por Carlos Fernández Rombi

y Salvador D’Aquila – 18 oct 2020

 

El hombre, en sus cuarenta, bien plantado y luciendo ropa deportiva de calidad, camina por el Bajo porteño.  Pareciera no llevar destino y solo dejar pasar el tiempo tomando el fresco del crepúsculo estival.  No es así.  Su mente trabaja a mil; consciente de que de la reunión con Mariela Admerjian depende su futuro.  La conoció como otros tantos, a través de sus notas en revistas y sobre todo de su columna en un diario de gran tirada del cual es Editora.  Él la admira por su profundidad para escribir, pero curiosamente, el primer contacto que tuvieron fue cuando, como un lector más, le escribió a su dirección de mail pública para hacerle notar un error en uno de sus relatos.  Para su sorpresa, casi inmediatamente recibió su respuesta aceptando aquello que él le había marcado y corrigiéndolo en la versión web.  Sin perder tiempo, le agradeció la contestación y, dándose a conocer, le propuso reunirse personalmente, café de por medio.  Invitación que ella rechazó cortésmente.

 

Han pasado unos días.  Roberto Álvarez, separado, dos hijos de 9 y 11 años, es una persona con una vida aparentemente ideal y otra real, bien distinta.  Es conocido por su perfil empresario, dueño de medios de comunicación (dos radioemisoras de alto perfil y un periódico de regular tirada que se especializa en chismes y noticias del ambiente artístico), con una sólida posición económica.  Vive en un amplio chalet en Olivos y maneja un deportivo BMW 0km.  Además, su brillante personalidad y atractivo físico lo destacan en los ambientes que frecuenta.  Sin ser un habitué, no es raro verlo aparecer en programas de chismes del ambiente…  Desde su separación, hace ocho años, ha tenido ─que se conozcan─ tres romances con jóvenes luminarias de mundillo televisivo.  ¡Ay…! La realidad es bien distinta.  El chalet está hipotecado por más de lo que vale, del auto debo un fangote y las deudas me persiguen.  Esta mina puede ser mi tabla de salvación.  Además de su éxito profesional, es única heredera de la fábrica de zapatos más grandes del ispa.  ¡Tito, no te la podés perder!  Él, aunque aún no la conoce Ya llegará mi momento, sabe de su vida y milagros a través del inefable Google.  También que lleva tres años de un divorcio que terminó mal, que está al borde de los treinta y tres y que es de fuerte personalidad.  Además, y no menos importante, que la está esperando una fortuna estimada en 50 millones de dólares.  ¡Mamita, ayúdame!

 

Esa tarde casi noche, en lugar de ir al bar que hubiese elegido, está yendo a sus oficinas.  Allí va a ser la reunión con Mariela.  De trabajo, ya que le negó el encuentro social que le propuso la primera vez.  Va a ofrecerle un puesto de jerarquía en su multimedio.  Aunque tiene muy en claro que los contenidos que produce no se compadecen con la línea editorial de la periodista y escritora.  Pero piensa que tal vez pueda tentarla con transformarla en conductora con programa propio en alguno de sus canales de televisión, medio en el que ella aún no ha incursionado.  No es que no haya querido.  Pero los productores siempre tuvieron una buena excusa para negarle la oportunidad, pese a la solidez de los distintos proyectos que ha presentado.  En realidad, la verdadera y única razón, que por supuesto nunca le blanquearon, es que sus rasgos físicos no la hacen, precisamente, muy atractiva para la pantalla; y su decir ante las cámaras, es poco fluido.

 

¡Ay…!  Parece que soy bicho de escritorio y no para la TV.

 

Es consciente de que su propuesta deberá estar acompañada por un honorario más que interesante.  Lo cual considera una inversión a no más de un año.  Sabe que, de tentarla, no va ser por el dinero sino por su aparición en la TV como conductora.  Pero el ofrecimiento deberá transmitir una acomodada posición económica.  El bosquejo del plan de Roberto (los detalles finales los darán las circunstancias), es simple: enamorarla primero, casarse después y, como broche de oro, manejar la fortuna Admerjian y con ello salir de su asfixia financiero-económica.  Por descontado que la base del plan es la tremenda confianza que se tiene a sí mismo como seductor.  A estas alturas de mi life, estoy más que arrepentido de no haber llevado un diario de mis conquistas.  Siempre fui un león ─bah, algo exagero─ con las mujeres…  También un desastre con mis negocios.  Aparte, debo reconocer como buenos los dichos de mi ex: “Vos la gastas más rápido de lo que la ganas”.  ¡Ya fue!  Ahora solo hay que pensar en Marielita.

 

Mariela, en tanto, va por todo.  Sabe de su posición de fuerza por más de un motivo.  Sobre todo, porque un contacto muy importante dentro de la AFIP, le hizo saber de la situación financiera más que delicada de las empresas de Álvarez y de él mismo.  Está poco menos que quebrado.  Si no se aviene a ceder parte de su empresa, está perdido.  Voy a hacerme socia y con las facultades necesarias como para cambiar el rumbo editorial de ese multimedio popular pero menor, periodísticamente hablando.  No va a poder disimular su posición cuando comience a detallarle la información que tengo; tal vez, hasta más precisa de como la conoce él mismo.  Y que no venga a hacerse el galán conmigo.  No lo sabe, pero sería inútil.  Para mí… ¡el amor ya fue!

 

A las 19.45 (exactamente la hora pactada), su secretaria le anuncia por el intercomunicador la llegada de la escritora.  Ella accede luciendo una media sonrisa; se ha vestido en forma casual y apropiada para la hora.  Nada ostentosa, aunque él, rápido como es, nota lo cuidado del maquillaje y el peinado, así como el elevado valor de las dos únicas joyas que exhibe al desgaire.  Luciendo su mejor sonrisa, el hombre se levanta y da la vuelta a su escritorio extendiendo su mano en un apretón firme y caluroso, sin intentar un beso informal.

─Es un placer, esperado desde hace tiempo, Mariela.  Soy tu admirador desde hace años y, aunque hubiese preferido un ambiente menos formal, sos muy bienvenida.  Ponete cómoda… en unos minutos nos sirven un café Robusta que me envían especialmente desde el Ecuador.

 

Ella no abandona su media sonrisa, ha devuelto el apretón de manos con la firmeza de la mujer acostumbrada al trato de igual a igual con hombres en posiciones de poder.  Deja su cartera Corinne sobre uno de los sillones y ocupa el que está enfrente de Roberto.  La cartera está de acuerdo a la calidad de la ropa y la gargantilla y pulsera de oro.

─Yo tenía el mismo interés… así que estamos a mano.  Además, soy lectora habitual de tu semanario de chismes, con el que me mantengo al día de lo que pasa en el ambiente.  Mi estimado, estoy algo apretada de tiempo, así que, si te parece entremos directamente en tema.

 

Con postura relajada, el empresario asiente y le extiende su propuesta.  Básicamente, un espacio de 45’ en horario previo al “prime” en Telefé, dos días a la semana.  Dejando a criterio de la periodista el enfoque y diagramado general, propuesta e invitados y total libertad de criterios.  Comprometiéndose al pago de u$s 5.ooo mensuales por el lapso de un año calendario.  La mujer lee la propuesta y dice en un tono de voz opaco pero muy firme:

─Roberto, tu oferta es más que interesante y generosa pero, yo había pensado en una relación más amplia.  Si te parece que vale la pena la tengo por escrito…