por C. Fernández Rombi – 20 may 2019
A las seis de la tarde, los chiquilines descansan de la pelota. Sentados o tirados en la vereda. Alguno, con la espalda apoyada en la pared, otro, echado sobre el piso… Todos, despatarrados. Cada uno en su postura más cómoda.
Uno de ellos, de expresión soñadora, expresa un deseo:
-Me gustaría ser un pajarito.
No haya el menor eco. Sin embargo, de a poco, uno tras otro empiezan a silbar. Son canciones pequeñas y distintas… Hasta que, sin habérselo propuesto, llegarán a concretar un sonido homogéneo. Que culminará en una sonatina simple y agradable.
Cuando la melodía se generaliza… comienzan a levantar vuelo sobre las casas bajas del barrio humilde. Vuelan con deleite y amplias sonrisas.
Al rato, uno de ellos cae y se estrella en el pavimento. Así, uno tras otro, irán desertando del vuelo y, sin excepción, cayendo.
El último en precipitarse, es aquel que había manifestado su deseo primordial. Alcanzará a modelar en el último instante un pensamiento formal:
-A la final, este sueño de ser pajarito no sirvió ni pa’ mierda.
por C. Fernández Rombi – 12 may 2019
Rodolfo espera. Días atrás cumplió cuarenta y siete, tiene mujer y dos hijos. Un año antes, su mente liberó una molesta chispa.
Empezó en el asado que le hice al Fede cuando cumplió los dieciocho. Hasta ese momento nunca había cuestionado mi masculinidad. Ese maldito día, me sorprendí a mí mismo con la vista fija… Clavada en Julián, uno de sus amigos de la secundaria. Atleta con cara de galán. Tan distinto al Fede que todavía parece un chico. Esa noche me costó conciliar el sueño… El suave e intermitente ronquido de Nilda no ayudaba. El recuerdo vívido del muchacho semidesnudo, tampoco.
El hombre, analiza la vida amorosa en su matrimonio. La relación de amistad y compañerismo… bien. El sexo… casi inexistente. Ni ella ni él tienen gran interés.
Hasta el día de esa visión perturbadora de Julián en la piscina, me masturbaba con las porno de Internet. A partir de ese momento me volqué a las páginas gay. Odiándome.
Espera. Un año de esa historia y Rodolfo ha decidido concretarla. El lugar de la cita, este bar con reservados del Paseo Colón. En el box más escondido del lugar en penumbras. El sujeto de su iniciación, un joven taxi boy contactado en la Red. Charlan, el otro lo mira en forma sugerente, pone su mano sobre la suya, luego la llevará hacia su entrepierna…
¡La tiene dura! No puedo evitar la excitación… estoy a mil.
Apenas terminada la negociación, el muchacho expone su virilidad. Lo toma de la nuca y lleva su cabeza hacia abajo… El excitado hombre maduro, experimenta una sutil sensación de rechazo, pero ya su boca entra en contacto con el miembro arrogante del servidor.
Un hombre de rostro desencajado sale violentamente del bar. Llega hasta el cordón de la vereda y… ¡vomita entre espasmos!
por C. Fernández Rombi – 29 abr 2019
Araceli está contenta. Sola a sus treinta y cuatro y con una hija de diez, acaba de conocer a Eduardo; agente de la Policía Federal y diez años menor que ella. Diferencia sin importancia cuando aparece el amor. Y eso, a partir de una instantánea simpatía, es lo que se ha desarrollado entrambos apenas conocerse. Sin perder tiempo y en pocos meses, la pareja se casa y comienzan la vida en común. Que en este caso no tendrá nada de común.
En pocos días, Araceli caerá en la cuenta de que su flamante esposo es un hombre violento, posesivo y celoso al extremo. Un cóctel de personalidad sicótica nada recomendable para una buena convivencia. Por si tal cóctel no resultara completo, agreguemos a la personalidad de su esposo, la sexopatía. Esa noche, días después del casamiento…
─Mañana y pasado tengo franco Araceli, traje cuatro cajas de forros… vamos a culiar dos días sin parar… ¡que joder!
