por ND’ - 25 feb 2019

 

 

El primer tiempo de la final de la Copa de la Liga Inglesa…

…entre el Chelsea y el Manchester City no dejó una jugada en la que los arqueros intervengan con sus manos.  Ni una.

 

Había un viejo axioma futbolero que decía que, aún sin volumen de juego, aún sin llegar al área, en algún momento -sobre todo al principio del partido- había que pegarle al arco (y embocarle).  No importa si conllevaba riesgo o no.  Era una suerte de señal, de declaración al arquero rival que le decía “Ojo, que estamos acá.  No te mandes ninguna macana porque la vas a buscar adentro”.

 

Hoy, ese tipo de axiomas parecen haber entrado en desuso.  Y no sería un problema si hubiesen sido reemplazados por otros más efectivos, acordes a la evolución del juego.  Pero no.  Las frases que se repiten ahora están llenas de sinsentido, carentes del espíritu futbolero.  Y tiene lógica: antes, los axiomas los creaban y sostenían los que pateaban una pelota por placer, profesionales o amateurs; hoy, los axiomas los imponen, a fuerza de repetición, los periodistas.

 

La jugada en la que el defensor cubre la pelota…

…para que salga por la línea de fondo denota pereza.  Es entendible únicamente cuando la pelota tiene destino inequívoco de fuera de campo o cuando el defensor está en inferioridad de condiciones; también cuando pasársela al arquero (otra de las jugadas perezosas), frenarla y aguantar con el cuerpo hasta recibir ayuda o tirarla al lateral (jugada conocida como “díganme lo que quieran pero yo no voy a tener ningún quilombo”) es absolutamente imposible; o una opción decididamente peor a dejar que la bocha siga su curso fuera de la cancha.  Pero intentar dejar salir una pelota que va tan lento que no se sabe si lo va a lograr o no, mientras el defensor pelea con el delantero dejando de lado el objeto con el que se juega es, hasta filosóficamente, peligroso: una vez que se pierde la posición, se pierde la pelota, se pierde la iniciativa y probablemente se reciba un gol o un penal en contra.  Lo peor es la sensación de haber entregado el objeto más preciado del juego y haber sido castigado por eso.

 

Tevez recibe en la puerta del área grande…

…y con el toque con el que amortigua la pelota, la acomada.  Así, gana un tiempo y le permite armar el remate, antes de que lleguen los defensores.  Aún con todas las condiciones a su favor –gestionadas por él mismo-, no saca un tiro bueno.  De hecho, es bastante malo: con poca fuerza, pica dos veces y va cerca de la posición del arquero.  Pero, nunca sabremos por qué, Unsain se complica, no pone bien las manos y la pelota termina adentro del arco.  Gol y uno a cero para Boca.

 

Cuando la pelota vuela por el cielo de Varela, Tévez sabe que no va a llegar a cabecear, así que no salta.  El cinco, que no hace la misma evaluación o quizá no se puede dar el lujo de no saltar, lo hace a destiempo y erra.  Entonces, la pelota le cae al diez de Boca, que gira y arranca a toda velocidad.  Cuando sale el central a cortarlo, le tira un caño y acelera.  Y cuando pisa el borde del área saca un chutazo potente y esquinado.  El arquero se tira bien pero no llega.  No se sabe si porque Carlos se ató el botín con doble nudo o la pelota estaba un poco por demás inflada, el remate sale a un centímetro del palo.

 

Y ahí, amigos, el fútbol.  Un tiro mal hecho, termina adentro.  La jugada del partido, termina afuera.  Defensa, con ese primer tiempo que fue un baile, se va con las manos vacías (de puntos).  Boca, que es un desconcierto total, suma de a tres.  No pida explicaciones porque, más allá de poder relatar los hechos, no podemos darlas.

 

 

por ND’ - 10 feb 2019

 

 

El clásico de Rosario es como…

…un bodegón de poca reputación para un hipertenso de cuarenta y tres años divorciado, un domingo a la noche: pasa por la puerta luego de dejar a sus hijos con la madre y sabe que en la casa no hay nada; así que una milanesa con fritas parece un buen plan y resuelto el tema de la cena.  Pero siempre termina igual: las papas aceitosas ni siquiera son ricas, la milanesa es un botín Fulvencito y duerme mal por la indigestión.

