La Gran Hambruna de 1845

Causa del nacionalismo y del sentimiento anti-inglés del pueblo irlandés

por Agustín Boero

7 ago 2018

Si un día tenés la oportunidad de dar un paseo por la bellísima ciudad de Dublín, capital irlandesa, no tardarás en toparte con varios monumentos, estatuas o placas que hacen una reminiscencia a una gran hambruna ocurrida en la década de 1840. Desde la ignorancia parece una hambruna más en la historia, aunque ocurre que, para la mentalidad irlandesa, fue un hecho disruptivo en el despertar nacionalista y el sentimiento anti-inglés.

La Gran Hambruna Irlandesa fue una tragedia demográfica y social producida entre 1845 y 1849, años donde, producto de la escasez de papas (alimento básico en la dieta irlandesa de entonces) y varios brotes de tifus, cólera y viruela perderían la vida casi un millón de irlandeses, mientras otro millón abandonarían Irlanda partiendo a nuevas tierras (Estados Unidos, Argentina, Australia, etc.).

La crisis se produjo a partir de una plaga de tizón tardío que afectó las cosechas de papas que se realizaban anualmente. Se estima que en Irlanda el 80% de la población aún vivía en zonas rurales y se dedicaba a tareas ligadas a la producción primaria, siendo la cosecha de papas, la tarea más resonada. En el campo, los campesinos irlandeses trabajaban para hacendados y terratenientes de origen inglés (puesto que desde el siglo XVII, las tierras irlandesas estaban en manos de propietarios ingleses gracias a varias leyes dictadas por Oliver Cromwell). Las tierras no estaban siquiera en manos de los propios campesinos, sino que vivían en una especie de subordinación constante a las directivas de la clase política inglesa.

Cuando las cosechas empezaron a sufrir las consecuencias de la plaga, algunos representantes irlandeses solicitaron ayuda crediticia y envío de comida para ayudar al campesinado que estaba siendo golpeado por la crisis. Es allí donde los políticos ingleses mostraron su rostro más inhumano: el por aquel entonces tesorero del Imperio Británico, sir Charles Trevelyan, propuso que el Estado británico nada tenía que hacer para socorrer a los campesinos irlandeses y que la situación humanitaria podría saldarse mediante la iniciativa privada (sosteniendo los principios del libre mercado total de Adam Smith, sin injerencia estatal en ningún campo). Y es que también por aquel momento, una teoría tan dañina como la teoría de Malthus, sostenía que ante el temor de una sobrepoblación mundial era conveniente dejar actuar a los "reguladores naturales" de la población (hablamos de sequías, hambrunas, epidemias, etc.). Si unimos el maltusianismo con el libre mercado total sin injerencia estatal hasta en tiempos de catástrofe humanitaria, tenemos como consecuencia el accionar de la clase política inglesa en 1845 frente a la hambruna.

Ante esta negativa inglesa a socorrer al campesinado irlandés, las malas cosechas trajeron consigo hambre. Y el hambre, más una precaria higiene, volvieron realidad un viejo temor: las epidemias. Brotes de tifus, viruela y cólera explotaron en toda la gran isla irlandesa. Las personas en su desesperación huyeron del campo hacia las ciudades buscando comida, médicos o alguna ayuda. Lejos de eso, el problema llegó a las ciudades irlandesas, y a la complicación del hambre se sumó una isla plagada de epidemias que estaban causando estragos.

Está situación desesperante no duró unas semanas, tampoco unos meses, sino años, cuatro para ser precisos. El punto crítico fue en 1847 cuando la isla completa fue declarada en una especie de cuarentena, y la Royal Navy que tanto custodiaba los mares del mundo, hizo de cordón sanitario para que la gran isla británica (compuesta por Escocia, Inglaterra y Gales) no recibiera infectados ni hambreados procedentes de Irlanda. De ahí, que los barcos irlandeses cargados de familias desamparadas partían casi siempre al continente americano.

Mientras la crisis golpeaba brutalmente al campesinado, los terratenientes ingleses seguían queriendo cobrar sus impuestos sobre la tierra y realizaban las requisas correspondientes llevándose lo poco que las familias golpeadas por el hambre podían recolectar. En medio de ese panorama desolador, el campesinado irlandés se resignó a rezar -por su fuerte creencia católica- y esperar que la situación en algún momento mejorara, lo que ocurrió recién a finales de 1848, y a duras penas.

Al acabar aquella gran hambruna y los principales brotes infecciosos para el verano de 1849, se empezó a hacer un balance demográfico de lo ocurrido. Se estima que hasta 1845, Irlanda poseía casi 8 millones y medio de habitantes... Luego de la gran hambruna, la población había bajado a 6 millones y medio, por lo que se calcula que más de 900.000 mil personas murieron por hambre o producto las enfermedades, mientras un millón de personas abandonaron la isla hacia diferentes rincones del mundo huyendo de la situación.

La Gran Hambruna Irlandesa funcionó desde entonces como el gran aglutinador del nacionalismo irlandés, que renacería con fuerza hacia fines del siglo XIX sostenido en dos principios: el republicanismo y el sentimiento anti-inglés. Al día de hoy, en Irlanda permanece el recuerdo intacto de un pueblo que ha perdonado, pero no olvida aquellos hechos trágicos del pasado.