Ella no contesta, sólo asiente con una media sonrisa. Está asustada, ya ha comprobado que él hace el amor como un poseso y, además, abusa de golpes, mordidas y golpes a diestro y siniestro, sin reparar en donde caigan ni el daño que ocasionen. Un par de veces, durante el sexo que es abundante y permanente, le ha prometido:
─Uno de estos días te voy a meter el garrote* para que acabes como una perra… ¡Ahí sí que vas a gozar, putona!
Fueron dos días de infierno. Me pegó hasta aburrirse, me violó con ese garrote hasta lastimarme a más no poder… Apareció esta hemorragia que no termina y estoy dolorida por todo el cuerpo… ¡Dios mío, Dios mío…! ¿Hasta cuándo? La Paulita está aterrorizada, no vio nada, pero oyó todo; ha estado horas encerrada sin animarse a asomar por miedo a que la bestia nos mate a las dos. Ni pensar en hacer una denuncia policial, los agentes son sus compañeros y amigotes. Espero que esta noche venga más tranquilo y que estos dos días no se repitan… ¡Por favor mi Dios, por favor! Van dos meses de matrimonio y esta vida es un infierno… Me paso el santo día llorando y abrazando a mi hija… cuando la bestia no está.
─Araceli, va siendo hora que tengamos un hijo…
─¿No es un poco pronto, querido? Apenas tenemos un par de meses de casados…
─¿Vos querés que me tomen por impotente... ¡Pedazo de boluda! Tengo compañeros más pendejos que yo y ya tiene dos o tres guachitos. Le vamos a dar noche y día hasta que te preñez… ¡Que tanto joder y tanta explicación! ¿Entendiste yegua o hay que fajarte para que entiendas media palabra?
─Está bien, mi amor, se hará como vos digas.
Seguimos caminando un par de cuadras. Me extrañaba su silencio, Eduardo habla o grita todo el tiempo. Lo miro de reojo y asustada, siempre ando con miedo, creía que él estaba esperando alguna palabra mía y es justo en ese momento que él, que caminaba a mi derecha, gira su cuerpo y me pega una trompada terrible en medio de la boca, caí sobre la vereda y me desmayé. A la noche, ya lúcida, me enteré que había perdido un diente de los de adelante. Al día siguiente, por una de las dos vecinas que me hablan en nuestra cuadra (las demás le tienen terror), me enteré que me había arrastrado de los pelos toda la última cuadra hasta llega a casa. Me puse a pensar por qué me había dado tan duro… ¡Si yo le había dicho a todo que sí!
Ya no tengo dudas, el Eduardo está loco de furia conmigo y con todo el mundo. Por eso fanfarronea que hasta sus superiores le temen. También de celos; me acostumbré, cuando camino a su lado, a mirar siempre el suelo, ya que si mi vista se cruza medio segundo con algún hombre que pasa, enloquece al instante y me grita a toda voz que soy una puta barata. Mañana trae el test de embarazo…
─Edu querido, me dio negativo… No puedo evitar el temblor de mi voz. Seguro, que el mes próximo vamos a tener suerte… Quizás un hijo lo tranquilice un poco.
─Si yo no te puedo embarazar me voy a matar, pero ¿sabes qué? ¡me voy a llevar a tu hija conmigo! ¡Pedazo de puta! O tenés un hijo macho conmigo o… ¡me llevo puesta a esa mierda de hija que tenés!