 

Newell’s-Central es atractivo sencillamente porque olvidamos lo mal que la pasamos el partido anterior.  Casi siempre es cero a cero.  Casi siempre son dos equipos que prefieren no perder a intentar ganar porque, claro, en el clásico más caliente del país es menos la recompensa por la victoria que el castigo por la derrota.  Las pocas excepciones se dan cuando alguna excursión al arco de enfrente sale bien o cuando simplemente la jerarquía individual hace la diferencia por peso propio.  ¿Esto es el fútbol?

 

Juan Fernando Quintero recibe la pelota…

…sobre la banda derecha en el Monumental.  Frena, levanta la cabeza, hace un pequeño enganche para adentro y saca un zapatazo de cincuenta metros a la banda contraria, que Casco baja con solvencia para encarar al marcador de punta.  Para demostrar que no es casualidad, la escena se repite, no una sino varias veces.  ¿Por qué me resulta tan extraño?  Posibles respuestas: 1) Porque hay pocos jugadores con la pegada y visión de Quintero en nuestro fútbol, como demuestra no sólo en los cambios de frente sino en las asistencias que brinda.  2) Porque el fútbol argentino tiene cada vez menos jugadores cerebrales, que piensen la táctica mientras el juego se desarrolla.  Para hablar en criollo: que piensen y resuelvan; que si hay congestión por acá, vayan por allá.  3) Porque es sumamente inusual en nuestro fútbol que el tres suba al ataque cuando el juego se está desarrollando por la derecha.  Más aún, que esté posicionado lisa y llanamente como puntero izquierdo, listo para encarar al marcador de punta.

 

Entre las cosas que hemos perdido se encuentran la riqueza técnica y el atrevimiento.  Es una lástima que cuando aparecen destaquen tanto, señal de que su ausencia es muy marcada.

 

En la conferencia de prensa posterior al partido…

…un periodista hace una pregunta a Marcelo Gallardo en forma de centro, práctica habitual en la Argentina.  Le dice que “algunos” (método que utiliza el periodista vernáculo para luego expresar su posición en contra) criticaban la preparación física del equipo, y que hoy y en Madrid se vio un equipo que marca diferencia desde lo físico (cosa cierta, pero que no se debe sólo a la preparación, sino a la mentalidad y a la forma de jugar); que qué valoración le merece su preparador físico.  Gallardo, lejos de cabecear el centro, la baja de pecho y con enojo lo alecciona.  ¿Quiénes son “algunos”? ¿Qué relevancia tiene la opinión de ese ente intangible?  ¿Vale más la opinión de esos, o el que las pone de manifiesto en una conferencia de prensa?

 

Notoriamente en la prensa argentina faltan Editores con buen gusto, valores y agallas.  Maestros que guíen a los que ejercen el periodismo en épocas de redes sociales, en tiempos de “hago así porque es lo que vende, si no lo hago yo lo hace otro, es como se maneja el negocio hoy”.

 

 

por ND’ - 23 ene 2019

 

 

Se sentó a ver tele esos quince minutos que le quedaban de hora de almuerzo antes de retomar el trabajo.  Por reflejo, empezó por los canales de deportes.  Siempre lo hacía y en general no pasaba de ahí, pudiendo descartar por completo el resto de los canales de la grilla.

 

Pero ya en el primer canal sintió algo extraño.  Es cierto, entre el final del torneo y la escapadita que se hizo a la Costa, hacía rato que no miraba esos canales.  Vio un hombre de traje en el medio de una calle (¿en dónde estaría? ¿qué sentido tenía que estuviera ahí y no, por ejemplo, en la panadería de la esquina?), haciendo un móvil para otros hombres vestidos de traje que se encontraban en un estudio.  Hablaban sobre los posibles deseos de un DT, previo análisis psicológico sobre sus deseos frustrados del año pasado, para luego pasar a la conducta nocturna del posible refuerzo pretendido.

 

Rápidamente, cambió de canal.  Para encontrarse con una escena similar: hombres trajeados hablando con mucha seriedad de nada importante.  Peor aún, de nada referido al juego.  Cambió al siguiente canal: tenis.  Cambió una vez más: el Dakar.  Y una última vez: UFC.

 

Volvió al primer canal pero sintió el mismo rechazo de unos segundos atrás.  Los programas eran los de siempre.  ¿Sería posible que él haya cambiado?  Apagó el televisor y se sintió bien, como después de una desintoxicación.

 

Ahí cayó en la cuenta de que los programas eran iguales, con o sin fútbol.  Se dio cuenta de que, para los programas, el fútbol no es necesario.  Su rechazo se convirtió en algo más visceral.

