por C. Fernández Rombi – 04 ago 2019

 

¡Uf…!  No debe haber nada más trillado en la literatura del mundo.  El tema del amor ocupa más del treinta por ciento de todo lo escrito a lo largo de nuestra historia humana.  Sin embargo, no transcurre un día en el cual algún escritorzuelo intente darle una nueva vuelta de rosca.  Y para no ser menos, ahí voy yo.

 

Fastidiosa I

Fastidiosa… y furiosa consigo misma y el mundo que la rodea.  Con su familia, porque es humilde, casi pobre.  Con sus amigas: Mariela, porque sólo le da bola la primera semana de su cobro de haberes.  Con la otra, María Julia, por la bipolaridad de su trato con ella; días demasiado afectuosa y otros, indiferente.

 

En fin… no estoy nada contenta con mi suerte.  A mis treinta años, hago balance: mi noviazgo de siete con Raúl se fue al carajo por su mala relación con el autoritario de mi viejo que nunca lo digirió… y también, por qué negarlo, por mis celos.  Esos celos de mierda que nunca pude corroborar.  Mi trabajo de oficina no tiene la menor expectativa de crecimiento.  O sea, poco que rescatar.  Mi vida social, mejor ni hablar.  No tengo dudas de que mi balance es tan negativo como el de la empresa de muebles en la que trabajo.  Se corre el rumor de que van a despedir gente.  Con mi suerte, seguro me toca.  En fin… ¡una mierda!

 

Encerrada en su negatividad, Emilie, ya dispuesta a la ducha para empezar el día, se siente más frustrada que nunca; abandona su rutina y vuelve a la cama, solitaria y fría.  Hoy no irá a trabajar; se duerme hasta el mediodía; ni siquiera llamó a la oficina para avisar.  Despierta algo más animada, ignorando el motivo.  Hoy no hay ducha: toma un largo baño y estrena las sales de baño, uno de los pocos regalos de su último cumple.  Se viste “con lo mejor” y hace recuento de sus finanzas; faltan diez días para el cobro y lo que tiene, alcanza justo, justito, para llegar.  Sacude la cabeza, en su gesto se marca una decisión desacostumbrada.  ¡Me voy a almorzar al Centro como una bacana!

 

Se siente a gusto en este restó (más allá de sus posibilidades económicas).  Día de semana, sólo está ocupado en un cincuenta por ciento; algunas mesas con dos o más mujeres; otras, con algunas parejas; solo una con una familia y un par de solitarios.  Mujer sola es la única.  ¡Pedazo de pelotuda!

 

Sin embargo, no se arrepiente de su decisión, está contenta.  Al menos tiene un día distinto y casi, casi, se ha sentido importante.  Ha notado a nivel subconsciente que el mozo que la atiende es más amable de lo corriente.  Lo estudia con disimulo.

 

¡Es un jovato…!  Bueno, exagero un poco, debe andar por los cuarenta y a pesar de la panza y pelada incipientes, tiene su pinta.  En este momento viene hacia mí, aunque no lo llamé.

─¿Algo más, señorita…?  Nuestro postres helados son recomendables por demás… ¡lo juro por mi honor de mozo!  Caigo en la cuenta de que es muy simpático y ocurrente.  Eso del honor de mozo fue genial.  Lo miro a los ojos y uso mi mejor sonrisa.

─De manera alguna voy a dudar de su honor, pero, ¡basta para mí!  Un café  suave y la cuenta, por favor.  Me trae la dolorosa y disimulo mi sobresalto; con esta guita como cuatro días en el boliche de junto a la Empresa.  Al momento de pagar, el mozo me dirá, con su cara más cerca de la mía que lo acostumbrado:

─Todavía no te fuiste y ya te estoy extrañando… lo que se puede solucionar sólo de una de dos formas…

─¿…?

─Que te hagas clienta habitual o… me dejes tu número de teléfono.  No puedo evitar una franca sonrisa al contestar:

─Habitué va a ser difícil… no me da el cuero para tu restó…

Le dejé mi número nomás…  ¿Qué otra cosa podía hacer?  Hoy se cumple el año de ese almuerzo inusual (¡y bendito!), a las doce nos casamos por civil y a la noche por la iglesia.  Mario es un hombre maravilloso y de gran personalidad.  La primera vez que mi viejo se hizo el loco, lo cargó media hora seguida y no jodió más.  Me resulta increíble asimilar el cambio que ha tenido mi vida gracias al amor de Mario.

 

Fastidiosa II

Fastidiosa… y aburrida de su vida y del mundo que la rodea.  Ana María, hija única de una familia de la mejor burguesía argentina, no tiene de qué quejarse.  A sus veinte añitos, es hermosa, mimada, rica y llena de amigos.  Hace pocos días, para su cumple, el padre le regalo un Mini Cooper convertible que es un sueño; los muchachos pululan como moscas de verano a su alrededor.  Sin embargo… se aburre.

 

Federico puede ser un cambio de este plomo que es mi vida; claro, nada que ver con los chicos de mi círculo habitual.  Es un hombre hecho y derecho, con mucha experiencia.  Alicia, mi modista, me lo presentó el día que nos cruzamos en su taller al que iba a retirar un par de vestidos nuevos.  Charlamos los tres unos cuantos minutos… ¡me copó!  Al día siguiente, la reina de la aguja, me llama.

─Ana María, soy yo, Alicia…

─¡Hola Ali!  ¿Quedó algo pendiente de ayer…?

─No, mi querida, nada que ver.  Simplemente noté que intercambiaste números de móvil con Federico…  Y hay algo que quisiera decirte, si prometes que no te vas a enojar…

─¡Ni drama, largalo!

─Sé que te impactó el hombre pero, como fue en mi casa, debo advertirte…  Es un tipo de cuidado, nada que ver con la gente a la que vos estas acostumbrada, ¿me explico?

─Pa’ nada…  ¿Tenés miedo que me viole?  Mira que eso ya fue…

─No estoy de bromas, no sé mucho de la vida del Fede, pero circulan rumores…  Desde trata de blancas a drogas duras.  En fin, no hagas caso, quizá estoy exagerando.  No me hagas caso…  Tocan el timbre, te dejo y que sigas bien, chau.

 

La muy boluda cortó como si la persiguieran…  ¿Qué bicho la habrá picado?  ¡Un año después entendí que la boluda había sido yo!  Alicia  quiso avisarme y no le di bola.  La estoy pagando muy duro; me enamoré como loca del hijo de puta ese y es basura.  Me hizo drogacha, me robó a mansalva, ahora me está trabajando para venderme de puta con sus amigotes de plata…  Tengo mis tres tarjetas bloqueadas, mis viejos me cortaron el crédito y como de la mano del guacho.  ¡Buen favor me hizo el amor!

 

Epílogo: quería algo muy sesudo para el final.  Comparando cómo el susodicho amor, salva o mata… según le venga…  Tengo fiaca lector.  Te lo dejo a vos.  Chau.