─¡Por favor Edu…! Por favor, no seas malo, sabés que te adoro. Ya vas a ver que todo saldrá bien…
¡Por fin quedé embarazada…! Y fue para peor… Vivía apuntándome a la cabeza con el arma reglamentaria, se iba a trabajar y me dejaba encerrada y sin crédito para el celular. Un día me dejó esposada, mi tobillo con mi mano, y yo con una panza enorme. Otro día quise salir, me dijo “andá’” y cuando me paré me roció gas pimienta en la cara. El sólo recordar tanta inmundicia me hace llorar. Me pegaba con la manopla de acero, me pasaba el cuchillo por la panza y me prohibía bañarme porque decía que “él conocía bien el olor a sexo de otros”. Cuando íbamos a los controles del Hospital Policial Churruca y me presentaba a un compañero, cuando éste se iba me decía: “¿Y puta? ¿Ya te mojaste?”. Al final nació nuestra nenita… pobrecita, con problemas. Con una parálisis en la mitad del cuerpo y llegó a estar deshidratada porque él no me dejaba que sacara el pecho del corpiño en público para amamantarla.
─Así que a la final… ¡nos nació una conchudita! Qué cagada… ¡inútil y puta, no servís pa´ un carajo!
Quería un varón. Por eso planeaba matarla de hambre. La disfrazaba de nene, le decía “la conchudita”, la arrancaba de la cuna y la tiraba al suelo desde el aire… ¡No puedo más… no puedo más!
La feliz pareja está a días de cumplir los trece meses de su relación. Esta noche será muy especial, aún cuando empieza como la mayoría. Eduardo coloca una película de zoofilia en el reproductor, agarra su bastón policial, le pone un preservativo y lo introduce salvajemente en la vagina de Araceli.
─¡Basta Edu, basta por favor! Llevamos horas así, no puedo más querido, no puedo más, me estas destrozando por dentro ─más que el pedido de una mujer, es un grito de terror desgarrado e inútil.
Fueron horas de una agresividad aún mayor que de costumbre. Después agarró el arma: me la ponía en el ojo, en la oreja, ahí abajo, en todos los orificios. Como sabe que tengo asma, me asfixia con frazadas y me empieza a violar otra vez.
Al lado de su cama estaba la cuna. Eduardo mira a Araceli, se ríe como un poseso y le apunta a la cabeza a la beba de cuarenta y cinco días.
─Querido, querido… ¡por favor dejala! Me asustás mucho, y me voy a desmayar… Ya ni puedo respirar… ¡por favor, por favor! Te hago lo que quieras…
─Bueno, ta’ bien… pero…. ¡me la mamás hasta que me aburra… y te tomás toda la lechita! ¿Entendiste putona? ─sin contestar, Araceli se arrodilla ante su marido y verdugo. Después de eyacular, él sigue─ Ahora vamos a dormir, pero mañana vamos a ir a matar al hijo de puta del Cabezón… ¡ése se va a arrepentir de ser mi vecino! Bueno, lo vas a matar vos, si no te mato yo y después a esta conchudita.
Y es en ese instante, cuando él se da vuelta, que Araceli agarra el arma que había quedado entre las sábanas, le dispara en la sien, alza a la beba y corre y corre… Luego pasaría nueve meses en el Penal de Magdalena y otros nueve en arresto domiciliario esperando por su juicio. El fiscal a cargo pidió diez años y ocho meses. Fue absuelta.
*Machete que utiliza la policía.
por C. Fernández Rombi – 05 may 2019
Soy el hombre más poderoso del planeta.
En este primer año de mi segundo mandato, ya no caben dudas de que soy uno de los cinco presidentes más importantes de la historia de este bendito país. He dejado muy atrás la patética imagen de Bush. Los logros económicos y sociales de mi administración se cuentan por doquier. Mi mandato termina en tres años y ya no podré ser reelecto, pero… ¿qué duda cabe?, seguiré siendo el árbitro del destino nacional y en el 2005 volveré a la Casa Blanca. La vida me sonríe. El mundo se inclina a mis pies.
¡Qué madeja maldita! Un momento de distracción y estoy envuelto en un escándalo nacional… ¡por una puta becaria!