 

Se fue contento a laburar, preguntándose si esta sensación le duraría para siempre, o simplemente hasta que empiece el torneo.

 

 

por ND’ - 28 ene 2019

 

 

Menotti recibe de manos del presidente de la AFA la camiseta de la Selección Argentina, con el ocho en la espalda y su nombre encima del número.  E inmediatamente se sonríe, como chico en Reyes.

 

Dirá que el título de Director General lo agobia pero a eso vino.  ¿Es una renovación?  Suena difícil, con su historial de campeón del mundo y sus ochenta años.  ¿Es una refundación?  Quizá sí, dado que ya lo ha hecho.  Pero no es algo que se pueda saber el día de su presentación.

 

Ahí está Menotti, hablando de a qué viene, pero antes que nada, a qué no viene.  No viene a ser entrenador, no viene a imponer.  Viene a seducir, a convencer, a convocar.  Ahí está con su bolso lleno de referencias y metáforas habituales (la orquesta, Bonavena, espectadores vs público, el teatro Colón), con su deseo de que la Selección tenga una identidad que haga orgullosos a los que forman parte de ella.

 

Una de las principales cosas que dice es que quiere una Selección que entrene (“el ensayo”).  Lo repite una y otra vez.  La pregunta es: ¿es viable esto?  Primera duda, los jugadores de Selección están en el exterior.  Una respuesta de Menotti: salvo los fuera de serie, queremos ver si los de acá son tan diferentes.  Quiere “fortificar la Selección de futbolistas que juegan en Argentina, para que el entrenador pueda trabajar”.  Segunda duda: ¿serán cedidos los jugadores locales?  Se verá hasta dónde podrá el presidente de la AFA influir en esto.  Y acá entra un detalle no menor.  Menotti dice: la Selección invita al jugador.  Veremos qué jugadores aceptan esa invitación, qué clubes ven en ella un orgullo y una oportunidad antes que un dolor de cabeza.

 

Pero si hay algo que aporta Menotti es claridad.  Escuchándolo parecen insólitas las conferencias de prensa de Sampaoli en las que por momentos ni él se entendía.  Si el tema es la juventud del entrenador, dice que Scaloni es capaz y que él no viene con un entrenador bajo el brazo; que mejor “construir sobre los hechos y no sobre los cadáveres”.  Si el tema es Messi, dice que cree que estará convocado como uno, el mejor, de los cuarenta llamados para la Copa América, pero que si no está, la Selección está por encima de él.  Si el tema es hablar de la conformación de un equipo, pone como ejemplo sin reparos la enorme Selección de Bilardo de 1986.  Si la pregunta es si la Selección va a jugar en el Monumental o en la Bombonera, él dice que tiene muchas ganas de verla en el interior.  Habla de desarrollo cultural y de sociedad.  Habla de primero tratar de jugar mejor que los otros, y luego que los otros no jueguen.  De ganar y jugar bien.

 

Ahí está Menotti.  Termina la conferencia de prensa y con su altura desgarbada emprende la retirada, no sin antes hacer un chiste de por qué la ocho en lugar de la diez (“con la diez jugaba Grillo”).  Y con la sola referencia invita, una vez más, a hablar de fútbol.

 

 

por ND’ - 16 dic 2018

 

 

¿Cuántas horas viste en los canales de deportes sobre Defensa y Justicia? ¿Cuántos análisis sobre cómo defiende y cómo ataca?  ¿Cuántas veces vos buscaste el horario de un partido de Defensa y lo viste entero?

 

¿Cuántas horas viste en los canales de deportes sobre el micro de Boca llegando al Monumental?  ¿Cuántas horas escuchaste periodistas hablando a los gritos antes del partido y cuántas después? ¿No es raro que se ocupe más tiempo en elucubraciones baratas y presagios infundados que en lo que es, supuestamente, la materia de interés?

 

Todavía pasan grandes cosas en el fútbol, cosas lindas de ver.  Pero hay que asumir que los canales no son de fútbol.  Son kioscos de publicidad, tratando de atraer moscas con basura, excusándose en que es lo que las moscas quieren. No saben, o no quieren saber, que se atraen más moscas con miel.

 

Pero es hora de hacerse cargo.  ¿Querés ver a Defensa y Justicia o querés ver una discusión sobre nada?  Ellos son unos cínicos, pero en la época de los medios de comunicación, la pelota la tenemos nosotros.  Si es pase a un compañero o pelotazo a la tribuna, sólo uno lo sabe.