo. Sin embargo, en su totalidad, es absolutamente armónica y equilibrada. Es probable que se trate del retrato real de Simonetta Vespucci.
Pero esta claridad compositiva y la serenidad de los personajes cambiarán cuando Sandro caiga bajo el influjo del monje dominicano Girolamo Savonarola. Su exaltada y violenta predicación contra las vanidades, impulsarán a Botticelli a producir obras plenas de sombría tristeza.
(Continuará)