El mundo se me vino encima. Ya no soy creíble. Ahora tenemos un presidente de piel oscura y, a modo de gran idea, la designa a Hillary, Secretario de Estado; mi ostracismo es total… Soy “el esposo mujeriego de”.
El tiempo pasa y el hombre, ya maduro, que fuera uno de los presidentes más jóvenes del imperio, no puede olvidar su pasada grandeza. Extraña los titulares de los diarios, la consulta de sus pares, la obsecuencia, en fin… El Poder.
Su mente, incansablemente, busca sin solución cómo volver. ¡Me corresponde!
Sus analistas son categóricos: “es imposible”. En ocasiones, desvaría.
20 de enero del 2013: Barak Obama, vuelve a asumir la presidencia. Entre las personalidades políticas invitadas ocupa un lugar de preponderancia su Secretaria de Estado, Hillary Clinton, que está acompañada de su esposo. En el momento del saludo presidencial, Obama exhibe una expresión cálida y amistosa, ambos se saludan cordialmente. Luego le toca el apretón de manos protocolar con el esposo.
Obama, extiende su mano. Clinton, extiende su mano armada y dispara. El volteo del arma en su brazo le produce una alegría inmensa.
¡Ahora sí! Nuevamente… ¡soy el hombre más importante del mundo!
por C. Fernández Rombi – 22 abr 2019
Esto se pone cada vez más denso. Nuestra pareja va de malas a peores… La Beba está inaguantable y se queja de todo y por todo. Que si estoy en casa y molesto, que si no estoy y no sabe dónde ando, que si tomo un vino y me pongo fiestero o que soy un amargado que no le presto atención y se va a buscar otro tipo… Me tiene harto. Ya llevamos doce años juntos. Los primeros… fueron como uva madura. Después… esto de ahora… ¡insoportable!
Pienso, aunque nunca lo hablamos, que el no haber podido tener pibes le hizo el coco… pero de eso, no tengo culpa alguna. Hace tres que conseguí esta portería en un edificio de Belgrano que está repiola; nuestro depto es grandecito, de dos ambientes, cocina separada y baño completo… Nada parecido a la cueva que teníamos en el de Caballito.
En fin, ya no sé qué hacer; las peleas nunca me gustaron y ahora… es una tras otra. A veces me engancho hablando boludeces con cualquier copropietario en el hall del edificio, con tal de no subir y enfrentar reproche tras reproche. Mi mujer, para pelearme, parece no encontrar el final. En un verdadero intento de volver a la paz y a la normalidad, le ofrecí, dado que la semana que viene son los carnavales, pedir al suplente e irnos cuatro días a Mar del Plata…
-¡Para aburrirme me quedo en casa! Yo voy a festejar carnaval a mi manera y, por una vez, me voy a divertir… vamos a ir a bailar con Analía y Gloria… ¡lo vamos a pasar de diez!
-Pero Beba, a mí me encantaría que fuéramos a bailar los dos juntos como hacíamos en otros tiempos, al Lucense o al Salón Rodríguez Peña, no hay drama… ¿Qué papel van a hacer tres mujeres casadas y solas? Van a parecer tres locas sueltas.
-Ves que es como yo digo, ¡vos vivís en el limbo! La Analía está separada desde hace dos años; y casi uno la Gloria. Nos vamos a divertir como cuando éramos tres pendejas.
Por no darle una piña, le grité que no me rompiera las pelotas y me fui a barrer la vereda… Nunca me había pasado por la mente ponerle una mano encima a mujer alguna… Y, menos aún, a mi Beba.
Sábado
Los sábados laburo hasta las dos, luego subo a comer. Hoy, ni pensarlo: aproveché y me hice un par de changas pendientes en una de las unidades, el 7º ‘A’. A las siete, subí esperando otra pelea; pero no. El bulo parecía un salón de belleza; la Beba, medio en bolas y con brutos ruleros, la cara enchastrada de crema y pintándose las uñas de los pies. Ni pelota. Mejor. Sobre las diez, me hice un bife en la plancha y un tomate cortado al medio. Cuando sonó el portero eléctrico, me dijo: ¡Chau! Y se las tomó… estaba muy linda. Parecía un gato de Constitución.
Domingo
Me desperté a las diez. La tipa, despatarrada en la cama y con la pintura de la jeta toda corrida. Ni idea de la hora en que llegó… había ido al baño a las cinco y ni noticias de mi media naranja. Bue… paciencia. Durmió todo el día; al caer la tarde, despertó fresca como una lechuga, se bañó y recomenzó las tareas del camuflaje nocturnal. ¡Hola…! Fue todo su saludo y comentario, mientras alistaba su arsenal privado.
-Hola Beba. ¿Hoy salís otra vez?
-¡Claro que sí! Ayer la pasé bomba… Y siguió haciendo la suya.
Lunes
A las seis y treinta ya estaba arriba, el basurero pasa a eso de las ocho y los finde se junta mucha mugre. De Beba… sin novedades… bien gracias… y qué sé yo. Pero, digo, a los casi cuarenta, un tipo casado no debiera pasar por esta humillación o, quizá, desafío. Apareció cerca del mediodía, ni la miré, ella hizo lo mismo conmigo, pero el paso errático y el olor a chupi, no dejaban dudas. A la una, me fui al bar de la esquina a comer algo… me encontré con Marcial; carreras en Palermo, allá fuimos y después a La Farola a bajarnos una pizza. Por supu, a las doce cuando subí al depto, vacío y desordenado, maquillajes, restos de tintura y de todas las boludeces que usan las mujeres para parecer más lindas.
Martes
¡Gracias a Dios hoy termina el carnaval! Mis nervios están como cuerdas de violín, no aguanto más. A las ocho, cuando me tocaba bajar para la recorrida diaria… la tipa no había llegado. Estuve toda la mañana pendiente de la puerta del hall para ver en qué estado llegaba. Pero no la vi entrar. Subí a la una para lastrar algo: ¡ausente sin aviso! Luego de comer un cacho de queso y un par de vinos, me tomé un valium y me acosté a dormir un par de horas. Al despertar, su lado del lecho sigue vacío.
Puteada tras puteada me vienen a la cabeza, sin descanso. Voy al baño a mear para después bajar al hall, así me olvido un rato de tanta hijoputez. Gran sorpresa gran. La tipa está en bolas en la bañera, roncando como caballo viejo. Toco el agua, apenas tibia, ya casi fría… hará como una hora que quiso tomar un baño y se quedó dormida. Saco el tapón de la bañera y la miro. La miro con detenimiento: la jeta un desastre, el maquillaje como lamido por un gato… la boca abierta igual que un buzón, parece una vieja de setenta… pero, sigue teniendo un lindo cuerpo. El mismo que me diera tantas noches de amor y placer.
Una mancha violácea en el cuello me llama la atención. Acerco mi vista a unos centímetros… un chupón. Un poco más abajo, sobre una teta hay otro y en el muslo, casi al lado de la concha, otro más… que ya se está poniendo negro… ¡éste fue con todo! No sé cuánto tiempo me quedo mirando a esa mujer despatarrada que duerme como si fuera la última vez.
No pienso en nada, mi mente está ausente. Como autómata me dirijo al botiquín, tomo la botella de alcohol y se la vacío encima… íntegra, prendo el Zipo y lo dejó caer sobre la tipa. Salgo del baño, las llamas quedan a mi espalda, cierro la puerta, tomo el ascensor y salgo… camino unas cuadras hacia las Barrancas, al llegar me recuesto en el césped. Estoy muy caído, como sin fuerzas y me invade un sueño poderoso. Antes de quedarme dormido, mirando los chiquillos disfrazados, recuerdo algunos carnavales que disfrutamos con la Beba… nos divertíamos como chicos en esa época dorada.
Este carnaval fue muy distinto, que lástima…